a idea ya lleva más de 12 jóvenes años de vida y surgió gracias a un grupo de aventureros pero, por sobre todo, amantes de la naturaleza, la flora y la fauna.
Los "Bancos del Caraballo" son formaciones de grandes médanos que se encuentran en el medio del hermoso río Uruguay.
Se trata de figuras que adquieren formas y texturas pocas veces vistas por el ojo humano.
Se llega bordeando la isla Queguay Grande, que se encuentra frente a la ciudad de Colón, y en cuestión de minutos ya se puede apreciar la inmensidad blanca de la arena que mostraba una quietud pocas veces vista en el río.
Con cientos de aves que a orillas del río hacían lo suyo y con la vista inigualable del arroyo Caraballo comienza la caminata arriba de los médanos.
Allí fue que empezó la clase. Pablo, quien había oficiado de guía, comenzó a deslumbrar con sus conocimientos de la naturaleza. Los nombres de los árboles, los pájaros y las islas se fueron sucediendo armónicamente, sin cansar a los presentes. Por el contrario, el deleite era total.
Así se llega a entender cómo es que se forma una isla. Los médanos no son otra cosa que los sedimentos que viene arrastrando el río Uruguay desde su nacimiento en el norte que son colonizados por algunos árboles (siempre los primeros son los sauces) hasta que estos se multiplican para convertirse en la famosa y muchas veces escuchada "selva en galería", el próximo destino.
Carpintero real, garza bruja, martín pescador, biguá, tero real, chorlito de collar, pica palos, halcón, garza mora y muchísimos más sonidos y músicas comenzaron a ganar el aire al acercarse a la orilla.
Lo que había sido en algún momento un médano sólo conservaba de ello una costa de arena. Ahora todo es verde, de los más claros a los más intensos y oscuros, y era tan puro el oxígeno que se respiraba que por momentos parecía un exceso.
Y así, comienza la caminata, para adentrarse en una hermosa selva en galería que no es otra cosa que la continuación del sistema selvático que comienza en Misiones y cuyos vestigios lleva el Uruguay hacia abajo.
Fue en segundos que, en medio de la maleza, las lianas y los cientos de helechos que reinaban apareció una pequeña laguna formada con agua de lluvias donde un pequeño lobito de río se encargó de ser el protagonista de todas las fotografías.
Se suelen observar carpinchos, tortugas y hasta el huidizo gato montés, que muchas veces aparecen de sorpresa haciendo las delicias de los visitantes.
Cuando la noche comienza a caer y se encienden las luces de la maravillosa ciudad de Colón, que posee un río único que desde hace miles de años posee tesoros incontaminados y aún vírgenes para el hombre, es hora de volver a la civilización.
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