El Torrontés argentino se ha consolidado como una de las variedades más distintivas del país, uniendo tipicidad, frescura y carácter aromático en cada copa. Su origen y desarrollo se concentran principalmente en la región noroeste, con un total de 8.392 hectáreas cultivadas, lo que representa el 4,2% del total de vid del territorio nacional.
A pesar de una reducción del 21,9% en la última década y un descenso del 2,2% en el último año, la variedad mantiene su protagonismo como uno de los grandes exponentes de los vinos blancos argentinos, con fuerte arraigo cultural y proyección internacional.
Dentro de la familia Torrontés se destacan tres cepas principales: Torrontés Riojano, que concentra el 80% de la superficie nacional; Torrontés Sanjuanino, con el 14,8%; y Torrontés Mendocino, con el 5,1%.
El Torrontés Riojano, en particular, ocupa el segundo lugar entre las variedades blancas para vinificación, detrás del Pedro Giménez. Su hábitat ideal se encuentra en los valles soleados de La Rioja, San Juan y, especialmente, en los Valles Calchaquíes de Salta, donde el clima de altura potencia sus aromas florales y su frescura natural.
Durante 2024, se comercializaron 192.030 hectolitros de vino varietal Torrontés, un 22,9% más que en 2023, aunque aún sin alcanzar los picos históricos de producción. De ese volumen, el 75% se destinó al mercado interno, mientras que el 25% fue exportado a más de 50 países, con Estados Unidos, Reino Unido y Brasil como principales destinos.
El crecimiento sostenido del Torrontés en los mercados internacionales reafirma su papel estratégico como emblema de la vitivinicultura argentina, destacando el valor del noroeste como cuna de vinos con identidad, calidad y reconocimiento global.