Por Agroempresario.com
Tras el anuncio de Javier Milei en Palermo, el gobierno argentino decidió reducir de manera permanente los derechos de exportación sobre granos, así como sobre las carnes vacuna y de pollo. La medida fue recibida con agrado, aunque algunos especialistas advierten que las posibilidades de nuevas rebajas son limitadas.
El economista Franco Artusso, de Fundación Mediterránea (Ieral), destacó que la baja de los derechos de exportación representa una mejora concreta para los productores, pero que los márgenes proyectados para la campaña 2025/26 siguen por debajo del promedio de las últimas ocho campañas, y la carga tributaria continúa siendo elevada.
Por su parte, Marcelo Capello señaló que las retenciones explican gran parte del superávit fiscal del país. “El superávit primario antes del pago de intereses de la deuda era de 1,6 puntos del PBI, mientras que las retenciones significan una recaudación equivalente a 1% del PBI, pudiendo llegar a 2 puntos en años mejores”, explicó.
Capello advirtió que, aunque las retenciones son un impuesto distorsivo que debería eliminarse, su impacto en la recaudación hace improbable una eliminación completa sin un fuerte ajuste del gasto público. “Para mantener el superávit primario necesario para pagar los intereses de la deuda, será difícil reducir más las retenciones. En el mejor de los casos, se podrían implementar reducciones graduales”, afirmó.
El economista también recordó que la presión impositiva en Argentina es de las más altas de Latinoamérica, junto con Brasil, alcanzando alrededor del 30% del PBI en la actualidad, frente al 33% registrado en 2015. “No solo es elevada, sino que su estructura es muy distorsiva. Las cargas patronales desalientan el trabajo formal”, señaló Capello.
Además de las retenciones, otros tributos contribuyen a los costos productivos. Entre ellos, el Impuesto al Cheque, que grava débitos y créditos bancarios, representa aproximadamente otro 1% del PBI. “Los pedidos de baja o eliminación del Impuesto al Cheque compiten con los reclamos de reducción de retenciones. Este impuesto incentiva la informalidad en los negocios”, aseguró Capello.
El economista también destacó que, según lo acordado en el Pacto Fiscal de 1992, se estableció una alícuota cero de Ingresos Brutos para el sector agroindustrial, algo que muchas provincias todavía no aplican. “Esto afecta directamente a la producción y al valor final del producto, ya que el impuesto es acumulativo”, explicó.
En síntesis, mientras el sector agropecuario financia gran parte del superávit fiscal, la presión tributaria general sigue siendo un desafío. Capello concluye que las nuevas rebajas de retenciones dependerán de un delicado equilibrio entre sostenimiento fiscal y reducción de cargas impositivas, un proceso que será gradual y sujeto a la evolución de las cuentas públicas.
El análisis muestra que las medidas adoptadas para granos, carne vacuna y pollo mejoran la competitividad del sector, pero no eliminan la necesidad de planificar cuidadosamente cualquier reducción adicional, considerando el impacto sobre la recaudación y el déficit fiscal.
En este contexto, los productores y empresas deben mantenerse atentos a las futuras decisiones del gobierno y al desarrollo de la política fiscal, ya que los ajustes tributarios seguirán siendo un factor clave en la planificación económica del agro y otros sectores productivos.