Eduardo Costantini, uno de los empresarios más influyentes del real estate argentino, cerró 2025 con una ofensiva de inversiones sin precedentes en Buenos Aires y Uruguay, consolidando un modelo que integra arquitectura, arte, urbanismo y experiencias. Durante el año desembolsó más de US$180 millones en adquisiciones y puso en marcha proyectos que, en conjunto, superan los US$1.000 millones de inversión prevista, una señal clara de su apuesta por la economía real en un contexto de alta volatilidad macroeconómica.
El movimiento más resonante se produjo a comienzos de octubre, cuando se quedó con el predio más codiciado de la Ciudad de Buenos Aires: casi cuatro hectáreas y media ubicadas sobre la avenida Bullrich, entre Del Libertador y Santa Fe. Costantini pagó US$127 millones, muy por encima del precio base, en una subasta pública organizada por la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE). Allí planea desarrollar un proyecto urbano integral que combinará viviendas, espacios públicos, locales comerciales, esculturas y propuestas culturales, con una inversión adicional estimada en más de US$350 millones.
El propio empresario explicó que el objetivo es crear un espacio abierto a la ciudad. “Será un lugar que podrán disfrutar no solo quienes vivan el proyecto, sino también el público en general”, señaló en declaraciones reproducidas por La Nación, medio que difundió detalles del emprendimiento y del balance anual del desarrollador. La iniciativa, que comenzaría a construirse a fines de 2026, busca convertir esa zona de Palermo en un nuevo polo creativo, con caminos internos, parques y obras de arte integradas al paisaje urbano.
La compra del predio de Bullrich no fue un hecho aislado. En mayo, Costantini adquirió otro lote estratégico en Soldado de la Independencia 615, entre Ortega y Gasset y San Benito de Palermo, por US$21,2 millones, también en una subasta de la AABE. La ubicación, próxima al Campo Argentino de Polo y a pocas cuadras de la Avenida del Libertador, refuerza su interés por zonas premium con potencial de reconversión urbana.
En paralelo, el empresario celebró dos hitos emblemáticos de su trayectoria. Por un lado, los 25 años de Nordelta, el desarrollo urbano integral iniciado en 1998 que marcó un antes y un después en el mercado inmobiliario argentino. Por otro, la entrega de las primeras unidades de Huergo 475, una torre de 38 pisos en el Bajo porteño que demandó una inversión de US$90 millones y redefinió el concepto de vivienda en altura con más de 1.500 metros cuadrados de amenities distribuidos en distintos niveles, desde biblioteca y coworking hasta piscina y parrillas en el rooftop.
“Creamos edificios que generen valor colectivo”, sostuvo Costantini al referirse a este proyecto, que propone una forma de habitar la verticalidad con espacios compartidos y vistas panorámicas accesibles para todos los residentes, más allá del piso en el que vivan.
Otro movimiento clave del año fue la adquisición del 51% de Argencons, la desarrolladora fundada por Miguel Camps, por US$12,7 millones. Se trató de una de las operaciones más relevantes del mercado inmobiliario local, que le permitió a Costantini expandirse en el modelo de fideicomiso al costo, un sistema en el que los proyectos se construyen una vez completamente suscriptos y los inversores pagan sus unidades al costo, en cuotas.
Argencons ganó protagonismo desde la década del 90 con las torres Quartier, reconocidas por su impacto en la revitalización de zonas urbanas. En los últimos dos años entregó cerca de 200.000 metros cuadrados y actualmente tiene 150.000 metros cuadrados en ejecución. “Ellos tienen una estrategia distinta: trabajan con un club de inversores y aportan know how desarrollador. La asociación nos permite abarcar más proyectos”, explicó Costantini sobre la sinergia entre ambas compañías.
La apuesta del empresario trascendió las fronteras argentinas. A comienzos de 2025, desembarcó en Montevideo con la compra de 141 hectáreas en Carrasco por US$13 millones, en lo que definió como el último pulmón verde de la zona. Allí planea desarrollar un barrio residencial abierto, con seguridad y una planificación integral orientada a la calidad de vida.
Sin embargo, el proyecto que más expectativas genera en Uruguay es el que llevará adelante en José Ignacio, Punta del Este, junto al polista Adolfo Cambiaso. Se trata de un emprendimiento con eje en el polo, que se desarrollará sobre 145 hectáreas ubicadas en el kilómetro 170 de la ruta 10, en un campo que perteneció a Lázaro Báez y por el cual Costantini pagó US$10,8 millones. Según explicó, el atractivo del país vecino radica en su estabilidad y en el crecimiento del polo internacional tras cambios reglamentarios que permiten la llegada de los mejores caballos y jugadores del mundo.

Con más de 60 años de trayectoria empresarial, Costantini define su filosofía con una frase que repite con frecuencia: “Nunca quise ser una cuenta corriente, por eso apuesto por la economía real”. La experiencia de la crisis de 2001, que golpeó de lleno a Nordelta en sus inicios, no lo alejó del riesgo, sino que reforzó su perfil de hacedor y su mirada de largo plazo.
Esa visión se refleja también en su vínculo con el arte. Donó más del 20% de su patrimonio al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), incluyendo la colección y el edificio. En Puertos, el desarrollo que impulsa en Escobar, replicó el modelo con Malba Puertos, una inversión de US$10 millones que ya recibió a más de 150.000 visitantes, muchos de ellos sin contacto previo con el museo porteño.
Hoy, mientras avanza con un megaproyecto en Catalinas que contempla tres torres y 100.000 metros cuadrados propios sobre un terreno adquirido por US$145 millones, Costantini asegura que lo motiva la posibilidad de seguir creando. “El capital es un medio, no un fin en sí mismo”, sostiene. Con nuevos desarrollos en marcha y una agenda cargada de proyectos, el empresario se prepara para otro año de hiperactividad, convencido de que la creatividad aplicada al real estate sigue siendo su mayor motor.