Por Agroempresario.com
Según Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), la industria local atraviesa una fase de estancamiento grave: desde marzo de 2025, el sector pierde entre 1.000 y 1.500 empleos por mes. Esta tendencia responde a una caída sostenida de la actividad económica y a condiciones estructurales adversas que afectan la competitividad de la producción nacional.
Desde marzo, la industria viene destruyendo puestos de trabajo de forma sostenida. Rappallini señaló que la actividad está casi congelada desde abril, y que en muchos casos las suspensiones temporarias son utilizadas como un parche para evitar despidos masivos. “Cuando no se recuperan las ventas, los costos laborales y de insumos se vuelven insostenibles”, explicó en diálogo con los medios.
El caso del cemento es emblemático: las ventas pasaron de 1.050.000 toneladas mensuales a 800.000, una caída de más del 25 %. Industrias conexas como la del cerámico, el hierro y el acero muestran retracción de entre el 15 % y el 20 %, con impacto directo en empleo y producción.
Aunque la retracción es general, algunos sectores se mantienen más estables. Actividades como la minería, el petróleo, la industria automotriz y línea blanca continúan operando con niveles de actividad relativamente estables. Sin embargo, rubros como textil, confección y metalmecánica están especialmente comprometidos, con caída sostenida y sin señales de recuperación cercana.
Esta dualidad puso en evidencia la heterogeneidad del tejido industrial argentino y la necesidad urgente de medidas diferenciadas según la dinámica de cada sector.
Como respuesta ante la crisis retornaron los mecanismos laborales de emergencia. Las suspensiones temporales convenidas con sindicatos permiten conservar puestos de trabajo a la baja salarial, mientras se intenta preservar la viabilidad de las empresas durante la recesión.
Rappallini explicó: “El mecanismo de suspensiones se convierte en la única opción para resistir cuando la actividad no repunta y los costos operativos no bajan. Sin ventas, no hay generación de ingresos”.
Consultado sobre la apertura de importaciones, el dirigente advirtió que, aunque esta impacta en el sector industrial, el mayor problema es la contracción del mercado interno. Enfatizó que las empresas luchan por mantener su mercado interno antes de competir con productos importados.
“Nos preocupa más que el consumo interno siga cayendo que la presión importadora”, señaló Rappallini, quien consideró esencial atender primero al dinamismo doméstico.
Ante este escenario, Rappallini reclamó una agenda de reformas profundas: modernización del marco laboral, reducción de la litigiosidad, disminución de costos no salariales y mejora del acceso al crédito.
“El país acumula distorsiones hace más de 20 años; si no nivelamos la cancha, los productores argentinos seguirán en desventaja frente a competidores globales”, afirmó. Insistió en la necesidad de un marco legal claro, funcional y competitivo para las industrias locales.
Otro desafío crítico es el encarecimiento del crédito. Con tasas elevadas, muchas empresas tienen dificultades para obtener financiamiento, se incrementa la morosidad y crecen los cheques rechazados.
“Si la inflación baja, las tasas deberían acompañar esa tendencia; sin eso, el crédito seguirá restringido y el círculo adverso persistirá”, advirtió Rappallini.
En ese contexto, la UIA advierte que sin cambios estructurales reales, la recuperación industrial será lenta y desigual. Las cifras actuales muestran una industria en retroceso constante, con pérdida de empleo y baja inversión.
Martín Rappallini concluyó con un llamado urgente: el entramado productivo argentino necesita condiciones de igualdad frente a importadores, acceso real a crédito y una agenda de competitividad integral que involucre al Estado, las empresas y el sistema de representación sindical.
Sin esas reformas, alertó, la pérdida de empleo en el sector industrial continuará, y la industria nacional seguirá debilitada con escasa capacidad de recuperarse de forma sostenible.