Florecen los jacarandás y una sinfonía azul violácea tiñe la Ciudad

Con casi 19000 ejemplares, el árbol distintivo de la Ciudad de Buenos Aires hace de las calles y los espacios verdes porteños el escenario natural de su espectáculo anual

Florecen los jacarandás y una sinfonía azul violácea tiñe la Ciudad
miércoles 18 de noviembre de 2020
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lega mediados de noviembre y los casi 19000 ejemplares de jacarandá despliegan sus flores convirtiendo las calles, las plazas y los parques porteños en el escenario natural de una sinfonía azul violácea. Más que una flor bonita, la geometría de sus copas, la arquitectura de sus ramas y la textura de sus hojas son parte de la identidad de la Ciudad.

“La floración del jacarandá es un espectáculo natural que todos los años disfrutamos los vecinos de la Ciudad. El jacarandá es parte de nuestra identidad. Crecemos jugando y nos enamoramos con el impactante color de sus flores y nos refugiamos debajo de la sombra que proyecta sobre nuestras calles”, expresó Facundo Carrillo, secretario Atención Ciudadana y Gestión Comunal, organismo a cargo del arbolado porteño. “Planificamos que sea una de las especies que más va crecer en nuestras veredas, pasando de 13872 ejemplares a unos 40000”, agregó.

El jacaranda mimosifolia cuenta con 18.921 ejemplares en territorio porteño. De esta cantidad, 13.872 están en las veredas y 5049 en los espacios verdes. Como muestran los datos recogidos en los últimos censos de arbolado urbano realizados por la Ciudad, es la segunda especie que más creció entre los árboles viarios y la segunda más frecuente en los parques y plazas. La tasa de crecimiento entre el censo 2010-2011 y el 2017-1018 es de un 32%, un 25% en viario y un 55% en espacios verdes.

La especie es originaria del Noroeste de Argentina y también se la encuentra en Bolivia, Brasil y Paraguay. Su presencia en la Ciudad es obra del paisajista francés Carlos Thays, que, a fines del siglo XIX, incorporó al arbolado urbano especies de otras zonas del país. Gracias a su gran adaptabilidad, el jacarandá se adecuó a las condiciones del suelo y del clima de Buenos Aires, así pasó a formar parte del paisaje urbano porteño. Inmortalizado en la canción de María Elena Walsh, es reconocido y admirado por grandes y chicos. Tal es así que en el 2015 fue declarado como árbol distintivo de la Ciudad por la Legislatura porteña.

"“La floración del jacarandá es un espectáculo natural que todos los años disfrutamos los vecinos de la Ciudad", Facundo Carrillo.

Pero no hacen falta distinciones formales ante la evidencia de su belleza, perceptible para cualquier ojo humano. “Hay pocos árboles tan bonitos como el jacarandá. La floración, que en la mayoría de los árboles pasa desapercibida, en el jacarandá es muy evidente. Esto se debe a una particularidad de la especie que consiste en la eclosión de sus flores antes del nacimiento de sus hojas. Cuando ves al árbol florecido parece una bola compacta color lila porque todavía no tiene hojas, todavía no tiene verde. Recién cuando empiezan a caer sus flores, brota el verde. Si floreciera junto con las hojas se atenuaría ese gran impacto visual. Eso hace mágico al jacarandá”, explicó el ingeniero agrónomo Jorge Fiorentino, gerente de mantenimiento del arbolado de la Ciudad.

 

Mucho más que una flor bonita

Los vecinos de la Ciudad crecen con el color del jacarandá como entorno vital y, a través de los años, desarrollan un vínculo con la especie que lo hace formar parte de la identidad de los barrios porteños. La imagen de aquella calle cubierta por las flores de los jacarandas se inscribe en la memoria y pasa a formar parte del paisaje identitario del barrio. “Hay calles y barrios que, por su arbolado, uno los mantiene en la memoria, en el tiempo. Uno puede crecer junto con un árbol. El jacarandá es un árbol que tiene una fisonomía muy bella. La arquitectura de su ramaje va creando una especie de esfera en su canopia. Su floración es muy llamativa, es una sinfonía en azul. Uno va a identificar ese barrio o calle como el barrio de los jacarandás o la avenidas de los jacarandás y esto genera una identidad con el lugar. Por ejemplo, una prueba de esta fuerte impronta que el jacarandá le brinda al paisaje urbano es que mucha gente viaje a Buenos Aires a ver su floración”, observó Héctor Angel Reyes, el ingeniero agrónomo especializado en arquitectura y manejo del paisaje, especialista de la Universidad Católica de Chile.

Además, comparte con el resto de los árboles sus aportes a los servicios ambientales que le brinda a la Ciudad. Por ejemplo, mejorar la calidad del aire que sus habitantes respiran, regular las temperaturas y asegurar la presencia de la naturaleza en el territorio urbano. El jacarandá posee un índice foliar interesante. “El hecho de presentar una alta superficie foliar, o sea de hojas, hace que las especies tengan una mayor fotosíntesis, lo que aumenta la captura de carbono y la liberación de oxígeno. También, acrecienta la captación del particulado presente en el aire generando un ambiente más saludable, y genera una sombra de buena densidad provocando un acondicionamiento térmico muy agradable y contribuyendo a la disminución del consumo de energía. La presencia de este follaje, contribuye a mejorar la operación del sistema de alcantarillado durante las lluvias al efectuar la retención de las primeras gotas de lluvia y ralentizando la eventual saturación del sistema”, informó Fiorentino.

Es una de las especies que mejor responde a las cualidades que se pretenden de un árbol urbano, por ejemplo que sea seguro para habitar junto con los vecinos las calles de ciudad. Su adaptabilidad a diferentes climas también es llamativa. En Chile, por ejemplo, ha logrado adaptarse a climas más fríos.

Cruzando el charco el aura especial casi mitológica de este árbol se mantiene intacta, es que su expansión por todo el continente encuentra pequeñas joyas por doquier. Así lo parece atestiguar desde hace más de un siglo el pequeño piano o clavecín que se encuentra en el cabildo de la Ciudad de Montevideo confeccionado con madera de jacarandá. El árbol no crece de forma natural en esa Ciudad, ni siquiera en el hermano país oriental, pero sus colores también pintan las calles de Montevideo.

“Acá (Montevideo) hay algunas calles en los que tenemos corredores viarios con jacarandá, por ejemplo hay uno muy conocido que tiene cierta fama porque está en una de las canciones de Jaime Roos, que se llama “Durazno y Convención”, en la calle durazno hay Jacarandás en la parte cuando se cruza con la calle convención”, comentó Alfonso Arcos, director de Arbolado del Servicio de Áreas Verdes de Montevideo. “En la avenida Uruguay que es una calle muy importante del centro de la Ciudad renovamos algunos ejemplares el año pasado, también encontrás ejemplares en la calle Aras y cerca del parque Rodó, allí se hace una fiesta de jacarandá ahora en diciembre cuando está en floración”, agregó.

"Uno va a identificar ese barrio o calle como el barrio de los jacarandás y esto genera una identidad con el lugar", Héctor Angel Reyes.

Arcos cuenta que en Buenos Aires el árbol se ha adaptado mejor y desarrolla mayor tamaño por las condiciones climáticas: “yo te diría que en general aquí a medida que te acercas a la costa, a los vientos de la costa, los jacarandás sufren más, los que encontrás en mejor situación son los que están en zonas con cierto resguardo, acá suele haber temperaturas muy bajas y eso sí ocurre cuando la planta es muy joven y no está al resguardo, por ejemplo en un vivero, perece”.

El jacarandá acompaña con los cambios en su follaje y su floración las cuatro estaciones del año. Es un calendario visual en las calles y parques de la Ciudad.Florece a comienzos de noviembre y sus flores violáceas llueven sobre las veredas y las plazas en los últimos días del mes. El verde de sus hojas se manifiesta en todo su esplendor a partir de diciembre. Durante febrero, en pleno verano, presenta una segunda floración más limitada en intensidad y duración. Al otoño lo transita sin manifestar grandes cambios. Hacia fines del invierno, comienza su proceso de defoliación paulatino en colores amarillos y ocres hasta quedar sus ramas completamente desprovistas de follaje en la primavera temprana.

 

La belleza poética en la repetición

En una imagen satelital de la Ciudad en noviembre, nuevos cauces violáceos se dibujan sobre algunas de las principales avenidas. La emblemática 9 de julio, Cabildo, Libertador, San Juan, Luis María Campos, Figueroa Alcorta o Corrientes son algunos ejemplos. La avenida Cabildo es la que cuenta con la mayor cantidad de ejemplares: 320. Le siguen avenida Libertador con 272 y La calle Pierina Dealessi con 271.

Los corredores, o sea la repetición de ejemplares de una especie en el arbolado vial, y los grupos de una misma especie en los parques y plazas acentúan la identidad de estos espacios, facilita su mantenimiento, crea corredores biológicos y produce un efecto visual poético.

“Mucha gente viaja a Buenos Aires a ver la floración de los jacarandás. Y eso es porque la especie se repite en forma redundante. No son árboles aislados. Incluso aisladamente el árbol es precioso. Pero la repetición redundante de una misma especie entrega un paisaje cinético que uno puede captar a cierta velocidad, en los autos o caminando. Entonces la sensación y las percepciones, el cómo juega la luz, la sombra, eso lo hace muy atractivo. Y eso redunda en la calidad de recorrido peatonal y vehicular”, explicó Reyes.

“Apuntamos a lo homogéneo, sobre todo, por una cuestión vinculada al mantenimiento. Es como si tuviésemos un cultivo en la Ciudad", Jorge Fiorentino.

Esto no es casual. Desde la Dirección de Arbolado porteña apuntan a mantener y crear estos corredores de la especie jacaranda mimosifolia. “Esa continuidad, homogeneidad, masividad que se logra estableciendo un continuo de árboles de la misma especie le da una fuerza que no la tienen la variedad o la dispersión. El peso o el valor que tiene la uniformidad del paisaje, no lograda por lo construido que es muy diverso, se puede alcanzar a través de una arboleda compacta y uniforme de la misma especie”, indicó Fiorentino.

Más allá de la belleza de esa redundancia, los grupos de ejemplares de una misma especie también responden a una lógica de cuidado. “Apuntamos a lo homogéneo, sobre todo, por una cuestión vinculada al mantenimiento. Es como si tuviésemos un cultivo en la Ciudad. Cuando hacés un cultivo tratás de que todas las plantas sean parejas, iguales y de la misma especie para después poder cosechar en la misma época. Al ser homogéneo, por ejemplo, podemos realizar al mismo tiempo las intervenciones que tenemos que hacer”, agregó Fiorentino.

Otro de los motivos detrás de la presencia de estos bosques urbanos, son los corredores biológicos. “El arbolado debería ser parte de verdaderos parques lineales o corredores biológicos que permitan el tránsito de las aves y le den mayor presencia a la naturaleza circundante al interior de las ciudades”, afirmó Reyes.

Hay una gran cantidad de jacarandás, además de en las avenidas mencionadas, en zonas y espacios verdes como la Embajada de los Estados Unidos, la Facultad de Derecho, Plaza Seeber, el Parque Los Andes y el Jardín Botánico.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuenta con más de 430 mil árboles, el 85% de los cuales se encuentra en las veredas de la ciudad y el resto en parques y plazas públicas. De acuerdo al último Censo de Arbolado de la Ciudad, las especies predominantes son: el fresno americano rojo, el plátano, el ficus, el tilo, el paraíso y el jacarandá.

La Dirección de Arbolado de la Secretaría de Atención Ciudadana y Gestión Comunal, en trabajo conjunto con las comunas, fomenta políticas públicas para contribuir a mantener un arbolado público sano, seguro y sustentable; y promover la calidad ambiental y el embellecimiento del paisaje urbano.



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