Por Agroempresario.com
Pensar en vinos argentinos remite inevitablemente a la región de Cuyo, a tierras áridas y a un clima seco que, bajo la protección de la cordillera de los Andes, da lugar a algunos de los mejores viñedos del mundo. Mendoza ha sido históricamente el epicentro de esa cultura vitivinícola, con más superficie cultivada, mayor cantidad de bodegas y un liderazgo exportador que la posiciona como referencia internacional. Sin embargo, en los últimos años, San Juan ha decidido trazar un camino propio, con la mirada puesta en un reposicionamiento estratégico que combine tradición, innovación y diversificación productiva.
Ese objetivo se cristaliza en el Plan Estratégico Vitícola Provincial, una iniciativa que busca fortalecer los distintos valles productivos de la provincia y generar un entramado entre producción, enoturismo y nuevas oportunidades comerciales. La meta no es menor: devolver a San Juan un lugar destacado en el mapa de los vinos de alta gama de la Argentina y del mundo.
El encargado de llevar adelante este desafío es Gustavo Fernández, ministro de Producción de la provincia, quien en diálogo con Agroempresario.com destacó la necesidad de construir una visión integral. Para él, San Juan no es solo un territorio con historia vitivinícola, sino también un ecosistema en el que la minería, la energía y la agricultura pueden articularse de manera sostenible.
La mirada está puesta en valles como Calingasta, Barreal, Zonda y Pedernal, territorios que hasta hace algunos años eran poco explorados para la vitivinicultura, pero que hoy despiertan interés por su potencial. Con amplitud térmica aún mayor que la de Mendoza, suelos escarpados y un microclima diferenciado, estos lugares ofrecen condiciones excepcionales para el desarrollo de vinos de alta calidad.
“En estas nuevas tierras, a un valor significativamente menor, se están obteniendo las mismas calidades que en el Valle de Uco. Incluso hay malbecs con calidad superior”, aseguró Fernández. Su diagnóstico coincide con productores como Eduardo Sánchez, quien advierte que esas zonas tienen un potencial turístico y enológico que ya atrae a inversores mendocinos.
El desafío, sin embargo, no es solo productivo. El déficit de infraestructura, la falta de mano de obra estable y la logística limitada marcan el ritmo de los proyectos. “Tenemos que desarrollar caminos, mejorar la conectividad y garantizar energía e infraestructura de riego para que estos valles puedan competir en igualdad de condiciones”, remarcó el ministro.
La propuesta del gobierno provincial es convocar a todos los actores de la cadena —productores de uva para fresco, pasas, mosto, enoturismo y vino fraccionado— a una mesa común. El objetivo es consensuar lineamientos que permitan orientar inversiones, diseñar políticas de promoción y fortalecer la marca San Juan.
“Queremos recuperar el posicionamiento de San Juan como productor de vinos de alta calidad en la cabeza del consumidor argentino y en mercados internacionales. Hoy ya llegamos a Estados Unidos, Canadá y Brasil, pero necesitamos ampliar la presencia y consolidar una identidad propia”, explicó Fernández.
El ministro resaltó, además, que la diferenciación no pasa solo por competir con Mendoza, sino por capitalizar la diversidad de los valles sanjuaninos. “Cada valle es una historia distinta, y esa heterogeneidad es nuestra fortaleza”, afirmó.
Uno de los puntos más innovadores de la estrategia sanjuanina es la búsqueda de sinergias con la minería. En un contexto de restricciones fiscales y limitaciones presupuestarias, la provincia ve en los proyectos mineros una fuente de financiamiento para obras de infraestructura claves para el agro: caminos, energía, canales de riego y sistemas de distribución de agua.
“En los tiempos que vivimos, el financiamiento estatal es complejo. Pero en San Juan tenemos la oportunidad de que la minería sea socia del desarrollo agroindustrial. Las inversiones en líneas eléctricas, en caminos y en sistemas de riego no solo benefician a la actividad minera, sino también a nuestros cultivos”, sostuvo Fernández.
La provincia ya es líder en energía fotovoltaica en Argentina, y ese desarrollo energético se complementa con la visión de aprovechar regalías mineras para proyectos hídricos. La meta es modernizar canales, entubarlos y reducir las pérdidas de agua que hoy alcanzan a la mitad del caudal en los trayectos de conducción.
Uno de los principales temores en la región cuyana es la competencia por el uso del agua entre agricultura y minería. Fernández busca despejar dudas con cifras: el agro consume cerca del 90% del agua de los ríos y acuíferos subterráneos, mientras que la minería utiliza menos del 1%. Incluso con nuevos proyectos de cobre, la demanda minera no superaría el 4 o 5% del total.
Además, la experiencia de Chile es un modelo a seguir: allí, las grandes minas de cobre ya utilizan agua desalinizada del océano Pacífico. San Juan planea replicar ese esquema para garantizar que la minería no compita con la agricultura por el recurso hídrico.
“Queremos una minería sostenible que no solo cumpla con estándares ambientales, sino que también potencie otras actividades económicas. Para eso, necesitamos un control estricto y un compromiso político firme”, señaló el ministro.
Nada de la evolución vitivinícola sería posible sin el trabajo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), cuyos profesionales han desarrollado bancos de germoplasma y proyectos de investigación clave para la región. Fernández destacó la cooperación entre la provincia y el organismo, que incluye apoyo a la investigación en vitivinicultura, olivicultura y control fitosanitario.
“El INTA es una institución estratégica que debemos sostener. Sus aportes en genética, semillas y sanidad vegetal son fundamentales para consolidar nuestro plan productivo”, afirmó.
El enoturismo es otro de los pilares del Plan Estratégico Vitícola. La apuesta es que los visitantes descubran la diversidad de los valles sanjuaninos y que la experiencia turística se convierta en un vehículo para posicionar internacionalmente a la provincia.
Eventos como el Concurso Nacional de Vinos Cata San Juan, que se realiza desde hace 37 años, son la plataforma ideal para mostrar al país y al mundo la calidad de los vinos locales. El desafío ahora es vincular esa tradición con nuevos atractivos que integren turismo, gastronomía y cultura.
San Juan tiene por delante un desafío mayúsculo: consolidar su lugar en la vitivinicultura de excelencia sin descuidar su matriz diversificada. La conjunción de agro, energía renovable, minería y turismo aparece como una oportunidad única para generar empleo, atraer inversiones y proyectar la provincia hacia los mercados globales.
“El camino no es competir con Mendoza, sino construir nuestra propia identidad. San Juan tiene valles únicos, gente comprometida y un Estado que acompaña. Si logramos articular todo eso, vamos a tener los mejores vinos del país y una provincia que mira al futuro con confianza”, concluyó Fernández.