En General Cabrera, una localidad del sur de Córdoba con poco más de 14 mil habitantes, una empresa familiar se convirtió en un actor clave de la agroindustria argentina. Se trata de Prodeman, dedicada al procesamiento y agregado de valor del maní, que hoy exporta a más de 40 países, genera energía renovable a partir de residuos y emplea a más de 650 personas. Al frente de ese proceso se encuentra Ivana Cavigliasso, directora de la firma y referente de un sector históricamente liderado por hombres, cuya gestión consolidó a la compañía como uno de los casos más dinámicos del interior productivo.
La relevancia del fenómeno no se explica solo por los volúmenes exportados o la facturación, sino por el impacto territorial. Prodeman nació como un emprendimiento familiar impulsado por el padre de Ivana y, desde 2009, es conducida por la segunda generación, integrada por los cuatro hermanos Cavigliasso. Bajo ese esquema, la empresa logró crecer sin perder su anclaje local, convirtiéndose en uno de los principales motores económicos de General Cabrera.
“Trabajamos, estudiamos y vivimos en la misma comunidad. Nuestros hijos van a la escuela con los hijos de quienes trabajan en la planta”, explicó Cavigliasso al describir el entramado social que se construye alrededor de la empresa. Esa cercanía entre producción, empleo y vida cotidiana es uno de los rasgos distintivos del modelo que impulsa la compañía, donde la industria no aparece como un enclave aislado, sino como parte del tejido social.
El crecimiento de Prodeman estuvo acompañado por una profunda transformación tecnológica. De los procesos iniciales, con selección manual del maní, se pasó a plantas industriales altamente automatizadas, con equipos de última generación y procesos robotizados. Ese salto no solo mejoró la eficiencia productiva, sino que elevó la calidad del empleo, incorporando perfiles técnicos y especializados y ampliando las oportunidades laborales en la región.
Uno de los hitos más relevantes de la empresa fue su decisión de apostar por la sustentabilidad como eje estratégico. Desde 2017, Prodeman cuenta con una planta de generación de energía a partir de la cáscara del maní, un residuo que representa cerca del 30% del volumen procesado y que durante años implicó riesgos ambientales y de incendios. Hoy, esa “chala” se utiliza como biomasa para producir energía renovable que se inyecta al sistema interconectado nacional, en el marco de un contrato del programa RenovAr.

“Fue convertir una amenaza en una oportunidad”, resumió Cavigliasso al explicar el proyecto, que permitió cerrar un ciclo productivo y reducir el impacto ambiental. La iniciativa posicionó a la empresa como un caso de referencia en economía circular aplicada al agro, al transformar un desecho en un insumo estratégico.
El contexto internacional también explica parte del protagonismo de Prodeman. El maní argentino, cuya producción se concentra en un 90% en Córdoba, es un producto con fuerte orientación exportadora. Argentina es el principal exportador mundial y alrededor del 70% de los envíos se dirige a la Unión Europea, uno de los mercados más exigentes en términos de calidad, trazabilidad y certificaciones sanitarias. En ese escenario, la empresa destina cerca del 80% de su producción a la exportación, mientras que el 20% restante abastece al mercado interno.
La inserción en mercados internacionales de alta exigencia obligó a la compañía a sostener estándares elevados y a invertir de manera permanente en procesos, certificaciones y control de calidad. Esa disciplina exportadora fue clave para sostener el crecimiento y diversificar destinos, en un contexto global marcado por la competencia y la volatilidad.
En paralelo, Prodeman decidió reforzar su presencia en el consumo local. A través de la marca Maní King, la empresa desarrolló una línea de productos con valor agregado que incluye maní frito, tostado, garrapiñado, con chocolate y pasta de maní. Este último producto mostró un crecimiento notable tras la pandemia: pasó de volúmenes marginales que no encontraban mercado a superar hoy las 1.000 toneladas anuales en el mercado interno.
“Cambió la forma de alimentarnos y la pasta de maní se incorporó a la mesa de muchas familias”, señaló Cavigliasso, al vincular ese crecimiento con nuevas tendencias de consumo, mayor interés por alimentos proteicos y cambios en los hábitos alimentarios urbanos. La apuesta al mercado interno permitió, además, diversificar riesgos y fortalecer la identidad de marca dentro del país.
Desde una perspectiva de género, la figura de Ivana Cavigliasso adquiere un valor adicional. Su rol como directora de una empresa líder en un sector tradicionalmente masculino la convirtió en una referente para nuevas generaciones de mujeres vinculadas al agro y la industria. Sin discursos grandilocuentes, su gestión se apoyó en decisiones estratégicas, profesionalización y una visión de largo plazo que combina negocio, comunidad y sustentabilidad.

El caso de Prodeman ilustra cómo una empresa radicada en el interior productivo puede integrarse a cadenas globales sin perder su raíz local. La generación de empleo calificado, la inversión en tecnología, la transformación de residuos en energía y la creación de productos con valor agregado muestran un modelo que trasciende la lógica primaria y apuesta por un desarrollo agroindustrial integral.
Según informó Cadena 3, la experiencia de la firma cordobesa también refleja el potencial de las economías regionales cuando cuentan con liderazgo, inversión y una estrategia clara. En un contexto económico desafiante, la trayectoria de Prodeman y la conducción de Ivana Cavigliasso aparecen como un ejemplo de cómo el agro puede ser mucho más que producción primaria: puede ser industria, energía, empleo y comunidad.