Las altas temperaturas del verano representan un desafío sanitario y productivo para la ganadería argentina. Frente a este escenario, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) recordó la importancia de implementar medidas preventivas que permitan reducir el impacto del estrés calórico en los animales, tanto en los establecimientos como durante el transporte.
El calor excesivo altera el equilibrio fisiológico del ganado y compromete su capacidad de regulación térmica. Cuando las condiciones ambientales superan la zona de confort, los mecanismos naturales de adaptación resultan insuficientes y se desencadenan cambios que afectan directamente al bienestar y al desempeño productivo.
El estrés calórico se define como el conjunto de respuestas fisiológicas y comportamentales que presentan los animales cuando no logran disipar el exceso de calor corporal. En estas situaciones, es habitual observar una reducción de la actividad y del consumo de alimento, junto con un aumento del jadeo, la frecuencia respiratoria, la salivación y la ingesta de agua. También se intensifica la búsqueda de sombra y de ambientes más frescos.
Estas alteraciones no solo comprometen el bienestar animal, sino que impactan de manera directa en los resultados productivos de los sistemas pecuarios.
Según advierte el SENASA, el estrés calórico puede provocar una serie de consecuencias negativas, entre ellas:
Menor eficiencia en la conversión alimenticia.
Pérdida de peso y de condición corporal.
Caída en los índices reproductivos.
Mayor susceptibilidad a enfermedades.
Incremento de la mortalidad.
En animales lecheros, reducción del volumen de leche y de los porcentajes de grasa y proteína.
La intensidad de estos efectos varía según características propias de cada animal, como la edad, el largo y color del pelaje y el nivel de grasa corporal. Los animales más pesados y aquellos de pelaje oscuro suelen ser los más vulnerables, ya que absorben mayor radiación solar.
Entre las principales medidas de manejo, el SENASA destaca la provisión de sombra como una herramienta clave. La sombra natural de los árboles resulta especialmente eficaz, ya que reduce la radiación solar y disminuye la temperatura del aire por evapotranspiración. En el caso de estructuras artificiales, estas deben permitir una adecuada circulación de aire y ubicarse a una altura de entre 3 y 4 metros, garantizando entre 2 y 4 m² por animal para evitar el hacinamiento.
La disponibilidad de agua es otro factor crítico. Un bovino adulto puede consumir alrededor del 7 % de su peso vivo diario en agua, por lo que se debe asegurar el acceso permanente a bebederos con agua limpia, fresca y de buena calidad. Se recomienda analizar previamente el agua para controlar el contenido de sales y verificar caudal y presión, especialmente en días de calor extremo.
Asimismo, es fundamental evitar períodos de privación de agua, ya que el consumo excesivo posterior puede derivar en cuadros de intoxicación con signos neurológicos.
Durante el verano, reducir el estrés asociado al manejo es una prioridad. Se aconseja realizar arreos tranquilos, respetando el ritmo de los animales, y programar trabajos en mangas y corrales en horarios de menor temperatura, como temprano por la mañana o al atardecer. Una planificación adecuada permite acortar los tiempos de encierre y minimizar riesgos.
En sistemas de engorde a corral, se recomienda ajustar la alimentación, suministrando entre el 30 y 40 % de la ración por la mañana y el resto por la tarde, además de incrementar el contenido de fibra en la dieta.
Cuando se anticipan jornadas de calor intenso, puede ser necesario refrescar a la hacienda con agua, preferentemente en horas tempranas o durante la noche, utilizando un caudal suficiente para mojar el pelo. Mojar a los animales de manera superficial y en pleno calor puede resultar contraproducente. También se sugiere humedecer el suelo de los corrales, sin generar barro, para reducir la radiación reflejada.
La adopción de prácticas de bienestar animal frente al estrés calórico no solo protege la salud del ganado, sino que también mejora la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas productivos. Incorporar estas medidas en las distintas especies pecuarias contribuye a reducir pérdidas, optimizar resultados y fortalecer la ganadería frente a escenarios climáticos cada vez más exigentes.