El analista financiero Javier Timerman, fundador de Adcap, afirmó que los inversores internacionales atraviesan un momento de confianza inusual hacia la Argentina luego de las elecciones nacionales, convencidos de que la etapa política ofrece previsibilidad y elimina la probabilidad de un giro brusco en la conducción económica. Desde esa perspectiva, evaluó que el mercado interpreta el actual escenario como el inicio de un ciclo prolongado de estabilidad y reformas, capaz de modificar de manera estructural el funcionamiento económico del país.
Timerman explicó que, en las últimas semanas, se observó un crecimiento marcado en el apetito por los activos argentinos, impulsado por la lectura de que el Gobierno de Javier Milei logró despejar las dudas sobre su continuidad y consolidar una base política que reduce la volatilidad institucional. Esa percepción, sostuvo, generó un clima en el que el mercado tolera incluso la ausencia de avances en temas sensibles, como la acumulación de reservas o la corrección de desajustes macroeconómicos.
De acuerdo con su análisis, el comportamiento de los inversores responde a una dinámica en la que la política adquiere un peso mayor que los datos económicos. En un país que atravesó cambios bruscos de rumbo, sostiene, la eliminación del riesgo político funciona como un nuevo ancla y redefine la evaluación que hacen los mercados sobre el futuro cercano.
Timerman subrayó que la reacción del mercado no surge de mejoras cuantificables en la economía real, sino de un factor que históricamente condicionó el desempeño financiero argentino: la incertidumbre electoral. Recordó que episodios recientes, como las elecciones primarias de 2019, generaron pérdidas profundas en los activos locales y marcaron una tendencia que se repetía cada vez que un proceso electoral amenazaba con modificar de forma abrupta el rumbo económico.
En ese sentido, la última elección fue, según su visión, un hito porque redujo la posibilidad de un cambio abrupto y estableció una continuidad que los mercados valoran como decisiva. “La política dejó de ser una amenaza inmediata”, dijo, y señaló que esa sensación explica la rapidez con la que se recuperó la confianza.
Para el analista, la priorización de la estabilidad por parte de una porción relevante del electorado envía una señal clara al mercado. Esa coincidencia entre la demanda social y la expectativa financiera —que otras veces se mostraron desalineadas— permitió unificar el diagnóstico y reforzar la percepción de previsibilidad.
De acuerdo con Timerman, los inversores organizaron su expectativa sobre la Argentina a través de una secuencia temporal que comenzó a definirse a fines del año pasado. Ese esquema marca que 2024 fue un año de ajuste; que 2025 debería ser un período de rebote económico y fortalecimiento de reservas; que 2026 quedaría destinado a las reformas profundas; y que 2027 sería el año de una eventual consolidación política mediante la reelección.
Sin embargo, reconoce que uno de los puntos que no logró cumplirse fue la acumulación de reservas, una variable clave para la robustez del programa económico. Según su análisis, el reciente acuerdo con Estados Unidos introduce un respaldo adicional que fortalece la posición del país y compensa, en parte, esa limitación.
El optimismo, aun así, se mantiene. Timerman advierte que los mercados financieros pueden sostener expectativas “irracionales” por períodos prolongados, especialmente cuando consideran que un país se encuentra frente a un cambio de régimen político y económico. Esa lógica, señala, describe con precisión el momento actual.

Uno de los ejes que concentró el análisis de Timerman es la política cambiaria y, en particular, el uso de bandas cambiarias, un esquema que el Gobierno adoptó como herramienta de transición. El analista sostuvo que las bandas responden a acuerdos internacionales y se aplican usualmente en países con reservas insuficientes para sostener un tipo de cambio libre de sobresaltos.
Explicó que este modelo funciona cuando los agentes económicos creen que los valores establecidos son sostenibles, algo que no ocurre en contextos de baja acumulación de reservas. En ese escenario, sostuvo, la llegada del tipo de cambio a los extremos de la banda genera más dudas que certezas, porque los operadores asumen que el límite puede ser superado.
Aun así, consideró que la preocupación por las reservas perdió intensidad tras la elección, ya que el principal factor de riesgo —la incertidumbre política— disminuyó de manera significativa. Esa combinación abre una ventana para replantear el esquema cambiario.
Timerman sostiene que existe consenso entre los inversores y dentro del propio Gobierno sobre la necesidad de avanzar hacia un sistema de flotación libre. La cuestión, afirma, ya no es conceptual sino temporal: definir cuándo y cómo se instrumentará la transición. En su visión, el Ejecutivo podría introducir un esquema más flexible antes de eliminar completamente las bandas, lo que permitiría absorber tensiones y mejorar la previsibilidad.
El analista remarcó que el entusiasmo actual no debe confundirse con una mejora económica plena, sino que expresa una lectura de mediano plazo sobre el potencial del país. Los inversores, afirma, evalúan la posibilidad de un ciclo de reformas que introduzca cambios duraderos y que rompa con la lógica pendular que caracterizó a la Argentina en las últimas décadas.
Ese razonamiento, señala, explica por qué los mercados priorizan la estabilidad política por encima de los indicadores más inmediatos. La expectativa de continuidad, combinada con la posibilidad de reformas profundas, genera un escenario que los operadores interpretan como una oportunidad excepcional.
Hacia el final de su análisis, Timerman concluyó que el país podría estar ante un punto de inflexión que modifique la relación entre el mercado y la política. Para describir ese proceso, mencionó en diálogo con Forbes que la estabilidad institucional marca el inicio de un ciclo que, si se consolida, podría transformar de manera sustancial el funcionamiento económico del país.