Argentina se encuentra ante una oportunidad estratégica para transformar su matriz energética y productiva a partir del desarrollo de las energías renovables, en un contexto global marcado por la aceleración de la transición hacia fuentes limpias. El debate sobre la prórroga del régimen de incentivos a las renovables, que vence a fin de año, volvió a poner el tema en el centro de la agenda económica y energética, mientras especialistas advierten que el país cuenta con ventajas competitivas excepcionales, pero aún enfrenta desafíos regulatorios y de inversión. La información fue publicada por Infobae.
El ingeniero Martín Pagliaro, con más de una década de experiencia en el sector privado, sostuvo que el potencial argentino no se limita a casos puntuales. “Nuestro país posee uno de los mejores factores de capacidad del mundo, no solo por los vientos patagónicos o la irradiación solar de la Puna, sino también por la producción de biomasa, favorecida por una posición geográfica privilegiada en torno a la latitud 33”, explicó. Pagliaro es consultor de la firma italiana Waris Energy y director gerente de la compañía local Mercados Renovables, con proyectos bioenergéticos adjudicados en licitaciones de CAMMESA.

Actualmente, las fuentes renovables representan cerca del 20% de la potencia instalada en el país, un avance significativo si se lo compara con el escenario previo a la sanción de la Ley 27.191 en 2015. Sin embargo, las proyecciones de demanda plantean un desafío mayor. Según Pagliaro, si se observa la evolución del consumo eléctrico hacia 2030, la capacidad disponible deberá incrementarse en alrededor de 16.000 megavatios, lo que abre una ventana de oportunidad para que las renovables aporten energía limpia, confiable y competitiva.
El debate actual gira en torno a la continuidad del régimen de incentivos creado por la Ley 27.191, que expira el próximo 31 de diciembre, y a la necesidad de ajustes normativos que permitan un mayor desarrollo del sector bioenergético, especialmente en biogás y biometano. Desde el sector privado advierten que, sin reglas claras y previsibles, el ritmo de inversiones podría desacelerarse en un momento clave.
A nivel global, el crecimiento de las renovables responde a una combinación de factores. En 2024 se incorporaron 582 gigavatios de nueva capacidad renovable, un aumento del 20% interanual, que llevó el total mundial a 4.448 gigavatios. Pagliaro explicó que este fenómeno está impulsado por innovación tecnológica, demanda social de sostenibilidad y una visión empresarial de largo plazo, en la que las energías limpias ya no son solo una alternativa ambiental, sino una decisión económica que reduce costos, riesgos regulatorios y mejora la reputación corporativa.

En ese proceso, China juega un rol central. El país asiático invierte cerca del 3% de su PBI en investigación y desarrollo, lo que le permitió liderar la oferta tecnológica global y capturar buena parte de la renta del sector. Ese dominio tuvo un impacto directo en los costos: según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el costo nivelado de la electricidad proveniente de nuevas instalaciones renovables cayó 89% entre 2010 y 2024. En el último año, el 91% de la nueva capacidad a escala de servicios públicos resultó más barata que la alternativa fósil más económica.
En Argentina, esa caída de costos se tradujo en una mayor competitividad frente a la generación térmica tradicional. Un ejemplo citado por el especialista es el de las plantas de biogás, cuyo punto de equilibrio ronda los US$ 100 por megavatio, frente a costos superiores a US$ 400 en centrales térmicas a diésel. Esta diferencia abre la puerta a un desarrollo más amplio del sector bioenergético, especialmente en zonas agroindustriales.
Desde el punto de vista histórico, el país pasó de contar con unos pocos megavatios de capacidad renovable en 2009, con el programa Genren, a superar hoy los 6.800 megavatios instalados, gracias a los programas Renovar, RenMDI y el Mercado a Término de Energía Eléctrica de Fuente Renovable (MATER). Además, existen más de 3.000 megavatios en proyectos listos para ejecutarse en el corto plazo, a la espera de señales regulatorias y financieras.

Uno de los mayores potenciales aún subexplotados es el del biogás. Argentina cuenta hoy con 34 plantas en operación, que suman 80 megavatios de potencia instalada, lo que representa menos del 7% del potencial estimado del segmento. Solo con los recursos biomásicos disponibles, el país podría generar el equivalente al 5% de la demanda eléctrica actual. Además, existen capacidades técnicas y humanas para monetizar unos 10 millones de metros cúbicos diarios de biogás provenientes de establecimientos de cría animal y residuos agroindustriales.
La comparación internacional refuerza el contraste. Alemania, con una superficie nueve veces menor que la argentina, cuenta con 1.500 plantas de biogás. Brasil, impulsado por la ley RenovaBio de 2017, inaugura en promedio una planta por semana y ya supera las 1.350 instalaciones. Chile, en tanto, avanza en proyectos que convierten residuos municipales en energía.
Entre los obstáculos locales, Pagliaro señaló que el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) no contempla proyectos por debajo de los US$ 200 millones, dejando fuera a la mayoría de las iniciativas de biogás y biometano. A esto se suma la ausencia de una normativa que establezca un corte obligatorio de biometano en la red de gas, como ocurre en Alemania, donde se inyecta hasta un 10% de bio-GNC en los gasoductos.
Desde el punto de vista técnico, la inyección de biometano es viable con la normativa actual del ENARGAS, pero requiere definiciones políticas. Hoy, la producción de gas natural ronda los 150 millones de metros cúbicos diarios, mientras que la demanda promedio se ubica en 100 millones, con picos invernales similares a la producción. Incorporar 5 millones de metros cúbicos diarios de biometano permitiría cubrir alrededor del 5% de la demanda interna, diversificando la oferta y reduciendo emisiones.

En un escenario de transición energética global, Argentina combina recursos naturales de alto rendimiento, capacidad técnica local y demanda creciente. El desafío, coinciden los especialistas, es transformar ese potencial en proyectos concretos mediante reglas claras, incentivos adecuados y una visión de largo plazo que permita a las energías renovables convertirse en un pilar estable del desarrollo económico y productivo del país.