Por Agroempresario.com
La diseñadora sustentable Romina Palma encontró un “tesoro” inesperado en las calles de Buenos Aires: paraguas desechados tras los temporales. Este hallazgo se transformó en un emprendimiento de triple impacto llamado Cazaparaguas, que busca revolucionar la moda circular al crear prendas únicas a partir de materiales descartados.
Los días de lluvia en la ciudad suelen dejar calles inundadas, alcantarillas obstruidas y paraguas rotos abandonados. Para Palma, estos objetos descartados no eran basura: eran oportunidades. Inspirada por los principios de la biomimética, disciplina que promueve el diseño basado en la naturaleza y el aprovechamiento de lo disponible, decidió darles una nueva vida.
En 2020, Romina Palma puso en marcha Cazaparaguas, un proyecto que reutiliza paraguas desechados para confeccionar pilotos, camperas y ponchos. Cada prenda requiere la tela de tres paraguas, convirtiéndose en piezas únicas de arte textil. Actualmente, la marca recicla alrededor de 72 paraguas por mes, generando unas diez prendas exclusivas.
Palma ya contaba con experiencia en proyectos de triple impacto: desde Fauna Brava, su marca de juguetes textiles, hasta la creación del Club Social de Costura en 2015, un espacio dedicado a la educación ambiental comunitaria a través de oficios textiles. Esta trayectoria le permitió fusionar lo ambiental, lo social y lo artístico en Cazaparaguas, consolidando una metodología de trabajo sostenible y replicable.
“El paraguas, ese objeto descartado que muchas veces no tiene segunda vida, se volvió para mí un símbolo de posibilidad. Cada pieza es única y se construye combinando tres paraguas; son piezas de arte donde el diseño se pone al servicio de materiales no convencionales”, afirma Palma.
En cinco años de actividad, Cazaparaguas ha reciclado más de 1.000 paraguas, evitando que 110 kilos de tela plástica y 250 kilos de otros materiales terminan como desechos. Además de generar prendas de calidad, la iniciativa crea empleo local y fomenta la economía circular.
El Club Social de Costura funciona como corazón operativo de la marca: los paraguas se lavan, desarman, condicionan y transforman en prendas en talleres donde participan costureras locales. Las partes no utilizadas son entregadas a recuperadores urbanos, cerrando un ciclo de gestión responsable de residuos.
El proceso de Cazaparaguas inicia con la recolección de paraguas desechados, principalmente en los Puntos Verdes Móviles de Buenos Aires y mediante campañas de acopio promovidas en ferias y redes sociales. Una vez en el taller, el material se lava, plancha y cortado, listándose para la confección de nuevas prendas.
“Todo el material es acopiado, desarmado, lavado y planchado en nuestro taller, donde también realizamos parte del corte. Así garantizamos la calidad y la durabilidad de cada prenda”, explica Palma.
El trabajo con materiales reciclados presenta desafíos: la logística de acopio, la gestión de espacios y la capacitación de colaboradores son fundamentales para mantener la sostenibilidad y el impacto del proyecto.
Romina recuerda que el capital inicial de Cazaparaguas fue mínimo. Lo más valioso fue su tiempo, la experimentación y muchas horas de prueba y error. Su primera venta fue una campera 100% hecha con tela de paraguas, adquirida por alguien vinculado a la Comisión de Recursos Naturales del Congreso de la Nación, lo que le mostró el potencial del proyecto.
Hoy, la marca vende entre 6 y 12 prendas mensuales, principalmente camperas y accesorios impermeables. La expansión se logró mediante alianzas con otras marcas, participación en ferias como Bioferia y Puro Diseño, y la creación de una franquicia cultural que permitió desarrollar una metodología replicable.
“Aunque crecemos con impacto y visión de largo plazo, la inversión y las estrategias de venta son esenciales. La gestión de los materiales y el espacio de acopio sigue siendo un cuello de botella”, admite Palma.
Cazaparaguas trabaja con colaboradoras como Gina y Mercedes, y cuenta con costureras aliadas que ayudan en la confección de prendas. Además, Palma destaca la importancia de colaborar con otros emprendedores sustentables:
Estas alianzas permiten optimizar recursos, reducir impacto ambiental y fortalecer la identidad de marca basada en responsabilidad social y ambiental.
Trabajar con materiales reciclados no es simple. Cada prenda requiere esfuerzo manual intensivo y la logística puede ser compleja. Además, es un reto comunicar al público el valor detrás del producto, especialmente cuando se trata de insumos descartados.
“Reducir el impacto ambiental, promovés una economía circular local y contar historias que movilizan. Pero también enfrentás desafíos logísticos y de comunicación, que son inherentes a la moda sustentable”, explica Palma.
Romina Palma asegura que Cazaparaguas va “por buen camino” y que el futuro del proyecto incluye continuar expandiendo la producción y el alcance de la marca. La replicabilidad de su modelo, la colaboración con otros proyectos de triple impacto y el enfoque en educación comunitaria hacen que Cazaparaguas sea un ejemplo de cómo transformar desechos urbanos en moda innovadora y sustentable.
“Nos encanta colaborar con marcas de descarte textil y proyectos de triple impacto porque así generamos sinergia entre diseño, sustentabilidad y comunidad”, concluye.
Cazaparaguas demuestra que la innovación no siempre requiere recursos extraordinarios: a veces, solo se necesita mirar el entorno con ojos curiosos, detectar oportunidades y comprometerse con la comunidad y el ambiente. Lo que comenzó con paraguas desechados en las calles de Buenos Aires hoy se traduce en prendas únicas, impacto social, educación ambiental y una propuesta de moda circular que inspira a toda Argentina.