Pasto por ambientes, una buena idea

Existen especies forrajeras para todo tipo de ambientes. El asunto es saber dónde va cada una.

Pasto por ambientes, una buena idea
miércoles 10 de abril de 2024

 La producción de materia seca en cantidad suficiente requiere caracterizar el sitio donde pretendemos implantar este recurso, para luego elegir la especie y el cultivar más adecuados.

Nicolás Bertram es un profesional del INTA Marcos Juárez. Como especialista en forrajeras plantea los beneficios de un manejo diferenciado. Dado que no podemos modificar los distintos ambientes que pueden hallarse a campo, la idea es elegir la especie en función de su posible adaptación en cada caso y manejarla de manera tal de lograr la mejor expresión de su producción.

Por cierto, la realidad nos llevará a trabajar en suelos con buena aptitud, pero también en perfiles con limitantes salinas, donde la osmosis y la toxicidad complican sobremanera, o decididamente sódicos, en los que la estructura de suelo constituye un problema importante. Incluso puede darse una combinación de los dos últimos. Se sabe, todas estas variantes pueden convivir en un mismo campo.

La disponibilidad de agua atraviesa a todos estos suelos. Imaginemos que llueven 900 milímetros en el periodo analizado. En un perfil de buenas condiciones van a estar disponibles en su gran mayoría, pero en uno con limitantes halomórficas, gran parte de eso será capturado por las sales y no estará al alcance de las plantas. Lo mismo con los suelos con limitantes sódicas, pero debido a su estructura. Se encharcan fácilmente y cuanto más sodio tengan más importante será este proceso, que va a afectar a las forrajeras que pongamos en ese lote.

También juegan factores como presencia de napa y fertilidad. Las forrajeras, sobre todo las perennes, generan muchas raíces, fijan buena cantidad de carbono, y originan biomasa. Algunas pueden producir en suelos con salinidad, encharcamiento, desecamiento y/o sodicidad.

Hay que tenerlo en cuenta a la hora de elegir especies, privilegiando aquellas que pueden producir con un menor consumo de agua.

“Se parte entonces de la caracterización ambiental, para después seleccionar la especie que produzca la mayor cantidad de biomasa dentro de ese ambiente. Paralelamente, hay que preparar el lote de forma tal que colabore con una implantación más rápida, y finalmente vamos a sembrar la especie elegida buscando que se implante lo antes posible”, advierte Bertram.

 

Caracterización

Las especies en un ámbito halo-hidromórfico van a tener que lidiar con inundaciones y sequías. En la Argentina hay 20 millones de hectáreas con alguna limitante de esta clase.

Este tipo de suelos se define en función de pH, conductividad eléctrica (CE) y porcentaje de sodio intercambiable (PSI). Los valores normales son de 6 a 7, menos de 2, y menos de 15, respectivamente, con estructura de suelo migajosa. En el caso del perfil salino los parámetros van más allá de 7 y por debajo de 8.2, más de 2 ds.m-1, y menos de 15%, respectivamente, en un perfil con agregados grandes. En cuanto al suelo salino sódico, tiene un pH superior a 7 pero menor a 8.2, CE por encima de 2 ds.m-1, PSI superior a 15%, y suelo con agregados pequeños. Por último, en los ambientes sódicos el pH es superior a 8.2, la CE menor a 2 ds.m-1, se tiene más de 15% de sodio intercambiable, y un perfil desagregado. Esta caracterización se hace en extracto de saturación, con lo cual las sales están más concentradas, temperamento que se repite en las determinaciones que siguen.

Recordar que un suelo ligeramente salino, con 2 a 4 ds.m-1, genera rendimientos restringidos en especies sensibles. En el caso del perfil medianamente salino, un registro de 4 a 10 ds.m1  determina rindes acotados en todos los cultivos. En los fuertemente salinos, de 10 a 16 ds.m-1, solo prosperan especies tolerantes. En cuanto a los sódicos, es distinto un perfil moderadamente sódico de otro fuertemente sódico.

El exceso de sodio intercambiable afecta la estabilidad del sistema de poros, la infiltración, la movilidad y la retención del agua en el suelo. En general los suelos sódicos son poco permeables. Es otro punto clave para elegir la especie adecuada, porque además hay que pensar en una pastura polifítica; si una especie no se adapta, tratar de que otra u otras se hagan cargo de la producción.

Para caracterizar hay que sectorizar ambientes mediante cartas de suelo, imágenes satelitales, NDVI, mapas de rendimientos, experiencia de productores y asesores, visitas a campo, parches de malezas, especies indicadoras, etc.

Lo que sigue es el muestreo de suelos y napas a diferentes profundidades, para ver si hay más ambientes que los que hemos detectado.

Conviene hacerlo de 0 a 5 cm (las sales se concentran arriba y lo que vamos a sembrar se implanta superficialmente) y de 5 a 20 cm, por separado. Analizar ambos segmentos, incluyendo pH, CE, sodio, dureza del perfil y ubicación de la napa.

Corresponde luego el ordenamiento de ambientes y limitantes, y la recomendación de forrajeras por ambiente, incluso con la posibilidad de no intervenir en ambientes con elevada chance de anegamiento y/o salinización, por ejemplo.

 

Elección de especies

La idea es salir del análisis cualitativo. “Tal especie tolera salinidad”, o “tal especie prospera en condiciones de sodicidad”. “Tenemos que entender el rango de salinidad y sodicidad a la cual se adapta la especie que estamos intentando colocar en determinados ambientes. Saber cuánto puede llegar a producir en función de lo que se ha relevado a campo y del dato de la investigación o la bibliografía para esa especie.

Conocer asimismo cómo 1 punto de incremento de esa sodicidad o salinidad va a afectar la germinación, implantación y producción de la pastura que tenemos en mente”, enfatiza el profesional.

La cercanía de la napa es otro parámetro relevante para elegir la especie. Debemos saber si tolera napa cercana y conocer sus características, si posee habilidad para consumir agua de ese curso subterráneo, si la especie tiene con qué ser potenciada por la napa. Hay que medir y evaluar todo. También saber qué sucederá en caso de que no consuma esa agua.

En cuanto a la alfalfa, hasta 4 ds.m-1 podemos esperar logros aceptables, pero solo sí hay agua en el perfil, es decir un suelo a capacidad de campo; de ahí en más todo se complica. Si analizamos la etapa de plántula, a medida que aumenta la CE disminuye la altura y la biomasa.

Tener agua con mucha cantidad de sales sirve tan poco como no tenerla. Y en cuanto a una planta adulta, cumplido el primer año la biomasa acumulada es modesta cuando la CE supera 2 ds.m-1. Lo mismo pasa con un pH demasiado alcalino. “Entonces, pongamos la alfalfa donde hay una CE menor a 2 y si queremos aumentar la producción de 1500 a 2500 kg MS/ha corrijamos con fósforo”, recomienda Bertram.

Todos los datos de salinidad están determinados en una dilución 1:2.5 (1 parte de suelo 2.5 partes de agua destilada).

Respecto de un mix de alfalfa y agropiro, a medida que aumenta la CE no disminuye la densidad de plantas de alfalfa, pero sí el crecimiento. En suelos de 4 ds.m-1 logramos una densidad de agropiro no despreciable, sobre todo considerando que puede macollar en un ambiente donde no vamos a tener otra forrajera para colocar. Para la alfalfa, inundaciones y sal conforman el peor escenario. Hay gran pérdida de plantas con seca y excesos hídricos. Con agua suficiente, Grama Rhodes germina en perfiles de hasta 4 ds.m-1; un 20 a 30%, no es malo dada las características de esta especie. Pero cuando no hay agua el porcentaje de germinación se cae incluso con CE menores a ese umbral. Ya en planta adulta, lo que había germinado hasta 4 ds.m-1, no sobrevive. “Encontraremos plantas hasta 1 ds.m-1, con baja producción, 2000 kg MS/ha, cuando por debajo de 0.5 pueden lograrse 6000 kg. Lo mismo con el pH y los ambientes alcalinos”.

La existencia de sales marca a su vez diferencias dentro de una misma especie, al menos en los casos de Grama Rhodes y Panicum coloratum. Entonces, primero elegir especie y después el mejor cultivar dentro de la especie. Por caso, en etapa de implantación Lotus tenuis tolera ambientes más salinos que Lotus corniculatus.

La napa tiene otras influencias. La alfalfa se siente muy bien produciendo con una napa entre 1,5 y 1,7 m, pero disminuye mucho el volumen de MS cuando tenemos una napa muy cercana o muy profunda en caso de no recibir lluvias. Por lo demás, con una napa cercana de tenor salino las plantas de esta leguminosa pueden morir a los 4 días. Por cierto, hay que decir que cuando este curso de agua subterráneo se encuentra a más de 2 metros de profundidad ya no importa si es salino o no.

En el caso de Grama Rhodes con una napa cercana a la superficie llega a producir 5 veces más si no es salina, y 5 veces menos si contiene sales. Con napa en profundidad, salina o no, la producción cae significativamente.

Respecto del agropiro, se ha observado una correlación positiva entre conductancia estomática y biomasa acumulada. En situación de capacidad de campo logra mayor respiración y más biomasa, pero con inundaciones de 28 días la caída de la respiración no deteriora mayormente los volúmenes de MS generados. Situaciones de seca generan disminuciones importantes en la biomasa de esta especie, pero lo interesante es que ninguna planta se murió después de dos meses de falta de agua o sesenta días de anegamiento.

Por cierto, con inundaciones temporales Grama Rhodes y Panicum no padecen tanto como con una seca. En cuanto a agropiro y festuca, no les va tan mal con seca o inundaciones como sucede con otras especies.

 

La planta nos guiará

Queda claro que necesitamos saber si hay alta o baja salinidad, y sequía/inundación breve o prolongada en el lote elegido. Recordar que las alternativas forrajeras (oferta) deben ser alineadas con la demanda. En Marcos Juárez están probando Aeschynomene americana y Crotalaria juncea, dos leguminosas megatérmicas.

“No solo hay que entender el ambiente y elegir la especie, también es necesario manejarla bien –advierte Bertram-. No se puede pastorear muy abajo en lotes con riesgo de ascenso de sales; podemos perder todo lo logrado. Prestémosle mucha atención a lo que nos ‘dice’ la planta. Nos indicará si está tomando agua de la profundidad y no de la capa superior, cómo fue implantada, si hubo sobrepastoreo que genere menos cobertura y mayor ascenso de sales o no”.

La lección que ofrece Bertram es amplia y rica en cuanto a la transmisión de conocimientos. En los tiempos que corren no se admite la implantación de forrajeras a tontas y a locas, o en función de hábitos sin fundamentos. Se impone un criterio mucho más profesional, y el premio radica en una pastura que brindará numerosas raciones. Manos a la obra entonces.

 

Por el Ing. Agr. Claudio Gianni – Publicado en la revista Chacra

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