Los productores agropecuarios pueden dar fe de la enorme satisfacción que les genera ser el primer eslabón de los alimentos que consumimos los argentinos.
Ahora, algo de eso podrá vivenciar todo aquel que tenga una huerta en el fondo de su casa o en el balcón de su departamento: desde el INTA dieron las claves de cómo producir gírgolas en una huerta hogareña, un tipo de hongo comestible que aporta grandes cantidades de proteínas, vitaminas y minerales.
“Frente al ascenso de las temperaturas, el diseño de la huerta busca incorporar especies que aporten a la diversidad de la dieta con destacadas cualidades nutricionales. Pleurostus sp. se trata de una variedad de hongos que se desarrolla en troncos de árboles sanos y es capaz de reemplazar los alimentos proteicos de origen animal, inclusive el pescado”, plantearon desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Maite Alder, técnica del INTA Valle Inferior –Río Negro–, explicó: “Su producción puede ser involucrada a la huerta urbana. Se inocula sobre troncos y es altamente dependiente de las chasta las primeras heladas otoñales”.
En cuanto a las propiedades nutritivas de esta variedad, Cristian Musi Saluj, especialista del INTA Valle Inferior, sostuvo: “Aportan valores proteicos del 3 %, un porcentaje mayor que muchas de las verduras presentes en la huerta”.
Además agregó que cuentan con un alto contenido de vitaminas B2, B1, B12 Y B3, las cuales participan en el metabolismo energético de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas, y contribuyen al correcto funcionamiento del sistema nervioso y muscular.
“Son una rica fuente de minerales como calcio, potasio, fósforo y hierro; de ácido fólico, sustancia de aportes esenciales para el embarazo y son una buena fuente de glucanos, sustancia que estimula el sistema inmunológico del cuerpo”, destacó Musi.
“La madera seleccionada para la inoculación de las gírgolas no debe superar los 30 días de reposo y se debe encontrar en condiciones sanitarias óptimas para no perjudicar el crecimiento del micelio sobre los troncos”, expresó Alder.
El grupo de especialistas del INTA Valle Inferior explicó que el método más utilizado para realizar la inoculación se denomina “técnica de la rodaja”: consiste en cortar unos cinco centímetros del extremo superior de la troza, colocar una capa homogénea de micelio sobre el tronco y, posteriormente, fijar la tapa con un clavo.
Además, para evitar la deshidratación, se debe encintar la abertura que queda entre el tronco y la rodaja.
Finalmente, “este se coloca en el interior de una bolsa negra para generar un ambiente de oscuridad total, una conservación de la humedad de 80 % aproximadamente y temperatura ambiente de 25°C, indispensable para una rápida colonización del micelio en el sustrato”, explicó Alder.
Luego, los troncos se estiban y pueden ser cubiertos con polietileno negro para evitar el contacto con la luz y la pérdida de humedad.
En una etapa posterior, el crecimiento vegetativo se convierte en reproductivo y se observan las fructificaciones, es decir, setas. Para ello, se deben disponer los troncos en el interior de sombráculos, etapa que requiere el inicio de riego.
En cuanto a la cosecha de las gírgolas, Alder explicó que se realiza cuando la seta llega a su punto de madurez. “Se corta el racimo completo al ras del tronco, lo que también incentiva una nueva fructificación”, agregó la especialista.
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