Más de 80 países respaldaron la propuesta de Brasil para iniciar una negociación global sobre el fin de los combustibles fósiles, un debate que se intensificó este miércoles en la COP30 de Belém, donde la presidencia brasileña busca establecer una hoja de ruta concreta hacia la eliminación progresiva del petróleo, el gas y el carbón. La información surge según informó Economía Sustentable, medio que dio a conocer el creciente apoyo internacional y las tensiones que rodean la iniciativa. El anuncio tomó relevancia por la magnitud de adhesiones, la presión climática acumulada y el desafío diplomático de enfrentar la resistencia de los principales países productores de hidrocarburos.
La propuesta se presentó formalmente durante el inicio de la cumbre y avanzó de manera acelerada en las últimas horas, acompañada por un movimiento diplomático que reunió a representantes de Colombia, España, Reino Unido, Kenia, Alemania, Suecia y Noruega. Este último caso fue particularmente simbólico, dado que se trata de uno de los mayores productores de petróleo del mundo. En una conferencia de prensa colmada, los funcionarios coincidieron en que el momento de discutir una salida global de los combustibles fósiles llegó, y que la COP30 debía asumir ese liderazgo.
Entre las declaraciones más destacadas, Ed Miliband, secretario de Estado británico de Seguridad Energética, sostuvo que “este tema debe estar en el corazón de la conversación”, según citó Economía Sustentable. Desde Colombia, la ministra de Ambiente Irene Vélez Torres advirtió que el debate había sido “silenciado” durante años en distintas cumbres internacionales y afirmó que “el tiempo de avanzar es ahora”. Ambas expresiones reflejaron un clima político poco habitual: un número creciente de países que buscan elevar la ambición climática y colocar por primera vez en el centro de la agenda el abandono de la principal fuente del calentamiento global.

La iniciativa de Brasil apunta a resolver una carencia persistente desde la COP28 de Dubái, donde se mencionó por primera vez la necesidad de una “transición”, aunque sin definir cómo ni en qué plazos se dejarían atrás los combustibles fósiles. El propio presidente Luiz Inácio Lula da Silva había planteado en la apertura de la cumbre la urgencia de diseñar una hoja de ruta que finalmente ordenara el proceso y fijara responsabilidades claras para los países.
El primer borrador presentado por la presidencia brasileña propone crear una “mesa redonda ministerial” encargada de acompañar a los Estados en la elaboración de planes nacionales que permitan reducir gradualmente su dependencia del petróleo, el gas y el carbón. El mecanismo estaría orientado a generar compromisos verificables y comparables entre naciones, un aspecto que muchos negociadores consideraron indispensable para evitar nuevos estancamientos.
Sin embargo, algunas delegaciones expresaron que el texto inicial todavía carece de la precisión necesaria. La enviada de Islas Marshall, Tina Stege, lo calificó como “débil”, mientras que Vélez Torres remarcó que el borrador aún tiene “muchas oportunidades de mejora”. En declaraciones recogidas por Economía Sustentable, la ministra colombiana advirtió que el documento podría terminar desdibujándose: “Puede quedar como una cebolla: le quitás capas y no encontrás nada”, ironizó.
Desde Suecia, la viceministra de Clima Helena Dyrssen planteó una visión más optimista y consideró que la hoja de ruta podría llegar a ser “muy detallada”, incluso con plazos específicos. Pero fue cauta: cualquier avance dependerá de alcanzar un consenso amplio, algo difícil en un escenario donde los países petroleros mantienen su oposición cerrada a discutir una eliminación total de los combustibles fósiles. “Si se decide desarrollarla, ya sería un gran paso”, afirmó.
La propuesta enfrenta un frente particularmente duro: los Estados árabes y otros grandes productores de petróleo, quienes rechazan explícitamente cualquier redacción que mencione el fin de los combustibles fósiles. Para estos actores, la presión climática no debe traducirse en una renuncia acelerada a sus principales fuentes de ingreso. De acuerdo con Economía Sustentable, esas naciones han trabajado activamente para frenar la inclusión de lenguaje vinculante o cualquier cronograma obligatorio.
La disputa abre un interrogante central sobre el rumbo de la COP30. Aunque la presidencia brasileña aspira a someter la iniciativa a votación antes del cierre de la semana, diplomáticos y organizaciones no gubernamentales estiman que será difícil cumplir ese plazo. El tamaño del desafío y la complejidad del tema requieren un nivel de consenso que, hasta ahora, no aparece garantizado.

La iniciativa también recibió la atención del movimiento ambiental global. Según relató Economía Sustentable, durante el fin de semana previo miles de personas marcharon por las calles de Belém cargando ataúdes de cartón para simbolizar el entierro definitivo del petróleo y el gas. La protesta buscó enviar un mensaje directo a los negociadores: no hay tiempo que perder si se aspira a limitar el calentamiento global a 1,5°C.
El portavoz de Greenpeace, Jasper Inventor, definió la propuesta como un posible “punto decisivo” de la cumbre, aunque aclaró que el éxito dependerá de su solidez final. En tanto, Fernanda Carvalho, referente de WWF, reconoció su sorpresa ante el impulso que tomó el debate: “Cuando llegué a la COP, nunca pensé que esto fuera posible”, aseguró. Para Carvalho, el borrador todavía es insuficiente y necesita convertirse en un instrumento claro: “Hoy es una hoja de ruta para una hoja de ruta. Necesitamos hitos y un calendario”, reclamó.
El trasfondo de este debate refleja un cambio profundo. Durante años, las cumbres climáticas se centraron en reducir emisiones y promover energías renovables, pero evitaron discutir el corazón del problema: la extracción y el uso de combustibles fósiles. Que la COP30 avance en este punto sería, según Economía Sustentable, un giro histórico.
Para Brasil, que ejerce por primera vez la presidencia de una COP en su propio territorio, se trata también de consolidar un liderazgo internacional en materia climática. La propuesta marca un contraste con decisiones internas del país, como la discusión sobre explorar nuevas áreas petroleras, lo que genera tensiones políticas internas. Pero a nivel global, Brasil quiere mostrarse como articulador del Sur Global y puente entre regiones que históricamente no lograron consensos.
El desafío ahora será transformar el apoyo político en un documento concreto, aplicable y capaz de sostenerse frente a las presiones geopolíticas. Si la iniciativa prospera, podría colocar a la COP30 como un punto de inflexión en la historia de las negociaciones climáticas. Si fracasa, se repetirá un patrón de avances discursivos sin efectos reales.
Por ahora, el aumento de países que respaldan a Brasil indica que la discusión está abierta y que una mayoría emergente quiere redefinir la estructura del debate climático. El próximo paso será comprobar si ese impulso logra superar a los sectores que buscan mantener el status quo.