Por Agroempresario.com
En el marco del III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, Martín Biscaisaque, presidente de Argentrigo, ofreció una conferencia en la que abordó los principales desafíos de la cadena triguera, la competitividad perdida del agro argentino y la necesidad urgente de un cambio en el marco institucional que impulse inversión, innovación y agregado de valor.
Biscaisaque, productor de Necochea y referente en el sector, trazó un paralelismo con el automovilismo para graficar la situación del trigo: “Producimos más de 20 millones de toneladas, movilizamos 400.000 empleos, pero estamos andando con el freno de mano puesto. El problema no es el motor, sino las ataduras institucionales”, afirmó.
Argentina es reconocida globalmente como proveedor confiable de alimentos. Sin embargo, según Biscaisaque, este rol histórico hizo que en los ámbitos decisorios se desatendiera el problema de la competitividad.
El trigo es un ejemplo paradigmático. Con más de 20 millones de toneladas producidas anualmente y una cadena de valor que genera 400.000 empleos en todo el país, la producción no es el problema. La dificultad radica en que, pese a ese potencial, las políticas actuales impiden desplegar toda su capacidad.
“De cada 100 pesos de margen neto que genera un productor, 78 se los queda el Estado. Es insostenible. Eso drena inversión y elimina la posibilidad de financiar innovación”, subrayó el titular de Argentrigo, citando datos de FADA (julio 2025).
El dirigente desglosó lo que considera las tres principales ataduras del agro argentino:
El titular de Argentrigo planteó que la salida no es sectorial sino integral: “No es un reclamo del campo, es una visión de desarrollo nacional. Tres de cada cuatro empleos de la cadena triguera están en las ciudades y pueblos”.
En este sentido, propuso cuatro pilares de transformación:
Uno de los ejes centrales de la exposición fue el cambio cultural que necesita el agro. Según Biscaisaque, los productores argentinos han trabajado históricamente con lógica de volumen y no de valor agregado.
“Para cambiar esta cultura necesitamos una mesa donde se contemplen todos los intereses: Estado, sistema científico, productores, industriales y exportadores. Eso tratamos de hacer desde Argentrigo, aunque no es fácil”, reconoció.
Ese cambio implica entender que la competitividad no se mide solo en toneladas o productividad por hectárea, sino en la capacidad de diferenciarse, innovar y generar empleo de calidad en toda la cadena.
En su cierre, Biscaisaque dejó un mensaje contundente:
“La competitividad no es producir biomasa, ni transformarla industrialmente, ni contar con talento. Todo eso lo tenemos. Pero la competitividad no es suerte ni clima: es una decisión cultural. Y necesitamos tomarla de una vez por todas”.
El dirigente enfatizó que Argentina tiene los recursos naturales, el conocimiento técnico y el capital humano para liderar la agroindustria a nivel global. Pero mientras persista un marco institucional restrictivo, esa potencia seguirá atada.
Biscaisaque comparó la situación argentina con la de países competidores:
La conclusión fue clara: “No podemos seguir discutiendo cómo llegar al campo mientras otros planifican obras del siglo XXII. Si no cambiamos el marco institucional, vamos a quedar fuera del mapa competitivo”.
El mensaje final estuvo dirigido no solo a productores, sino también a la dirigencia política, académica y empresarial.
“La cadena triguera sostiene 400.000 empleos. No es un reclamo sectorial. Cada kilo de pan que compramos tiene un peso en impuestos. La discusión de la competitividad es una discusión de país”.
Biscaisaque pidió dejar de lado divisiones coyunturales y sentarse en una mesa nacional que piense el desarrollo de manera integral, con políticas de Estado a largo plazo.