l thiacloprid es un insecticida que forma parte de los neonicotinoides, unas sustancias derivadas de la nicotina que la EFSA-AESA relaciona con la mortalidad de las abejas. Su mecanismo de acción es similar a otros neonicotinoides e implica la interrupción del sistema nervioso del insecto al estimular los receptores nicotínicos de acetilcolina.
Se trata del cuarto neocotinoide, de los 5 que fueron aprobados con anterioridad para su uso como insecticida en la Unión Europea, que Bruselas prohíbe o ha adoptado restricciones de uso desde el año 2013, tras el veto al imidacloprid, al clothianidin y al thiamethoxam.
Stella Kyriakides, comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria de la Unión Europea, recuerda en un comunicado que las recomendaciones científicas de la Agencia europea son claras: “Existe preocupación por el uso de este pesticida desde el punto de vista medioambiental, particularmente en relación con su impacto en las aguas subterráneas, aunque también en relación con la salud humana por su toxicidad reproductiva”.
Según la Comisión, el veto comercial y de uso adoptado ahora es una «clara muestra» del compromiso de Bruselas por proteger la salud de los ciudadanos europeos y del entorno medioambiental, así como la evidencia de esta prioridad para la UE en el marco de la próxima Estrategia “De la Granja a la Mesa”, dentro del nuevo Pacto Verde (New Green Deal) Europeo.
La Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria (ANSES), que es el laboratorio europeo de referencia en este ámbito, recomendó ya hace cerca de dos años en un informe intermedio, que se redujera al máximo los usos del tiacloprid a partir de 2018.
El uso de este insecticida neonicotinoide aumentó considerablemente en el período 2010-2015 debido, sobre todo, a la prohibición de las otras sustancias de esta familia.
La ANSES indicaba entonces que el tiacloprid podría ser tóxico para la reproducción, al sospecharse que era un perturbador endocrino y que podría provocar algunos tipos de cáncer.
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