Por Agroempresario.com
Diego Bracco, presidente de la Cámara Argentina del Maní (CAM), fue uno de los protagonistas del III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero. En su disertación, Bracco hizo un repaso por la historia de la institución, la evolución productiva del sector, los logros alcanzados en materia de exportaciones y sostenibilidad, y los desafíos a futuro, entre los que resaltó la necesidad de potenciar el consumo interno de maní en Argentina.
La Cámara Argentina del Maní (CAM) celebró recientemente sus 50 años de trayectoria, consolidándose como una de las entidades más relevantes de las economías regionales. Creada en 1975 como una cámara de acopiadores, con el tiempo se transformó en una organización que nuclea a las principales industrias maniseras del país.
Hoy la CAM reúne 22 industrias, de las cuales 21 se encuentran en Córdoba y una en Salta. Además, está en construcción una nueva planta en el sur de Santa Fe, lo que demuestra la expansión del sector en distintas provincias argentinas.
El maní, inicialmente producido en Argentina para obtener aceite, atravesó un cambio radical en los años setenta, cuando comenzó a industrializarse como alimento de consumo humano. A partir de allí, se desarrolló un sector pujante que hoy posiciona al país como líder mundial en exportaciones.
Uno de los datos más relevantes que compartió Bracco es la paradoja de Argentina: somos el primer exportador mundial de maní para consumo humano, pero apenas el octavo productor en volumen total.
Mientras países como China, India o Estados Unidos destinan gran parte de su producción al consumo interno, en Argentina el panorama es distinto. Con una población de 54 millones de habitantes, el consumo interno de maní apenas alcanza las 50.000 toneladas anuales, lo que equivale a menos de un kilo por habitante por año.
En contraste, el país produce 1,5 millones de toneladas de maní, de las cuales exporta el 90%. “Esto refleja que nuestro modelo productivo está pensado para exportar, con estándares de calidad internacional, mientras que a nivel interno aún falta generar cultura de consumo”, explicó Bracco.
El 80% de las exportaciones de maní argentino se dirige a Europa, principal bloque importador a nivel global. Este mercado, altamente exigente, reconoce en Argentina un proveedor confiable gracias a sus estándares de calidad, inocuidad y trazabilidad.
Además, países de Asia, como Indonesia, también figuran entre los destinos, aunque demandan productos de menor calidad destinados a la producción de aceite. Sin embargo, Bracco resaltó que incluso en mercados fuera de Europa, muchas empresas multinacionales exigen los mismos estándares de calidad que en sus casas matrices, lo que representa un desafío pero también una oportunidad para la industria argentina.
En su exposición, Bracco subrayó la importancia de la sostenibilidad y la innovación tecnológica como pilares del sector. Desde la década del noventa, la cosecha de maní se industrializó con el uso de maquinaria que permite optimizar el proceso y garantizar inocuidad.
Hoy, todas las plantas de la CAM cuentan con certificaciones internacionales como HACCP, BRC y Buenas Prácticas Agrícolas, además de auditorías externas vinculadas a estándares laborales y comunitarios.
Un aspecto destacado es el aprovechamiento integral de la producción. La cáscara del maní, que antes era un desecho, ahora se reutiliza en planta de bioenergía, generando electricidad. En Córdoba ya funcionan al menos cuatro plantas que transforman este subproducto en energía limpia, fortaleciendo la economía circular.
Conscientes de la baja penetración del consumo interno, la Cámara Argentina del Maní lanzó hace cinco años la campaña “Maní para mí”, destinada a promover el consumo de maní en el mercado local.
La iniciativa, con fuerte presencia en redes sociales, busca mostrar la versatilidad del producto a través de recetas y propuestas de consumo, más allá del clásico maní salado acompañado de cerveza.
“El objetivo es que el maní se incorpore en la dieta diaria, como ocurre en Estados Unidos, donde la manteca de maní es un producto de consumo masivo. Queremos que en las mesas argentinas haya frascos de pasta de maní junto al dulce de leche”, sostuvo Bracco.
La Fundación Maní, brazo científico y tecnológico de la CAM, trabaja junto a industrias europeas en proyectos de agricultura regenerativa y medición de huella de carbono.
Más de 11.000 hectáreas en Argentina ya están bajo esquemas de medición de huella ambiental, y unas 120.000 hectáreas cuentan con certificaciones externas en Buenas Prácticas Agrícolas.
“Europa nos marca el rumbo, porque nuestros clientes tienen compromisos ambientales hacia 2030. La buena noticia es que Argentina tiene todas las condiciones para posicionarse como un proveedor sostenible”, remarcó Bracco.
El maní argentino es mucho más que un producto de exportación: constituye una verdadera economía regional que impacta en más de 30 pueblos del interior, donde genera empleo, arraigo y desarrollo local.
Además, la rotación de cultivos que requiere el maní permite preservar la calidad de los suelos y diversificar la producción en provincias como Córdoba, La Pampa y Buenos Aires.
“Cada hectárea sembrada de maní genera valor agregado en toda la cadena: desde la producción primaria hasta la industrialización y la exportación”, enfatizó el presidente de la CAM.
Otro de los proyectos estratégicos de la institución es el relanzamiento del Instituto Argentino del Maní, orientado a la formación técnica de jóvenes en la cadena manisera.
La iniciativa busca formar mano de obra calificada en las zonas productoras, ofreciendo cursos de un año con formación básica en procesos industriales, para luego especializarse dentro de las empresas de la región.
“Necesitamos que los jóvenes se queden en sus pueblos y tengan oportunidades laborales en la industria. La capacitación es clave para sostener el crecimiento del sector”, sostuvo Bracco.