La confirmación de la presencia del salmón Chinook en el río Limay, durante el segundo semestre de 2025, activó una señal de alarma entre científicos, autoridades ambientales y gestores de recursos naturales. Se trata de una especie exótica invasora, originaria del Pacífico Norte, que llegó a la Patagonia por expansión natural desde Chile y que hoy representa una amenaza concreta para el equilibrio ecológico de uno de los sistemas fluviales más importantes del norte patagónico. El hecho resulta relevante porque el Limay cumple un rol clave en la regulación hídrica, la biodiversidad regional y el abastecimiento del valle del río Negro.
El avistamiento se produjo en la zona de Arroyito, aguas abajo del embalse, y fue confirmado por organismos provinciales de fauna. Según los registros oficiales, no se trató de una introducción deliberada ni de una siembra artificial, sino de un evento de migración natural, asociado a la expansión sostenida que el Chinook viene mostrando en la Patagonia desde hace más de dos décadas.

El salmón Chinook (Oncorhynchus tshawytscha), conocido como el “rey de los salmones” por su tamaño, puede alcanzar hasta 1,5 metros de largo y superar los 60 kilogramos de peso, lo que lo convierte en el mayor salmón del mundo. En su ambiente marino es un depredador tope, alimentándose de peces forrajeros como sardinas y anchoas. Aunque los adultos no se alimentan durante su etapa reproductiva en los ríos, su sola presencia genera alteraciones significativas en los ecosistemas de agua dulce.
La historia de esta invasión se remonta a la década de 1970, cuando el Chinook fue introducido en Chile a partir de ejemplares provenientes de ríos del oeste de Estados Unidos, como el Columbia y el Willamette, en el marco de proyectos de acuicultura y experiencias de “salmon ranching”. Con el tiempo, numerosos ejemplares escaparon de centros de cultivo y comenzaron a reproducirse en ambientes naturales.
En apenas cinco décadas, la especie colonizó cuencas patagónicas a una velocidad considerada inédita por la comunidad científica. Primero se estableció en el río Santa Cruz, que hoy funciona como un verdadero nodo genético, y desde allí avanzó hacia otros sistemas fluviales, tanto del lado chileno como argentino, aprovechando las corrientes oceánicas y la conectividad entre cuencas.
Actualmente, el Chinook está presente en ríos como Gallegos, Chubut, Futaleufú, Pico, Corcovado, Negro y ahora también el Limay. En Chile, el río Toltén alberga poblaciones que superan los 40.000 individuos, lo que da una dimensión del potencial de expansión de la especie.

El ingreso al Limay genera especial preocupación por las características ecológicas de este sistema. Se trata de un río históricamente oligotrófico, es decir, con bajos niveles de nutrientes, condición que sostiene comunidades de peces nativos como percas y péladillos, además de invertebrados acuáticos adaptados a ese equilibrio frágil.
El Chinook altera este esquema de varias maneras. Durante el desove, remueve el lecho del río para construir nidos, modificando la estructura del fondo. Tras la reproducción, los adultos mueren y sus carcasas, que pueden contarse por cientos o miles en eventos masivos, liberan grandes cantidades de materia orgánica y nutrientes. Estudios en ríos chilenos muestran que este aporte puede incrementar hasta en un 30% la biomasa de algas, con riesgo de eutrofización y cambios profundos en la cadena trófica.
Además del impacto físico y químico, existe un efecto biológico directo. Aunque los adultos no se alimentan en agua dulce, su comportamiento es territorial y agresivo, lo que desplaza a especies nativas de zonas clave de reproducción. Los juveniles, en cambio, sí se alimentan activamente y consumen alevines y organismos locales, generando una presión adicional sobre poblaciones ya sensibles.

Especialistas en ecología fluvial advierten que la detección de pocos ejemplares suele representar un fenómeno de “borde de invasión”, es decir, eventos iniciales que anteceden a colonizaciones más amplias si no se actúa a tiempo. En ese sentido, el caso del Limay es observado como una línea de defensa crítica para evitar la consolidación de nuevos focos reproductivos en el norte de la Patagonia.
La expansión del Chinook no solo plantea un desafío ambiental, sino también social y sanitario. La acumulación de peces muertos en las orillas genera malos olores, deterioro paisajístico y atrae carroñeros, afectando a comunidades ribereñas y actividades recreativas. Estos impactos ya se registraron en otras cuencas patagónicas donde la especie se estableció de forma permanente.

Frente a este escenario, algunas provincias comenzaron a adoptar marcos regulatorios específicos. En Santa Cruz, la Legislatura declaró al Chinook como especie exótica invasora, aunque habilitó su uso controlado mediante planes oficiales que buscan reducir la biomasa y, al mismo tiempo, generar oportunidades económicas ligadas a la pesca artesanal y el turismo. En Tierra del Fuego, la pesca deportiva del Chinook y del salmón Coho está permitida bajo cupos estrictos y regulaciones específicas.
En el caso del Limay, las autoridades priorizan la detección temprana de desoves y juveniles, el monitoreo permanente y la evaluación de estrategias de control que no perjudiquen a las especies nativas. Entre las herramientas en análisis se encuentran la pesca selectiva, barreras físicas en sectores sensibles y campañas de concientización.
Según informó Más Producción LM Neuquén, el avance del salmón Chinook obliga a repensar la gestión de los ríos patagónicos desde una mirada integral, que combine ciencia, política pública y participación social. El dilema de fondo sigue abierto: si la especie debe ser considerada únicamente una amenaza a erradicar o si es posible, bajo condiciones estrictas, convertirla en un recurso controlado sin comprometer la biodiversidad.

Lo que está claro es que el río Limay se convirtió en un punto estratégico dentro de esta disputa ecológica. La forma en que se actúe en los próximos años será determinante para definir si la invasión se expande hacia nuevas cuencas o si logra ser contenida. En un contexto de ecosistemas frágiles y presiones crecientes, la ventana de acción es limitada y las decisiones que se tomen hoy marcarán el futuro ambiental de la Patagonia norte.