Por Agroempresario.com
Cada 18 de agosto, bodegas, enólogos, sommeliers y consumidores alrededor del mundo celebran el Día del Pinot Noir, una fecha que pone en relieve a una de las uvas más sofisticadas y, al mismo tiempo, más complejas de trabajar. Su origen en Borgoña, Francia, y su expansión hacia regiones vitivinícolas de climas fríos como Oregón, California, Nueva Zelanda, Chile y Argentina, han convertido a esta cepa en sinónimo de elegancia, frescura y longevidad.
En Argentina, donde el Malbec reina como variedad emblema, el Pinot Noir se abre paso lentamente con cerca de 2000 hectáreas cultivadas. Su presencia se concentra en Mendoza y en la Patagonia, aunque también gana terreno en regiones emergentes como San Juan, los Valles Calchaquíes, Córdoba y Buenos Aires.
A continuación, analizamos por qué el Pinot Noir es considerado “la uva del diablo”, cómo se cultiva, cuál es su potencial en Argentina y qué lo diferencia del Malbec, sin dejar de lado su importancia internacional en vinos espumosos y en los tintos más caros del planeta.
El Pinot Noir es una de las variedades más antiguas de uva que se conocen, con más de mil años de historia documentada en la región de Borgoña. Allí se producen los vinos tintos más prestigiosos y caros del mundo, verdaderos íconos de coleccionistas y críticos.
Su reputación global no solo se debe a su rareza, sino también a su enorme capacidad de expresar el terroir. A diferencia de otras variedades más adaptables, el Pinot Noir es extremadamente sensible al suelo, al clima y a las prácticas de vinificación, lo que genera vinos muy diferentes según la región de origen.
Hoy, además de Borgoña, se destacan regiones como Oregón (EEUU), Sonoma y Santa Bárbara en California, Central Otago en Nueva Zelanda, el Valle de Casablanca en Chile y, más recientemente, zonas de Argentina con climas fríos y noches largas que favorecen su delicadeza.
El apodo de “uva del diablo” resumen la dificultad de cultivar y vinificar al Pinot Noir.
Sin embargo, cuando se logra un buen Pinot Noir, el resultado es un vino de aromas seductores, textura sedosa y frescura única, capaz de evolucionar en botella por décadas.
El Pinot Noir no solo brilla en tintos tranquilos. Es una de las variedades principales en la producción de Champagne, donde se combina con Chardonnay y Pinot Meunier para crear vinos espumosos complejos y de gran estructura.
Cuando se vinifica sin maceración, el jugo es blanco, y de ahí surgen los conocidos “Blanc de Noir”, elaborados exclusivamente con uvas tintas pero con aspecto cristalino.
En Argentina, gran parte del Pinot Noir cultivado en Mendoza se destina a la producción de espumosos de alta gama, impulsando el crecimiento de este segmento.
En Argentina existen alrededor de 2000 hectáreas de Pinot Noir, lo que representa apenas el 1% del total de superficie de vid. Sin embargo, su presencia es estratégica:
Mientras Mendoza orienta gran parte de su Pinot Noir a bases de espumosos, la Patagonia se consolida como referente en tintos varietales gracias a su clima frío y seco, que favorece la acidez y la elegancia de la cepa.
En Argentina, cualquier comparación con el Malbec es inevitable. Mientras este último es jugoso, frutado y expansivo, el Pinot Noir ofrece delicadeza, frescura y textura ligera.
Aunque no compiten en volumen, sí pueden hacerlo en percepción de calidad y sofisticación. Cada vez más bodegas apuestan por diversificar su portafolio incluyendo Pinot Noir como alternativa premium junto al Malbec.
Los Pinot Noir producidos en Argentina pueden dividirse en dos grandes estilos:
En ambos casos, la acidez natural es clave para garantizar frescura y potencial de guarda.
El Pinot Noir es considerado uno de los vinos más versátiles en la mesa. Su cuerpo ligero, sus taninos suaves y su acidez equilibrada lo convierten en un compañero ideal para:
Esta versatilidad lo posiciona como un vino de alta rotación en restaurantes y maridajes gourmet, sumando atractivo para consumidores que buscan nuevas experiencias.
Si bien Borgoña sigue siendo la meca, el Pinot Noir se cultiva con éxito en:
Cada región aporta su sello distintivo, pero la constante es la búsqueda de equilibrio entre fruta, frescura y finura.
El desafío para el Pinot Noir argentino está en ampliar su producción sin perder calidad, consolidar su identidad en el mercado internacional y posicionarse como la alternativa premium junto al Malbec.
La tendencia hacia vinos más frescos y de menor graduación alcohólica favorece su crecimiento. Además, la demanda global de vinos sofisticados y gastronómicos abre oportunidades para los productores locales.
En definitiva, el Pinot Noir seguirá siendo la “uva del diablo”, pero también la llave de acceso a un público que busca exclusividad, delicadeza y complejidad.