La provincia de Córdoba fue reconocida a nivel internacional por un proyecto de generación de energía a partir de residuos cloacales que combina innovación tecnológica, eficiencia energética y mejora de un servicio público esencial. El premio fue otorgado este año durante la COP30, donde un jurado especializado distinguió a la iniciativa desarrollada en la planta de Bajo Grande, en la ciudad de Córdoba, por su aporte concreto a la transición energética, la economía circular y la reducción de emisiones contaminantes en América Latina.
El reconocimiento llegó a través del Premio SACHA, uno de los galardones más relevantes de la región en materia de sostenibilidad e innovación ambiental. La distinción valoró la capacidad del proyecto para transformar un pasivo ambiental —los residuos del sistema cloacal— en un activo energético, con un esquema de articulación público-privada que involucra al Gobierno de Córdoba, la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) y la Municipalidad de Córdoba, además de empresas y organismos técnicos.
La iniciativa, denominada “Generación de Bioenergía a partir de Residuos Cloacales en la Ciudad de Córdoba”, se consolidó como un caso de referencia por su nivel de eficiencia, que supera el 80%, y por su impacto directo en la sustentabilidad del sistema de saneamiento urbano. Según destacaron los evaluadores del premio, el proyecto demuestra cómo la infraestructura existente puede reconvertirse para responder a los desafíos del cambio climático y la seguridad energética.
La planta de Bajo Grande es el corazón del sistema. Allí se procesan los lodos cloacales mediante un esquema de digestión anaeróbica, una tecnología que permite descomponer la materia orgánica en ausencia de oxígeno y producir biogás con alto contenido de metano. Ese gas, que antes se liberaba a la atmósfera o se quemaba sin aprovechamiento, hoy se utiliza como combustible para generar electricidad y calor.
El biogás alimenta un motor–generador con una potencia cercana a los 0,8 megavatios, al que se suma un sistema de cogeneración térmica que permite aprovechar el calor residual del proceso. Esta combinación eleva notablemente la eficiencia global del conjunto y reduce pérdidas energéticas, un aspecto clave para la evaluación internacional.

En términos operativos, la planta valoriza más de 4.800 metros cúbicos diarios de biogás, con concentraciones de metano que alcanzan hasta el 70%. Esa producción permite generar energía suficiente para cubrir una parte significativa del consumo del propio sistema de saneamiento y, en determinados momentos, inyectar excedentes a la red eléctrica, reduciendo costos operativos y dependencia de fuentes fósiles.
Además del aporte energético, el proyecto tiene un impacto ambiental directo. La captura y reutilización del biogás evita la liberación de metano, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento global muy superior al del dióxido de carbono. Al mismo tiempo, mejora la estabilidad del sistema cloacal y reduce la presencia de compuestos que pueden afectar el funcionamiento de la planta y generar olores o riesgos sanitarios.
Desde el Gobierno provincial subrayan que el reconocimiento internacional no es un hecho aislado, sino el resultado de una política sostenida de promoción de energías renovables y de incorporación de criterios de sustentabilidad en la gestión de los servicios públicos. En ese marco, la experiencia de Bajo Grande se presenta como un ejemplo replicable tanto en otras ciudades argentinas como en grandes centros urbanos de la región.
El Premio SACHA pone el foco en proyectos con impacto tangible en la lucha contra el cambio climático, la resiliencia urbana y el desarrollo territorial sostenible. En esta edición, el jurado destacó especialmente la integración de soluciones tecnológicas eficientes con recursos locales, así como la capacidad de la iniciativa cordobesa para generar beneficios ambientales, energéticos y económicos de manera simultánea.
La distinción también refuerza el posicionamiento de Córdoba en el escenario internacional de la bioenergía y la economía circular. En un contexto en el que los países buscan reducir su huella de carbono sin resignar competitividad, el aprovechamiento energético de residuos urbanos aparece como una de las alternativas con mayor potencial de crecimiento.
Especialistas del sector energético señalan que este tipo de proyectos permiten diversificar la matriz, reducir costos de operación en servicios esenciales y avanzar hacia modelos más resilientes frente a la volatilidad de los precios internacionales de los combustibles. En el caso de Córdoba, el esquema de articulación entre el Estado provincial, la empresa eléctrica y el municipio fue clave para viabilizar la inversión y sostener el proyecto en el tiempo.
Otro aspecto valorado por el jurado internacional fue la escalabilidad del modelo. La tecnología utilizada en Bajo Grande puede adaptarse a plantas de tratamiento de distinto tamaño y a realidades urbanas diversas, lo que abre la posibilidad de replicar la experiencia en otras provincias argentinas o en ciudades latinoamericanas con desafíos similares en materia de saneamiento y gestión de residuos.
La experiencia cordobesa también dialoga con los compromisos asumidos por Argentina en materia ambiental y climática, y se inscribe en una tendencia global que busca integrar la gestión de residuos con la producción de energía limpia. En ese sentido, el proyecto no solo aporta electricidad, sino que redefine el concepto de residuo, transformándolo en un insumo estratégico.
Con el reconocimiento del Premio SACHA, Córdoba suma un nuevo respaldo internacional a su estrategia de desarrollo sostenible. Para las autoridades locales, el desafío ahora es profundizar este camino, ampliar la capacidad instalada y promover nuevas iniciativas que permitan seguir aprovechando recursos hasta ahora subutilizados.
La planta de Bajo Grande se convirtió así en un símbolo de cómo la innovación aplicada a la infraestructura urbana puede generar impactos positivos de largo plazo. En tiempos de transición energética y presión sobre los recursos, la experiencia cordobesa muestra que incluso los desechos del sistema cloacal pueden convertirse en una fuente clave de energía limpia y desarrollo.