n el ámbito empresarial, la humildad es una de las virtudes humanas más valoradas. Si bien algunos tienen dificultad a la hora de desarrollarla, es vital para manejar grandes organizaciones, apuntalar negocios y obtener buenos resultados en la práctica.
La palabra proviene del vocablo latino humilitas, que quiere decir fértil. Al momento de forjarla y aplicarla con éxito, es preciso que cada uno reconozca sus propias fortalezas y limitaciones y actué en base a ellas de manera serena, tranquila y enfocada en las necesidades propias y ajenas.
El liderazgo humilde tiene tan solo cinco claves:
1) Influencia: generar un impacto directo de calidad, agregando valor en cada acción o intención.
2) Legado: se refiere a la huella perdurable de la gestión; es decir, aquello que hace inolvidable al líder. Esto abarca no solo lo que hizo sino cómo. Aquí entran en juego las valoraciones personales al momento de conseguir manifestaciones genuinas, honestas y sinceras.
3) Sentido: crear conciencia para contribuir a que todos encuentren sus metas e impulsar una conexión emocional profunda con lo que cada uno hace. Esto es vital para que las personas se sientan útiles y trabajen con entusiasmo y energía.
4) Servicio: saber, asumir y hacerse cargo con el fin de servir a los demás (empresa, equipo o comunidad).
5) Trascendencia: ya que todas las decisiones a tomar repercutirán en el futuro, es necesario llevar adelante acciones sustentables a la hora de hacer negocios y buscar consensos dentro de la empresa.
Para ser un líder humilde, se requiere fuerza, determinación, conciencia, voluntad, corazón y razonamiento. Además, es imposible lograr el objetivo sin autocrítica y buenas dosis de escucha activa y afectiva, observación neutral y tolerancia al mano a mano.
1)Trabajando el autoconocimiento: mejorar las habilidades blandas; profundizar el descubrimiento de las partes ocultas del ser, la inteligencia emocional y las capacidades de flexibilidad y adaptabilidad; mostrarse dispuesto a cambiar creencias y paradigmas; y buscarle sentido a la trascendencia como líder a partir del coaching, el mindfulness y la meditación.
2) Conectando y comunicando: no está mal exponer dudas y errores, ya que eso implica crear vínculos humanos auténticos. Los líderes humildes además de saber comunicar, conocen cómo impactar emocionalmente a sus interlocutores. Esto se debe a que se manejan con una dinámica conversacional respetuosa, genuina y honesta.
3) Admitiendo los errores: trabajar el ego implica aceptar las equivocaciones, enmendarlas y enfocarse en la meta mayor. Los líderes humildes buscan generar resonancias de entendimiento para accionar de manera asertiva, permitiendo que todos desplieguen su mejor versión.
4) Humanizando las relaciones: interactuar con las personas para saber qué sienten y cómo entienden sus tiempos y procesos individuales ayuda a crear vínculos laborales ricos y duraderos.
5) Aprendiendo en el camino: el desarrollo del liderazgo humilde no es lineal, sino que tiene etapas de bajada, subida y estancamiento. Lo más recomendable es internalizar cada aprendizaje que se obtiene tras un error, fracaso o conflicto. Solo así es posible cosechar templanza.
Frente a una equivocación, hay que ir para adelante con una mirada positiva sobre el devenir. Lo más efectivo es enfocarse un 85% en las soluciones de avance y el 15% restante en el análisis de las fallas. La fuerza proactiva permite capitalizar al máximo cada lección.