La necesidad de agregar valor en la bioeconomía del maíz, una de las mayores fuentes de “emisión de dólares” de la Argentina; los desafíos de los sistemas alimentarios; la revolución tecnológica y organizacional que sufrirá el sector de aquí a diez años; la perspectiva de la mayor avícola del país y una de las mayores generadoras de empleo, y hasta el papel del maíz en la carne artificial, fueron algunos de los enormes temas que abordó el panel “Instituciones, empresas y tecnologías para el desarrollo de la cadena”, Moderado por Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA, en el que expusieron Gabriel Delgado, representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA); Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo, y Joaquín De Grazia, presidente de Granja Tres Arroyos.
Gabriel Delgado puso el foco en el protagonismo del maíz como fuente de generación de divisas y de desarrollo. “Desde 1970, la Argentina es el país con más períodos de recesión luego del Congo, y entre otras razones es por la falta de dólares. No tenemos muchos sectores de donde nutrirnos de dólares; la forma de emitir dólares es exportando. El caso del maíz es emblemático, por los efectos que podría tener sobre la economía”, sostuvo el ex secretario de Agricultura de la Nación.
Para ello, Delgado aseguró que el paso previo es generar un proyecto que elimine las grietas actuales y que le permita a la cadena de valor dar un salto mayor en el comercio exterior. Hay que mejorar el valor absoluto de la exportación del maíz para generar más ingresos y empleo, dijo, y comparó el desempeño del grano argentino con el de sus competidores en el mercado mundial: “Estados Unidos exporta sólo 15 puntos de lo que produce, ya que el 85% lo consume de manera interna; Brasil procesa el 65% del maíz que produce; la Argentina, el 35%”, comparó.
Una de las cadenas en las cuales se podría apoyar el maíz para generar más ingresos y desarrollo doméstico es la de las carnes, dijo Delgado, lo que le daría mucha mayor robustez a la economía y al tejido social. “Hay conocimiento, profesionales y gente que sabe qué hacer. Nos falta ponernos de acuerdo en cuestiones básicas, como es mejorar el procesamiento del maíz y poder exportar más carne, recalcó.
A partir de su función en el IICA, Delgado indicó que está trabajando sobre la acción colectiva de los países de la región para que abracen la agenda de los sistemas alimentarios sostenibles. “Hay enormes desafíos en los sistemas alimentarios, pero no son sistemas fallidos, como se quiso implantar. Son acciones colectivas que van por lo ambiental. Ojalá que los países de la región tomen dimensión de lo que tienen entre manos a partir de la generación de proteínas y la posibilidad de ofrecerlas al mundo en cantidad y calidad”, indicó.
Referente y transformador de la realidad productiva, Gustavo Grobocopatel puso a la innovación como bandera de desarrollo. “La innovación rompe la línea y genera nuevos pisos y escenarios que hasta ese momento no se había imaginado”, señaló.
El empresario agroindustrial aseguró que percibe cada vez más claramente que el campo de los próximos años será muy diferente del actual como lugar de producción, por la convergencia de la innovación en los procesos. “Habrá más robotización, campos sin tractores, máquinas que no van a funcionar por tracción y equipos para inyectar semillas e insumos al suelo”, describió, además de la irrupción cada vez mayor de un modelo que utilizará productos biológicos para controlar malezas e insectos. Para dentro de diez años, Grobocopatel proyecta una agricultura “más agroecológica”.
Esa convergencia tecnológica se combina, además, con una logística más eficiente, con una “uberización” del transporte y la consolidación de las fintech como proveedoras de servicios financieros para el sector.
“La inteligencia artificial va a cambiar la forma de vinculación en la cadena de valor, con las particularidades de cada eslabón, ayudados por la digitalización”, aseguró.
Los productos también serán centro de la innovación, dijo. La carne artificial será uno de ellos, y pronosticó que el maíz ahí también tiene su lugar.
En ese nuevo escenario, hablar de cadenas de valor será insuficiente. Para Grobocopatel, se subirá a la dimensión de los ecosistemas, con proveedores de servicios de toda clase.
Más allá de su mirada positiva sobre lo que se viene para el sector agropecuario, el empresario admitió que esta revolución tecnológica puede no hacernos felices y causar dolor. “La sociedad no está preparada para esa transformación, y menos el Estado, que está pensando más en lo político y en las elecciones que en transformar la vida de las personas”, advirtió.
En esa línea, convocó a una mayor participación del sector privado y de las instituciones. “Dejar en manos de los políticos esta transformación será dificultoso; los emprendedores vamos a tener que involucrarnos”, anticipó. Opinó que las organizaciones de cadenas productivas van a tener que liderar este cambio desde lo institucional: “La esperanza es la clave que nos mueve y el rol de Maizar es trascendental, no solo como difusor de las tecnologías, sino también desde su lugar en la sociedad para acompañar los desafíos que se vienen”, ejemplificó.
Por su parte, el empresario avícola Joaquín De Gracia destacó el rol que tuvo, tiene y tendrá el maíz en la generación de proteína animal, y próximamente también artificial. “Mi papá llegó en 1935 desde Italia y comenzó con su hermano, que ya estaba en Buenos Aires, a vender pollos con un carro. Así comenzamos”, describió el presidente de Granja Tres Arroyos, una compañía que da trabajo a 6.500 personas (una de las 50 que mayor mano de obra generan en el país) y faena 750.000 pollos por día.
“La generosidad del país y el rol que tuvieron en mi formación las escuelas públicas hicieron que pudiera recibirme de contador público y desarrollar la empresa”, sostuvo De Gracia. Y destacó el efecto multiplicador que tiene el pollo como fuente de desarrollo: “Un ave de pedigree, a lo largo de tres años y tres meses, hace que se produzcan 11 millones de kilos de pollo. El pollo brinda la oportunidad de tener resultados en plazos cortos”, remarcó.
De Gracia destacó el protagonismo del maíz y la soja en la escala de la evolución de la cadena avícola: “En la actualidad, con 1,6 kilos de alimentos se puede hacer un kilo de pollo, y sin maíz no se puede lograrlo.
En 1981, si suministrábamos más de 5% de soja en la dieta, el pollo no rendía, pero tampoco le podíamos dar más de 43% de maíz, ya que era fuente de energía, pero le faltaban grasa”, explicó. Ahora, la tecnología hizo que la soja y el maíz ocupen el 94% de la dieta balanceada en la producción avícola.
De Gracia recordó que en 1974 Granja Tres Arroyos, junto con otro grupo de empresas nacionales, comenzó a exportar, al mismo tiempo que Brasil. Desde entonces, el país vecino ha desarrollado un comercio exterior que le permite exportar 5 millones de toneladas de pollo, mientras que la Argentina coloca en el exterior 250.000 toneladas.
“Necesitamos mucha inyección de capital, ya que no hay financiamiento para crecer en tecnología. También necesitamos que el bienestar animal esté garantizado, que haya trazabilidad y sanidad controlada con menos antibióticos, para asegurarnos presencia en el mercado internacional”, enumeró.
De cara al futuro, De Gracia adelantó que están desarrollando un proyecto de carne cultivada: “Estamos con las primeras células, con la idea de saber que, como empresa, a futuro vamos a seguir estando y pudiendo generar trabajo”, destacó.
MAIZAR