a Cabrera es la parrilla argentina con más prestigio internacional. Como uno de los modelos más emblemáticos de exportación de franquicias de marcas fundadas en la Argentina, la cadena de restaurantes fundada por el chef Gastón Riveira funciona con gran éxito bajo este sistema. La expansión del negocio gastronómico, desde Latinoamérica hasta Filipinas y los Estados Unidos.
En épocas de crisis e incertidumbre económica, el modelo de franquicias gana protagonismo y se expande. La posibilidad de generar autoempleo estimula a los emprendedores a invertir sus ahorros o indemnizaciones en un modelo de negocio ya testeado por el mercado.
En este marco, La Cabrera aplica con éxito una fórmula imbatible. “100 gramos de AFIP, 200 gramos de Ingresos Brutos, 300 gramos de juicios laborales, 200 gramos de carne, 700 de ambiente y 700 de menú. Todos estos ingredientes se baten bien y se cocinan en el horno a 200 grados de temperatura. Por último, se dejan durante 17 años y tenés lista una parrilla La Cabrera”, detalla Gastón Riveira, fundador de la marca.
El canon de ingreso para acceder a una franquicia de La Cabrera es de US$130.000, con una inversión mínima inicial de US$250.000. El tiempo de recupero estimado es 12 meses con contrato celebrado por 10 años. Luego, el personal de la empresa realiza visitas permanentes a cada franquicia con profesionales gastronómicos que refuerzan la capacitación de los empleados.
La Cabrera cuenta con tres locales en la Ciudad de Buenos Aires (uno dentro del Aeroparque metropolitano) y otros en La Plata, Pilar y la provincia de Jujuy. Fuera de la Argentina, funciona un establecimiento de la marca en Santiago de Chile, donde tienen otro local en construcción, y otros en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), Lima (Perú), Ciudad de México y Manila (Filipinas). Además, tienen una franquicia vendida en Miami (Estados Unidos) y un proyecto de apertura en Europa.
El chileno José Luis Ansoleaga descubrió La Cabrera y decidió llevársela a su país. Desde 2018, posee una franquicia en Santiago de Chile con proyecciones de abrir una segunda. “En Santiago hay oferta de carnes de alta gama, pero La Cabrera es diferente”, sostiene Ansoleaga.
Los cortes de la parrilla son variados, con una forma de asar fuerte y caramelizando la carne en su exterior. Platos abundantes con mini guarniciones de cortesía, un ambiente distendido y acogedor con una cálida decoración y la amabilidad de su atención. La afinidad de ambas culturas facilitó la adaptación del negocio. “Más que adaptaciones por gusto, hemos incorporado algunas guarniciones que acá son más consumidas que allá. Pero, en general, nos gusta mucho y queremos mantener la identidad de parrilla típica argentina”, remarca el empresario.
Como a todos sus franquiciados, La Cabrera le entregó a Ansoleaga los manuales operativos del negocio y las recetas que sus chefs deben seguir al pie de la letra. En cuanto a los productos y la materia prima, la selección debe ser estricta y razonable: la carne debe provenir de la raza Aberdeen Angus, con un cierto peso y características previamente establecidas para los distintos cortes.
La sucursal chilena emplea a 68 personas y factura alrededor de US$350.000 mensuales.