Por Agroempresario.com
Entre los países líderes en exportaciones agropecuarias, Argentina ha sido el único en registrar una caída significativa. Según el informe “Hacia un sector agroalimentario más competitivo, inclusivo y resiliente”, presentado por el Banco Mundial (BM), entre 2011 y 2021, las exportaciones agroalimentarias argentinas al exterior disminuyeron un 1,3% anual. Esta reducción ha impactado también en su participación en los mercados internacionales, que descendió del 2,7% al 2,2%.
En contraste, durante el mismo período, países como Brasil, Indonesia y los Países Bajos incrementaron sus exportaciones en un 1,6%, 1,8% y 1,3% respectivamente. Nueva Zelanda destacó con un crecimiento del 4,9%, mientras que Canadá, Estados Unidos, Australia, Alemania y Tailandia registraron aumentos más modestos, entre el 0,1% y el 2,1%.
El Banco Mundial subrayó que las políticas económicas y comerciales, tanto generales como específicas, han impactado negativamente en la inversión, producción y exportación del sector agroalimentario argentino. Entre las medidas que afectaron al sector se destacan las restricciones a las exportaciones, los tipos de cambio oficiales diferenciales y los impuestos a las exportaciones, caracterizados como elevados y volátiles.
Además, el informe señala que los impuestos sobre el volumen bruto de los negocios, los controles de precios internos y las restricciones a las importaciones han contribuido a esta problemática. También menciona la aplicación de aranceles sobre insumos clave y la falta de una inversión adecuada en bienes públicos.
Este panorama ha tenido un impacto significativo en la economía nacional, dado que el sector agroalimentario representa el 15,7% del Producto Bruto Interno (PBI), contribuye con el 10,6% de los ingresos fiscales y lidera las exportaciones con un 61% del total. En términos de empleo, absorbe entre el 17% y el 24% de la fuerza laboral del sector privado.
Diego Arias, gerente de la Práctica de Agricultura y Alimentos del Banco Mundial, comentó que una de las variables más influyentes en la caída de las exportaciones argentinas ha sido el esquema de incentivos al sector agrícola. “En la mayoría de los países, un productor recibe entre un 2% y un 25% de sus ingresos provenientes de apoyos de políticas públicas. En Argentina, se le impone un impuesto de casi el 20%”, explicó Arias, añadiendo que esto reduce el incentivo para invertir e innovar.
El informe también resalta que las políticas distorsivas han dañado especialmente a los pequeños productores de zonas más remotas, quienes tienen márgenes más bajos de rentabilidad y menor acceso a servicios. Los gravámenes al sector ganadero en Argentina, que se ubican entre el 49% y el 57%, afectan duramente a los productores de carne vacuna, principalmente de pequeña escala, reduciendo su capacidad de inversión y los incentivos para mejorar las prácticas de producción.
El BM advirtió que si no se implementan medidas de adaptación, los daños causados por las inundaciones podrían reducir el PBI en un 0,5% para 2060, y las sequías persistentes podrían provocar una disminución del PBI de un 4% anual para 2050.
A pesar de estos desafíos, el informe destaca algunos datos positivos, como el aumento del 3,7% anual en la productividad total del sector agroalimentario desde 1973, gracias a la adopción de nuevas tecnologías. Además, las emisiones de gases de efecto invernadero por unidad de producción han disminuido debido a la adopción de prácticas de siembra directa en la producción de cereales.
Sin embargo, Arias enfatizó que, aunque la productividad del sector agrícola argentino sigue siendo mayor que la de otros sectores en el país, al compararla con el crecimiento de otros países, Argentina está perdiendo competitividad.
Para fortalecer el sector agroindustrial, el Banco Mundial considera fundamental abordar tres áreas prioritarias: competitividad agroalimentaria y rendimientos económicos, inclusión socioeconómica, y resiliencia y sostenibilidad ambientales. Esto implica adoptar reformas que aborden los apoyos distorsivos al sector, mejorar el acceso al financiamiento y reducir la exposición a riesgos climáticos y económicos.
Arias destacó la buena receptividad de las autoridades a las recomendaciones y mensajes del Banco Mundial. Indicó que varias de las recomendaciones dadas en diciembre y enero ya se han implementado, y expresó su esperanza de que las restantes también se pongan en práctica.
La situación actual del sector agroalimentario argentino refleja una combinación de políticas económicas desfavorables y desafíos estructurales. A pesar de los avances en productividad, la falta de competitividad internacional es una señal de alarma que requiere una atención urgente y una reestructuración profunda para asegurar un futuro más sólido y resiliente para el sector.