El Gobierno de Brasil celebró este sábado la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reducir aranceles a una serie de productos agrícolas brasileños, una medida que fue confirmada por el vicepresidente y ministro de Comercio, Geraldo Alckmin, quien destacó que la rebaja “es positiva”, aunque subrayó que el país seguirá negociando para eliminar las tasas adicionales aún vigentes. El anuncio se produjo en Brasilia, donde Alckmin explicó que la revisión parcial representa un avance, pero no resuelve la situación generada por los recargos que Washington impuso en los últimos meses, motivo por el cual el diálogo bilateral continúa siendo crucial.
La medida dispuesta por la Casa Blanca excluye de aranceles a exportaciones de café, frutas y carnes, entre otros bienes, afectados por los ajustes comerciales introducidos por la administración Trump al retomar el poder en enero. Sin embargo, los productos brasileños siguen enfrentando sanciones vinculadas a decisiones políticas internas del país sudamericano, lo que mantiene abierta una disputa que Brasil considera injustificada. Según Alckmin, “Brasil quiere diálogo y negociación” para “resolver lo más rápido posible la actual situación”, ya que la política arancelaria estadounidense actual “es una distorsión que precisa ser corregida”, afirmó el funcionario al dialogar con periodistas en la capital brasileña.

La controversia se remonta a la decisión del Gobierno estadounidense de imponer aranceles generales de entre 10% y 15% a casi todos los países, como parte de la estrategia de Trump para reordenar el comercio exterior. Sin embargo, en el caso de Brasil, Washington añadió un fuerte recargo del 40% sobre una parte sustancial de las exportaciones brasileñas, como represalia por la condena de Jair Bolsonaro, exmandatario y figura central de la ultraderecha, quien fue sentenciado a 27 años de prisión por delitos relacionados con un intento de golpe de Estado. El proceso judicial, que escaló tensiones internas y externas, derivó en una respuesta directa de la Casa Blanca que Brasil consideró desproporcionada.
La reducción parcial anunciada por Trump este viernes no incluye la eliminación de las sanciones de carácter político, que continúan aplicándose pese a las gestiones diplomáticas iniciadas por el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Según fuentes oficiales, Brasil busca que la revisión integral de los aranceles contemple tanto los ajustes técnicos como la remoción de las medidas vinculadas al caso Bolsonaro. “Hay espacio para un entendimiento”, insisten en el entorno presidencial, donde interpretan la decisión de Washington como un gesto inicial para reencauzar el vínculo bilateral.
El vínculo entre ambos países permanecía prácticamente congelado desde el regreso de Trump a la presidencia estadounidense, en enero pasado. Las tensiones se profundizaron durante los primeros meses del año, cuando la Casa Blanca frenó conversaciones económicas y redujo la interacción entre funcionarios de comercio exterior. Sin embargo, la Asamblea General de la ONU, celebrada recientemente en Nueva York, abrió una ventana de distensión. Durante el encuentro, Trump y Lula mantuvieron una breve conversación que, según ambos, mostró una “química” inesperada y sentó las bases para una reunión formal que tuvo lugar semanas más tarde en Malasia, marcando el reinicio de los contactos diplomáticos.
A partir de ese encuentro, equipos técnicos de ambos gobiernos comenzaron a discutir una posible revisión del esquema arancelario, con la intención de evaluar los impactos comerciales y políticos de las medidas adoptadas en los últimos meses. Según datos oficiales, Brasil mantiene desde hace más de quince años una relación comercial deficitaria con Estados Unidos, una situación que la política arancelaria reciente solo agravó. De acuerdo con analistas del sector, el acercamiento entre Trump y Lula podría favorecer un rediseño de los flujos comerciales y reducir la presión sobre industrias brasileñas orientadas a la exportación.
En paralelo a la negociación con Brasil, Estados Unidos informó que decidió pausar las conversaciones para un acuerdo comercial con Tailandia, luego de que Bangkok suspendiera el acuerdo de paz firmado en octubre con mediación de Trump. El gobierno tailandés recibió una notificación oficial en la que Washington comunicó que las negociaciones se interrumpen temporalmente debido a la escalada de tensiones en la frontera común con Camboya, un conflicto que esta semana derivó en enfrentamientos armados y dejó un saldo de un muerto y tres heridos del lado camboyano.
En un comunicado difundido por la cancillería tailandesa, Bangkok expresó su decepción ante la postura estadounidense, al remarcar que “las cuestiones de seguridad no deben vincularse a los asuntos comerciales” en discusión. Estados Unidos, no obstante, respondió que aguardará a que Tailandia reafirme su compromiso con la implementación del acuerdo de paz antes de retomar las conversaciones. “Esperamos que Tailandia y Camboya puedan alcanzar una solución a este asunto lo antes posible”, señaló la carta enviada por la administración Trump, según informó el gobierno tailandés.
La conexión entre ambos procesos —el acercamiento con Brasil y la suspensión del diálogo con Tailandia— refleja una tendencia más amplia en la política comercial estadounidense bajo Trump: la utilización del comercio como herramienta para influir en decisiones políticas y de seguridad de otros países. Mientras Brasil encara negociaciones para revertir tarifas consideradas un castigo, Tailandia enfrenta la paralización de un acuerdo clave en plena disputa fronteriza. En ambos casos, la Casa Blanca respalda sus decisiones en criterios estratégicos que trascienden lo estrictamente económico.
Para el Gobierno de Lula, la prioridad inmediata es lograr que Estados Unidos elimine las tasas adicionales y consolide un nuevo marco comercial basado en previsibilidad y estabilidad. La diplomacia brasileña confía en que la relación personal entre ambos mandatarios —un factor que Trump ha valorado públicamente en numerosas ocasiones— contribuya a destrabar la negociación. Mientras tanto, los sectores productivos brasileños observan con expectativa el avance del diálogo, dado que la reducción de aranceles podría mejorar la competitividad de las exportaciones agrícolas, uno de los pilares de la economía del país.
Aunque la revisión anunciada representa un primer paso, funcionarios brasileños coinciden en que el proceso recién comienza. El desafío será equilibrar las demandas políticas internas de Washington con los intereses comerciales de Brasil, una tarea que exigirá un trabajo diplomático sostenido durante los próximos meses. La Casa Blanca, por su parte, no descarta nuevas modificaciones al esquema arancelario, siempre y cuando exista un compromiso de Brasil para mantener un diálogo abierto y orientado a “corregir desequilibrios”, según remarcan fuentes estadounidenses involucradas en la negociación.
Mientras las conversaciones avanzan, los gobiernos de Brasil y Estados Unidos buscan reconstruir un vínculo marcado por tensiones, alineamientos circunstanciales y giros bruscos en los últimos años. La expectativa regional y global se concentra en cómo evolucionará esta nueva etapa de la relación bilateral y en si el diálogo actual logrará transformar un escenario conflictivo en una oportunidad para reimpulsar los lazos comerciales. Por ahora, la rebaja parcial de aranceles aparece como un gesto inicial que Brasil valora, pero que considera insuficiente sin una revisión integral que elimine todas las restricciones, según destacó Infobae en su cobertura del avance de las negociaciones.