Por Agroempresario.com
A lo largo de estos años, Durigutti Family Winemakers ha tenido un crecimiento sostenido y una consolidación como empresa que el próximo marzo festejará sus 20 años. Agroempresario.com conversó con Héctor Durigutti, co-fundador y responsable del área comercial de la bodega.
En la adolescencia comenzó a estudiar en la Escuela Vitivinícola Don Bosco y practicaba en el laboratorio de la Bodega Titarelli. Trabajó en diversas bodegas entre Argentina e Italia hasta que, a finales de 2001, decidió emprender con su hermano Pablo en la elaboración de sus propios vinos. En los inicios, compraron un tanque de acero inoxidable y las uvas a pequeños productores. La elaboración la realizaban en la bodega de su profesor de la facultad.
“Con Pablo siempre tuvimos la idea de tener nuestra propia bodega y fincas propias. En los comienzos, empezamos haciendo 500 cajas de 6 botellas”, recordó.
En 2004 llegaron al mercado en un momento de auge y bisagra para el vino argentino, especialmente para el Malbec. “Ese año comenzamos a exportar a Estados Unidos y cada año fuimos exportando un poco más hasta que en 2007 compramos nuestro viñedo de 40 hectáreas en Las Compuertas siendo 2008 nuestra explosión en el mercado”, sostuvo.
Durante el 2020 construyeron su bodega y actualmente exportan a 25 países: “Hasta antes de la pandemia exportábamos un 70% y el 35% quedaba para el mercado interno; luego de la pandemia, estamos en partes iguales entre ambos mercados”, explicó.
Con el correr de los años, la bodega ha logrado diversificar su portfolio de vinos.
En los comienzos del negocio sólo se hablaba de Malbec-Argentina-Mendoza: “Nacimos con ese concepto de hacer Malbec con un estilo particular enfocado a los mercados importadores de vino y a medida que crecíamos entendimos que había otras necesidades de mercado y comenzamos a desarrollar otros varietales como Bonarda, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon”, sostuvo el enólogo.
Siguiendo el cambio de dinámica de la industria, los Durigutti se enfocaron en aprender y conocer otras regiones vitivinícolas como el Valle de Uco para trabajar con microrregiones como Altamira, donde nació la línea HD y Las Compuertas donde nació Carmela y actualmente están instalados.
Por su parte, la línea Aguijón de abeja surgió pensando en vinos federales de las provincias productoras de vino como La Rioja, Neuquén, Salta, San Juan y Río Negro. Luego, surgió la línea Cara Sucia con el fin de volver a los orígenes y poner en valor la industria del este de la provincia de Mendoza.
“En resumen, tenemos 72 etiquetas más un pequeño proyecto en Galicia, España, con denominación de origen Ribeiro que es donde hacemos blanco”, sostuvo.
Las Compuertas es uno de los lugares históricos de la industria vitivinícola de Mendoza. El proyecto de los hermanos Durigutti tomó el nombre de la primera toma de agua del Río Mendoza fabricada por los españoles en 1848. A partir de entonces, comenzaron las primeras plantaciones de vid alrededor del río.
La historia cuenta que los inmigrantes que llegaban al puerto se dirigían en tren a Mendoza, dónde bajaban los italianos (por eso que hay muchas varietales italianas en esa región ) y a San Juan, donde se establecieron los españoles.
En los años 50 ́ la plaga de la filoxera cambió la realidad de los cultivos de vid en el mundo cuyo impacto para la población humana se asemeja a la actual pandemia de COVID19.
Si bien la mayoría de los cultivos de vid son posteriores a esa fecha, las las vides de Las Compuertas son pre-filoxérianas, es decir de las más antiguas del mundo con 90 a 100 años de antigüedad.
“El proyecto Las Compuertas es cumplir un sueño. Soy un afortunado por hacer lo que amo en la vida. Me levanto y me acuesto todos los días pensando en mi proyecto que ya dejó de serlo y pasó a ser una realidad. Representa el contacto con la naturaleza, con los pequeños productores y reivindicar un pueblo”, expresó.
La industria atravesó muchas crisis. En este sentido, el objetivo de la iniciativa es volver a las raíces, reivindicar esa región y los inicios de la vitivinicultura mendocina. “Tengo un pensamiento repetido y es que quiero dejar un legado. Consiste en recuperar un pueblo chico, de 330 has y transformarlo en un polo turístico, mostrando la diversidad del suelo y de las bodegas para mantener esa región histórica”, expresó.
Las Compuestas es un pequeño pueblo donde se desarrollan vinos de muy buena calidad, son diversos por estar en piedemonte donde la formación de los suelos es bastante heterogénea.
“Queremos que la gente venga a pasar un día a Las Compuestas, no sólo a la bodega. Estamos realizando un trabajo integral para el turismo local e internacional y ofrecer eventos Wine Sunset. Tenemos una casa de huéspedes para pasar la noche, organizar un evento, conocer la bodega y próximamente el restaurante. Buscamos un concepto de finca o campo donde poder resaltar cómo se comía hace 50-60 años atrás en estos pueblos, con un servicio de alta gama y materia prima natural de la zona acompañando los vinos”, explicó.
“Hicimos un trabajo desde 2007 a la fecha para recuperar material genético que ya se encontraba en Las Compuertas pero mezclado. En un viñedo había 80-85% de Malbec y el resto otras varietales como Cabernet, Franc, Petit Verdot y Bonarda. Fuimos recuperando ese material genético, lo fuimos reproduciendo y posteriormente plantando. Hoy por hoy, tenemos 1 hectárea de Bonarda, casi 2 de Petit Verdot y casi 2 de Cabenet Franc porque recuperar ese material y reproducirlo lleva su tiempo. Uno siempre habla de terroir -el mayor porcentaje en la incidencia de un buen vino- pero el terroir está compuesto por el ADN de las plantas y ese ADN es histórico, tiene más de 100 años. Queremos recuperar eso y en lo posible no introducir varietales que no hayan sido desarrollados en esa región”, remarcó.
Existen tres factores que componen el terroir: el suelo, el clima y la mano del hombre (el único factor modificable). “Cuando esa mano proviene de alguien que ha trabajado en viñedos toda su vida, el terroir tiene un valor mayor porque hay una mayor interpretación de cómo se vive ahí. Si bien siempre interviene el factor humano ya que hay que plantar, podar, regar y vendimiar, se busca una intervención de acompañamiento que consiste en entender el terroir y ponerlo en valores con conocimientos profesionales para darle espíritu”, sostuvo.
“La vendimia es manual en cajas de 18 kg porque no se permite una cosecha mecanizada en viñedos antiguos, primero por el ancho entre hileras y porque no es lo mismo la recolección de la uva con una máquina que manual, por lo menos para este tipo de vinos”, aclaró.
En cuanto al trabajo en bodega, lo importante es interpretar el terroir y saber trabajarlo ya que no todos se trabajan de la misma forma.
Las Compuertas posee esta diversidad de suelos que incluye suelos fríos (requieren más agua) y calientes (drenan más agua). La maduración de las uvas en una misma región será distinta según la temperatura del suelo. En este punto, es fundamental saber interpretar de qué suelos provienen las uvas porque en la bodega deberán elaborarse según la maduración de los taninos, hollejos y la concentración de la uva.
“Es imposible trabajar de la misma forma, es por eso que nos manejamos por microterroir. Hoy trabajamos con un concepto muy natural con levaduras autóctonas; para ellos el campo debe ser lo más limpio posible y sin contaminación ni agroquímicos para que la flora microbiana pueda fermentar la uva. Además de esto, hemos logrado la certificación orgánica de todos los viñedos junto a sus procesos”, concluyó.