uando uno recorre el campo santafesino y se adentra en los lugares más alejados de ciudades, pueblos y parajes, va descubriendo un paisaje en el que la monotonía del verde solo se interrumpe cada tanto, con alguna estancia o chacra, donde es posible hoy en día encontrar las innovaciones tecnológicas necesarias para el desarrollo de la actividad rural, pero con las limitaciones que impone la distancia a los centros poblados. En estos establecimientos se distinguen perfectamente las diferencias que existen entre los dueños y los humildes empleados. Son estos últimos los paisanos que mantienen vivas las costumbres y tradiciones de los habitantes de nuestro suelo.
Levantarse antes del amanecer y arrimarse al fogón que da término a la jornada, buscar la frescura del agua de pozo en verano y tener siempre “ensillado” el mate en el rescoldo de un fuego duradero son parte de la rutina. Vestirse de la misma manera desde hace siglos, sin aditamentos modernos, también.
Los paisanos de nuestra región litoral usan, para sus tareas cotidianas, una bombacha muy amplia, por lo general negra, sujeta por una faja negra o roja y tirador ancho con bolsillos. Llevan una camisa rematada por un pañuelo de seda que cuelga como triángulo sobre la espalda, pero por delante simula una corbata por adentro del cuello. Solo para las fiestas usan saco. A veces se colocan un poncho anudado alrededor del torso, pero para la bailanta lo llevan sobre el hombro. Si bien el calzado es el mismo para el trabajo como para las ocasiones especiales, no sucede así con lo que cubre su cabeza. La típica boina o el chambergo de copa chata se reemplazan por un sombrero de copa alta.
Las chinas lucen, para la parte superior de su vestimenta, blusas blancas de escote generoso que llevan pasacintas o puntillas, con amplias mangas o sin mangas según la temperatura lo demande. También llevan pañuelo al cuello. Sus polleras son amplias con volados, sobre calzones y enagua blancos. Una faja a la cintura y alpargatas negras o blancas completan el atuendo. Para las fiestas, lucen polleras blancas con adornos de cintas y puntillas, y zapatos con tacón bajo. El peinado es esmerado, dividida la cabellera en dos bandas, se trenza adornándola con flores al costado.
Estar presente en alguna de las actividades de nuestros paisanos, ya se trate de las tareas en el campo, como de las bailantas, es un privilegio del que la mayoría de los habitantes de nuestra provincia no disfruta, en virtud de que es cada vez más frecuente que los jóvenes abandonen su lugar de origen para buscar en la ciudad la satisfacción de sus ansias de progreso. Los que deciden permanecer son quienes nos permiten la persistencia de las costumbres que dieron idiosincrasia a nuestro pueblo.
Ser Argentino