Si nos preguntamos quiénes son las personas en las que realmente confiamos, seguramente un puñado de individuos se atraviese por nuestra mente. Es que la confianza es algo muy difícil de ganar, que representa un aspecto fundamental para establecer relaciones personales y profesionales verdaderas y duraderas.
Si bien a nivel personal es más complicado llegar a adquirir confianza con alguien, en el ámbito profesional es indispensable confiar en los que nos rodean para cumplir nuestros objetivos. Esto no quiere decir que haya que confiar en todos, sino que para que otra persona se sienta tranquila, segura o esperanzada al hablar con nosotros, tenemos que mostrarnos fuertes, fiables y razonables.
Podemos confiar en jefes, colegas, médicos, abogados, electricistas, periodistas, vendedores, políticos, líderes religiosos o dirigentes sindicales, siempre y cuando ellos inspiren en nuestro ser determinación y coherencia.
Cuando se estudian las organizaciones que obtienen resultados sobresalientes de manera sostenida y a los equipos de trabajo de gran desempeño, no hay que dejar de analizar el nivel de confianza entre todos ellos, ya que este determina el rumbo final. Este tipo de premisa no solo aplica a las relaciones humanas, ya que también puede usarse a la hora de evaluar sistemas tecnológicos o mercados.
“La confianza construye reputación, es la arquitecta que fabrica los puentes de funcionamiento de cualquier sistema de interacción y colaboración y funciona como base para generar vínculos saludables que impulsen la innovación, reduciendo riesgos innecesarios”, comentó un especialista anónimo. Ese mismo profesional también advirtió que la confianza es un intangible, que no se puede ver ni tocar, pero representa un bien por demás valioso.
La confianza no es algo que traigamos con nosotros, se construye día a día en nuestro vínculo con el resto de las personas: es el comportamiento cotidiano lo que la va moldeando y no es un elemento aislado, sino la sumatoria de todos ellos. Además, es binaria: se puede confiar o no.
Respecto a lo que dice el diccionario, confiar es depositar en alguien seguridad y buena fe, teniendo en cuenta la percepción y expectativa que se tiene del otro; esta se demuestra a través de palabras y actos. De esta manera, confiar implicaría dos planos: el talante, con sus valores y motivaciones; y el talento, con sus competencias y capacidades. En otras palabras: lo humano y lo técnico.
Si confiamos es porque pensamos que ambos puntos son apropiados; de lo contrario, si desconfiamos, es que alguno –o los dos– no nos convence. Por ejemplo, desconfiamos de alguien que puede tener capacidades adecuadas, pero no tenemos certezas respecto a su honor; así como también depositamos nuestra fe en alguien que se muestra súper amigable, pero no posee las destrezas necesarias para llevar adelante una tarea.
La confianza es el origen de las buenas comunicaciones y es la fuente esencial del manejo correcto de los conflictos, no para evitarlos, sino para tener un marco para atravesarlos lo más calmo posible.
Según una investigación publicada en Harvard Business Review, basada en 87 mil líderes mundiales, existen tres elementos fundamentales a tener en cuenta a la hora de desarrollar la confianza: las relaciones positivas, el buen juicio y la consistencia. Estos puntos señalan que las relaciones positivas tienen un peso específico, en tanto que es necesario demostrar humildad para reconocer debilidades y errores, asumiendo responsabilidad por los propios actos.
Cuando las personas son tratadas con confianza, inmediatamente suelen responder con confianza. Stephen Covey, autor de “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas”, afirma que no hay virtud más valiosa que la confianza humana. “Todo líder debería aprender a cultivarla y promocionarla en sus ámbitos de desarrollo”, plantea.
La confianza también incide en la velocidad y los costos de un proyecto: si hay poca, la velocidad será mínima y los costos aumentan; en cambio, si hay confianza, la balanza se inclina de otra manera. Inspirar y multiplicar la confianza es una cualidad con la que todos ganan y hace que las personas sean más creíbles, humanas y valiosas.