Por Agroempresario.com
Las fuertes heladas registradas durante el mes de julio en Tucumán han tenido un impacto devastador en la producción de caña de azúcar, generando pérdidas que podrían agudizarse en los próximos meses. A pesar de que el inicio del ciclo agrícola prometía un balance hídrico excelente, el clima adverso ha llevado a los productores a enfrentar un desafío sin precedentes.
Desde CREA Región NOA se estima que, en el sur de la provincia, donde el fenómeno causó mayores daños, una parte importante de la caña podría quedar sin cosechar debido a las condiciones inapropiadas para la molienda. “En esta zona no creo que los ingenios continúen moliendo después del 15 de octubre, ya que los rendimientos están disminuyendo y la calidad del jugo se seguirá deteriorando”, advirtió Jorge Simón Dublé, miembro de CREA Cañaverales.
Un informe de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC) destaca que las heladas de julio, que alcanzaron temperaturas de hasta -6º, afectaron gravemente los cañaverales. Mientras que el norte de la provincia vio daños menores, el centro y sur sufrieron pérdidas severas y homogéneas.
Las proyecciones indican que la zafra 2024 no superará los 17,5 millones de toneladas, con una caída de disponibilidad de materia prima que podría superar el 10%. Esta situación obliga a los productores a acelerar la cosecha para minimizar pérdidas, a la vez que enfrentan la necesidad de limpiar lotes deteriorados para intentar recuperarlos en el próximo ciclo agrícola.
Manuel Ponce, asesor del CREA Cañaverales, explica que el congelamiento causado por las heladas ha destruido las células de las cañas, lo que resulta en la pérdida de clorofila y, en consecuencia, de capacidad de crecimiento. “Los niveles de acumulación de azúcar se han estancado, y pronto comenzarán a caer, lo que afectará gravemente la producción planificada”, alerta.
El impacto económico es significativo, ya que la baja en la producción repercute directamente en la rentabilidad de los productores, complicando su planificación comercial y financiera. Con la llegada de septiembre, y el aumento esperado en las temperaturas y lluvias, la situación se torna aún más crítica, lo que podría llevar a los ingenios a cerrar operaciones, dejando una parte importante de la producción sin cosechar.
Este escenario resalta la vulnerabilidad del sector agroindustrial argentino ante eventos climáticos extremos y subraya la necesidad de estrategias adaptativas que permitan a los productores enfrentar futuros desafíos.
