l no poder cumplir con ese cometido, la actividad fue abandonada hasta los años 70’, donde se retomó su cría como especie diferenciada.
Cincuenta años pasaron y el país llego a tener 200.000 cabezas de búfalos, tan sólo el 0.4% de las cabezas bovinas que Argentina presume en el mundo y que hoy rondan los 50 millones de ejemplares.
Con la reciente reglamentación de la Ley 27.076 aprobada en 2015, que establece el “Programa Federal para el Fomento y Desarrollo de la Producción Bubalina”, la falta de promoción de esta actividad quedó al descubierto.
Seis años después se logró aprobar un presupuesto para este sector, que de quedar igual al fijado en la sanción de la ley está muy desactualizado. Aún así, no es sólo cuestión de dinero: los 10 millones de pesos acordados no son suficientes si se tiene en cuenta que lo que más se necesita es información sobre esta especie.
“Lo importante siendo una economía regional, es que se la apoye de manera diferencia y se promocione su consumo. Hay que dar a conocer no sólo lo productivo y económico sino también su impacto en la salud humana. Su carne tiene menos colesterol y más hierro”, comentó Francisco Velar, productor correntino y miembro de la Asociación para la Producción y el Desarrollo del Búfalo en Argentina (ABUAR).
“El INTA podrá tener mayores planes de investigación y estudio sobre la especie para hacer un proyecto nacional de apoyo”, agregó luego.
Este desconocimiento sobre la actividad impacta incluso en aquellos productores ganaderos que desean criar esta especie. Tal fue el caso del correntino Javier Azpiroz, quien en 2019 adquirió sus primeros búfalos junto a sus hijos, y aprendieron de su manejo a base de prueba y error.
“Por ignorantes hicimos cosas que no hay que hacer. Castramos terneros pensando en que si no lo hacíamos tendrían aspectos de toros de menor valor y características de comportamiento complicado para su manejo”, confesó. Pero la experiencia hace al criador y hoy ya cuentan con 600 cabezas, que buscan extender a 1500 en el futuro cercano.
Los años le dieron a Azpiroz conocimientos en el majeo del Búfalo, que es distinto al de un bovino. Al ser un animal gregario, el alambrado eléctrico es lo único que puede impedir que se dispersen. Por otro lado, ganan peso fácilmente, a razón de 700 gramos diarios según pudo analizar Aspiroz.
Su mansedumbre también permite una convivencia armoniosa con bovinos, y más importante aún, que los trabajadores caminen entre ellos sin mayor problema.
Una cualidad importante y poco explotada de esta especie es el alto porcentaje de conservación ambiental que consiguen. Es decir, se llevan bien con el ambiente en el que están y ayudan a protegerlo. La especie criada en Argentina, el búfalo de agua o asiático, se lleva muy bien con ambientes húmedos por lo que la mayoría de los ejemplares están entre Formosa y Corrientes.
“La especie asiática fisiológicamente necesita del agua para regular su temperatura corporal. Tiene muchísimas menos glándulas sudoríparas que el bovino y busca el agua para que su temperatura sea la adecuada, sobre todo cuando hacen más de 30 grados”, explicó Velar.
Pero eso no es todo. Su composición ruminal hace que pueda digerir pastos que un bovino rechaza y eso colabora de forma directa en evitar la acumulación de materia seca.
“Si tengo un estero o un humedal, ese humedal –como diría quien habla sin conocer- no hay que tocarlo jamás. Sin embargo, si no lo toco se hace un pajonal que posteriormente se convierte en fuego por una chispa o un rayo. El búfalo permite controlar ese exceso de celulosa, en todas las zonas tropicales y subtropicales donde el crecimiento vegetativo es muy rápido. La manera más amigable de controlar eso es con dientes”, aseguró Azpiroz.
Bichos de Campo