Por Agroempresario.com
En el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, donde la prisa no tiene lugar y la tradición convive con la hospitalidad, se esconde Bellocq, un pequeño pueblo rural que revive gracias al turismo de escapadas. Con menos de mil habitantes, este rincón del partido de Tres Arroyos conserva un legado arquitectónico, espiritual y productivo que lo convierte en uno de los destinos más auténticos del interior bonaerense.
A menos de 50 kilómetros de la ciudad cabecera y a sólo 20 kilómetros del mar, Bellocq se presenta como una propuesta ideal para aquellos que buscan descansar, reconectarse con la naturaleza y redescubrir las costumbres criollas que marcaron generaciones.
El pueblo fue fundado oficialmente el 8 de diciembre de 1912, cuando María Larramendy de Bellocq donó las tierras. Su crecimiento comenzó en 1929 con la llegada del tren y la creación de la estación "San Francisco de Bellocq", que lo integró al ramal ferroviario Orense–Copetonas.
Las calles se organizaron en diagonal, siguiendo el típico patrón de los pueblos ferroviarios de principios del siglo XX, y muchas de sus esquinas aún conservan los monolitos originales que identificaban los nombres de las calles.
Uno de los mayores tesoros de Bellocq es la iglesia Inmaculada Concepción, también conocida como Santa María. Fue construida en 1914 por monjes benedictinos con materiales traídos desde Francia. Sus 16 vitrales originales, obra del artista Henri Gesta de Toulouse, llenan el templo de luz y color, convirtiéndo en una joya arquitectónica y espiritual de la región.
Aunque su economía se basa en cultivos tradicionales como el trigo y el girasol, en los últimos años Bellocq se destacó por su producción de manzanilla, cuyo aroma inunda las calles al mediodía. Esta planta medicinal no solo genera ingresos, sino que se convirtió en parte de la identidad local.
La gastronomía también atrae a los visitantes. En patios familiares y cantinas, los lugareños ofrecen empanadas, pastas caseras, asados y lemon pie, todo elaborado con recetas heredadas y productos locales. Comer en Bellocq es una experiencia que conecta con el sabor auténtico del campo bonaerense.
El Almacén de Ramos Generales Casa Chedrrese, fundado en 1917, es otro emblema de la vida del pueblo. Durante décadas fue punto de encuentro, centro de provisiones y lugar donde "la palabra era suficiente" para fiar hasta la próxima cosecha. Hoy conserva su fachada original y recibe a turistas curiosos por conocer la historia viva del interior.
Junto a la iglesia, en el antiguo monasterio, se encuentra el Hospedaje San Benito. Se trata de un alojamiento espiritual que conserva el mobiliario original y propone al visitante una estadía distinta: silencio, contemplación y contacto profundo con lo esencial.
El entorno natural de Bellocq ofrece múltiples actividades: caminatas, recorridas en bicicleta, ferias de productores, observación de aves y cielos estrellados. La ubicación estratégica entre Tres Arroyos, Claromecó y Copetonas permite además explorar otros destinos cercanos sin perder la serenidad.
A diferencia de los circuitos turísticos tradicionales, aquí no hay colas ni multitudes. Sólo aire limpio, tiempo para uno mismo y vecinos que saludan al pasar.
La infraestructura educativa también está en expansión. En el partido de Puan, donde se replican experiencias rurales similares, el gobierno provincial construyó un nuevo centro universitario con carreras agropecuarias. Esta tendencia muestra cómo los pueblos del interior bonaerense se preparan para atraer nuevas generaciones.
En Bellocq, los antiguos edificios encuentran nuevos usos: la vieja estación es ahora un jardín de infantes, los galpones se transforman en alojamientos y los terrenos sin uso se destinan a pequeños emprendimientos familiares.
En un contexto donde el turismo rural crece como alternativa a la ciudad, Bellocq representa una escapada genuina: sin grandes inversiones ni marketing, pero con algo más valioso: autenticidad, historia y personas que siguen viviendo al ritmo de la tierra.
Este pueblo detenido en el tiempo hoy avanza, sin perder su alma, para ofrecer una experiencia distinta. Ideal para escapadas de fin de semana, turismo de cercanía o simplemente para quienes buscan volver a lo simple, Bellocq deja una marca en el visitante que no se olvida.