Por Agroempresario.com
En el sudeste de Córdoba, una amenaza silenciosa limita el rendimiento de los cultivos: la salinidad y alcalinidad de los suelos. Aunque a simple vista parecen fértiles, más del 40 % de los terrenos en los departamentos de Unión y Marcos Juárez presentan niveles preocupantes de salinidad que afectan directamente a la agricultura.
En estas zonas, donde predominan cultivos como maíz, trigo y soja, la productividad resulta muy variable, dependiendo del clima y del manejo del suelo. Frente a este desafío, un equipo del INTA Marcos Juárez lleva adelante ensayos agronómicos con un objetivo claro: recuperar el potencial productivo de estos suelos y garantizar sustentabilidad a largo plazo.
La clave de estos avances está en una enmienda tradicional, pero con nuevos enfoques: el yeso agrícola. Se trata de sulfato de calcio, un mineral que actúa de manera directa sobre suelos salinos o sódicos. Su aplicación mejora la estructura del suelo, reduce la alcalinidad, promueve el desarrollo radicular, mejora el drenaje y permite una mejor absorción de nutrientes esenciales.
“El yeso reemplaza el sodio por calcio, lo que impacta favorablemente en la estructura del suelo”, explicó Bethania Aimetta, investigadora del INTA. Esta mejora química no solo facilita la expansión de raíces, sino que crea un entorno más saludable para el crecimiento vegetal.
Los investigadores aplicaron yeso en distintas dosis y combinaciones: con y sin labranza vertical, junto a cultivos de cobertura como vicia, compost de feedlot y productos biológicos. Aun en condiciones de sequía, los resultados fueron contundentes.
En parcelas sin subsolado, el maíz pasó de rendir 470 a 2207 kilos por hectárea. En las subsoladas, el salto fue de 230 a 1028 kilos. Estas cifras evidencian el potencial del yeso para revestir suelos productivos limitados.
En el caso del trigo, el uso de yeso también mostró beneficios significativos. Las parcelas tratadas con 2000 kilos por hectárea duplicaron la biomasa seca respecto a las que no recibieron la enmienda. Incluso sin subsolado, la diferencia fue clara: de 479 a más de 950 kilos de materia seca por hectárea.
“No se encontraron diferencias entre las dosis aplicadas, pero sí frente al tratamiento sin yeso”, precisó Aimetta. Este hallazgo sugiere que con una dosis moderada es posible obtener mejoras relevantes sin costos excesivos.
Además de los resultados agronómicos, los análisis de suelo revelaron un descenso del pH en los primeros 20 centímetros: de 8,67 a 7,87 con las dosis más altas de yeso. Este cambio hacia valores más neutros facilita la disponibilidad de nutrientes y la actividad biológica, esenciales para el desarrollo de las plantas.
El yeso agrícola, por su disponibilidad y bajo costo relativo, se convierte en una solución accesible para los productores que enfrentan la problemática de los suelos salinos. Su incorporación al manejo agronómico puede marcar la diferencia entre una campaña incierta y una cosecha rentable.
Con respaldo científico y ensayos concretos, esta enmienda se consolida como un recurso clave para revitalizar los suelos del sudeste cordobés y otras regiones con similares limitaciones.