La región patagónica de la República Argentina, conocida por sus valles, montañas y lagos de agua cristalina, viene posicionándose como el lugar a visitar si se quiere probar un whisky nacional de altísima calidad. Es que muy cerca de la Cordillera de los Andes, en la ciudad chubutense de Lago Puelo, hay una destilería llamada La Alazana, que en 2011 lanzó el primer single malt de origen local.
La Alazana fue fundada por Néstor Serenelli y su mujer, Lila, quienes desde que eran muy jóvenes soñaron con tener un establecimiento dedicado a la producción de whiskies. Con ansias de recibir la etiqueta de “whisky patagónico”, su creador destaca que su bebida de estilo escocés es bastante diferente a la mayoría de las opciones que se encuentran en nuestro país, ya que durante el destilado de la fermentación se emplea un solo cereal malteado (cebada) y no un blend con mezclas de distintos alcoholes.
Antes de iniciar el proyecto, tanto Serenelli como su mujer viajaron a Escocia para realizar diferentes capacitaciones, donde obtuvieron un máster en Ciencia de la Elaboración y la Destilación de la Universidad Heriot-Watt. Su pasión y dedicación fue tan grande que, al poco tiempo, ganaron con su whisky dos medallas de oro por parte de la Asociación Scottish Craft Distillers (Escocia) y una institución búlgara.
El 90% de la cebada que se utiliza en La Alazana proviene del Reino Unido, ya que –según Serenelli– las variedades existentes en la Argentina están más orientadas a la producción de cerveza. Por este motivo, desde hace dos años cultiva con semillas escocesas las variedades odyssey y overture cerca del río Chubut.
“Las estamos sembrando y malteando nosotros. Lentamente vamos a ir reemplazando el grano importado por nuestro propio producto; ese sí va a ser el primer whisky 100% patagónico”, expresó el emprendedor.
La firma, que produce desde un galpón con techo a dos aguas que se esconde detrás de una larga fila de álamos, tiene una capacidad de producción de entre ochenta y cien barricas por año, de las cuales se pueden extraer entre 350 y 400 botellas. Cada una tiene un valor de noventa dólares, aunque por el momento se venden solo en la destilería, que está en vísperas de un proceso de ampliación, debido a la enorme cantidad de turistas que llegan de todas partes del mundo.
De acuerdo a Serenelli, el whisky patagónico ya está dando que hablar, por lo que considera que es muy importante conseguir una certificación de origen por parte de Ministerio de Agricultura. “Que las botellas tengan el sello ‘Whisky patagónico: destilado y madurado en la Patagonia’, es muy importante para nosotros”, enfatizó.
Los especialistas distinguen al whisky de la Patagonia por la impronta pura del agua de deshielo de la cordillera y el aporte esencial del clima, que le brinda condiciones óptimas para su añejamiento. “El valle de la comarca andina tiene un clima muy estable, que hace que no sea necesaria la climatización artificial. En el mundo se respeta mucho a los whiskies que se maduran en un clima natural”, aseguró Serenelli.
Madoc es una destilería rionegrina ubicada en Dina Huapi, que fue fundada en 2015 por el físico Pablo Tognetti. Tras años desempeñándose en el directorio de distintas empresas, como Invap y Arsat, se dedicó a la producción de un single malt, que en 2018 ganó la medalla de plata en la San Francisco World Spirit Competition gracias a su perfil suave.
Antes de probar con el whisky, Tognetti había elaborado cerveza artesanal desde la cocina de su casa con una olla a presión. Al jubilarse, instaló la destilería que produce hasta seis mil botellas anuales, de las que el público podrá sacar sus conclusiones recién el año que viene, ya que el profesional prefiere que el producto tenga al menos tres años de añejamiento.
El tercer single malt argentino está en la ciudad bonaerense de Luján. Su creador, Carlos Mignone, aclaró que en breve se trasladará a Bariloche, donde ya tiene comprado un terreno. El local en cuestión se llama EM&C, que inició como un proyecto sin futuro desde la casa de juegos que los hijos del fundador tenían en su vecindario.
EM&C nació en 2015, luego de que Mignone conociera a Serenelli en La Alazama, y recibió el apoyo de toda la familia de manera instantánea. Santiago, su hermano, es quien hoy se encarga de las compras, en tanto que sus hijos lo ayudaron a diseñar y montar el proyecto.
La empresa produce entre seis y ocho barricas por año, aunque planea triplicar los números una vez que se instalen en el sur. Las primeras botellas estarán disponibles muy pronto y, si bien serán elaboradas siguiendo los métodos escoceses, tendrán sellos distintivos propios de nuestro país.
“Acá en la Argentina nadie nos obliga a hacer el whisky así, pero es la forma de hacerlo desde hace más de 400 años. Queremos distinguirnos. No producimos de la manera más fácil, ni la más rápida, ni la más barata, pero estamos convencidos de que esta es la forma que corresponde: respetando las tradiciones”, concluyó Mignone.