La acuicultura argentina atraviesa uno de sus momentos más dinámicos y la Patagonia se consolidó como el eje central de ese proceso. Según datos oficiales del Índice de Producción Industrial Pesquero (IPI Pesquero) correspondientes a octubre de 2025, la actividad acuícola registró un crecimiento interanual del 26,4%, mientras que el acumulado entre enero y octubre mostró una suba del 35,3% frente al mismo período del año anterior. El impulso, liderado por la producción de trucha arcoíris, refuerza el debate sobre si la acuicultura se está transformando en una de las nuevas fronteras productivas del país. La información fue difundida por el medio especializado Más Producción.
El desempeño del sector tuvo un impacto directo en el nivel general del indicador industrial pesquero: la acuicultura explicó una incidencia positiva del 9,1% en la variación interanual del IPI de octubre. Se trata de un aporte significativo dentro de una actividad históricamente dominada por la pesca extractiva, que a nivel global ya fue superada por la acuicultura en 2022, cuando esta última alcanzó el 51% de la producción mundial de animales acuáticos para consumo humano.
Dentro del mapa productivo nacional, la Patagonia Norte se posiciona como el verdadero motor del crecimiento. La región concentra el 86,97% de la producción acuícola argentina, con una clara hegemonía de la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), que representó el 86,99% del total producido en 2024, con 10.591,20 toneladas.
La actividad se reparte principalmente entre Neuquén, que aporta el 51,92% de la producción nacional, y Río Negro, con el 34,83%. En ambos casos, el cultivo se desarrolla casi en su totalidad mediante sistemas de jaulas flotantes, instaladas en los embalses de Alicurá y Piedra del Águila, dos reservorios compartidos por ambas provincias y estratégicos para el desarrollo del sector.
Este esquema productivo permitió escalar volúmenes en un contexto de creciente demanda externa, con una logística relativamente integrada y un entorno ambiental que favorece la sanidad de los cultivos.

Uno de los factores que explica la competitividad de la acuicultura patagónica es su estatus sanitario. Los embalses de Alicurá y Piedra del Águila fueron declarados Zona Libre de Enfermedades de Declaración Obligatoria ante la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA). En el caso de Alicurá, la certificación ya está vigente, mientras que Neuquén avanza en el proceso de autodeclaración sanitaria para Piedra del Águila, con el objetivo de mantener libre a la zona de enfermedades como la Necrosis Hematopoyética Infecciosa (IHNV) y la Anemia Infecciosa del Salmón (ISA).
Este reconocimiento sanitario no solo protege la producción actual, sino que abre oportunidades comerciales y reduce barreras de acceso a mercados exigentes. En paralelo, Neuquén fortaleció su andamiaje institucional con la Ley Provincial 3073 y la implementación del Plan de Desarrollo Acuícola Provincial, que busca posicionar a la provincia como el principal centro nacional de cultivo de salmónidos.
La meta oficial es alcanzar una producción de 9.000 toneladas anuales, mientras que el potencial total estimado entre Alicurá (4.000 toneladas) y Piedra del Águila (9.500 toneladas) supera las 13.500 toneladas por año, según datos relevados por Más Producción.
Pese al crecimiento, el sector aún opera por debajo de su capacidad teórica. Actualmente, las pisciculturas cuentan con permisos productivos limitados. En Alicurá, por ejemplo, se autorizaron permisos para 8 toneladas, con una producción cercana a las 6 toneladas, mientras que en Piedra del Águila la capacidad habilitada es de 19 toneladas, aunque la producción actual ronda las 5 toneladas, repartidas entre Río Negro y Neuquén. En conjunto, la capacidad estimada de ambos embalses asciende a 27 toneladas.
Este desfasaje entre potencial y producción efectiva marca uno de los principales desafíos de la actividad: escalar de manera ordenada, manteniendo estándares ambientales y sanitarios, sin generar impactos negativos sobre los ecosistemas acuáticos.
El crecimiento productivo tuvo un correlato directo en el comercio exterior. Durante 2024, las exportaciones de trucha arcoíris de cultivo alcanzaron las 3.429,25 toneladas, con un valor FOB de 19,683 millones de dólares. Esto implicó un incremento del 335% en volumen y del 327% en valor respecto de 2023.
Los principales destinos fueron Chile, que concentró el 71% de los envíos, y Estados Unidos, con el 24%. En cuanto al formato, el 70% del volumen exportado correspondió a trucha entera fresca o refrigerada, un segmento que demanda altos estándares de calidad y logística eficiente.

Más allá del pescado para consumo, la región avanza en el desarrollo de genética propia. En la cordillera rionegrina, criaderos de trucha arcoíris fueron auditados por una comisión andina integrada por representantes de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador, con el objetivo de evaluar protocolos sanitarios.
Un resultado favorable podría habilitar la exportación de ovas fecundadas, un negocio de alto valor agregado, con menor impacto ambiental y fuerte demanda regional. En áreas como El Bolsón y Villa Llanquín se concentra actualmente la mayor producción de alevinos, un eslabón clave para la expansión futura del sector.

Río Negro, por su parte, explora alternativas para ampliar la matriz acuícola. En San Antonio Oeste, se puso en marcha el cultivo de mejillones como una opción laboral para pescadores artesanales afectados por la caída de la pesca tradicional. En paralelo, se desarrollan ensayos técnicos de maricultura, con pruebas para adaptar la trucha arcoíris al agua salada utilizando genética local.
Además, la provincia analiza el potencial de especies subutilizadas, como la carpa, ampliamente consumida en Asia y Europa del Este, lo que permitiría expandir la acuicultura sin introducir nuevas especies. Otra alternativa en estudio es el esturión, considerado no invasivo y adaptable a temperaturas templadas, con el Lago Pellegrini identificado como un sitio favorable para su cría.

El avance de la acuicultura patagónica no sólo redefine el perfil productivo de la región, sino que también genera empleo, divisas y oportunidades de desarrollo territorial. Con reglas sanitarias claras, inversión tecnológica y planificación a largo plazo, la trucha arcoíris se posiciona como uno de los productos con mayor proyección dentro del complejo agroalimentario argentino.
En un contexto de búsqueda de diversificación productiva y mayor valor agregado, la experiencia patagónica aparece como un caso testigo de cómo la acuicultura puede integrarse a la economía regional y ampliar la base exportadora del país, según informó Más Producción.