Por Agroempresario.com
En ciudades como Beijing y Shanghái, la lucha contra el desperdicio de alimentos ha dado lugar a un sistema innovador que convierte productos vencidos en fertilizantes naturales y alimento para animales, generando un modelo de economía circular con beneficios ambientales y económicos.
“Lo que antes parecía un problema imposible hoy se transforma en una oportunidad para la sostenibilidad”, afirma Li Wei, ingeniera ambiental y consultora en reciclaje. “Cada kilo de alimento vencido puede regresar a la cadena productiva, ya sea fertilizando los campos o nutriendo al ganado”, agrega.
El proceso inicia con la recolección y transporte de alimentos caducados en camiones especializados que recorren restaurantes, supermercados y fábricas. Una vez en las plantas de reciclaje, los productos pasan por un sistema de desempaquetado y esterilización a altas temperaturas para eliminar envases, residuos y bacterias.
“Es esencial garantizar que todo sea seguro antes de reutilizarlo”, explica Zhang Min, directora de una planta en Guangzhou. “La esterilización elimina patógenos y permite que los alimentos se reintegren sin riesgos”.
Tras esta etapa, los desechos se transforman en polvo o compuestos mediante molienda y filtrado. El resultado se utiliza como base para biofertilizantes ricos en nutrientes y piensos para animales, asegurando que nada se pierda y maximizando la eficiencia de los recursos.
Este sistema no solo reduce el desperdicio, sino que también disminuye la emisión de metano, un potente gas de efecto invernadero, y fomenta la economía circular, donde los materiales recuperados encuentran nuevos usos.
“Antes, este material contamina y ocupaba espacio”, señala Li Wei. “Ahora se transforma en nutrientes que enriquecen los suelos y fortalecen los ecosistemas”.
Los biofertilizantes obtenidos con este proceso mejoran la productividad agrícola y la calidad del suelo. Estudios locales indican que los terrenos tratados retienen hasta un 20% más de agua y nutrientes que los tratados únicamente con fertilizantes químicos.
Si bien China se posiciona como referente en innovación ambiental, el modelo enfrenta desafíos: asegurar la inocuidad de los productos reciclados, mantener la logística eficiente y fomentar la separación de residuos en la población.
“Todavía existe cierta resistencia a utilizar productos derivados de alimentos vencidos”, reconoce Zhang Min. “Por eso la concienciación es fundamental: no se trata de materiales peligrosos, sino de recursos que benefician la tierra y la producción de alimentos”.
A nivel global, el desperdicio alimentario sigue siendo un desafío crítico. La FAO estima que cerca de un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierde cada año. La experiencia china demuestra que convertir desechos en recursos es posible y beneficioso para la sostenibilidad agrícola y ganadera.
El modelo chino deja una enseñanza clara: los residuos de hoy pueden convertirse en los recursos del mañana. Cada bolsa de arroz caducada, fruta pasada o producto no comercializable encuentra un nuevo destino en la agricultura y la alimentación animal.
La implementación de sistemas similares en otros países podría reducir significativamente el desperdicio, mejorar la fertilidad del suelo y contribuir a la seguridad alimentaria global. Además, fomenta la adopción de prácticas de reciclaje y economía circular, ofreciendo soluciones replicables para ciudades con altos volúmenes de residuos alimentarios.
En un escenario donde la sostenibilidad cobra cada vez más importancia, esta estrategia muestra que el desperdicio alimentario no solo es un problema a resolver, sino una oportunidad para generar valor económico y ambiental.