Nos gustan mucho los vinos originales, que tienen algo para proponer. Y esta etiqueta sale de lo común, con su color traslúcido piel de cebolla hiper tenue. En nariz, la fruta roja brillante, que recuerda a las ciruelas y cerezas, aparece en primer plano, sumando algo a frutas de pepita. La energía ácida que propone se percibe de punta a punta, con levísimos taninos que le dan algo de presencia. Súper bebible, un hit para el verano. Un dato: la bodega se propuso que este vino tuviera impacto social. De modo que lo recaudado por las ventas se destinará a becas educativas.
En esta anterior producción te adelantamos lo bueno que estaba el Bonarda de Agrelo. Ahora, como parte de esta trilogía que lanzó Nieto Senetiner, es el turno de hablar del ejemplar que proviene de Tupungato. En este terroir, adquiere un perfil más herbal, ganando más frescura. También gana en sutileza aromática, volviéndose más elegante. Muestra un paso fluido en boca, de la mano de taninos de grano fino, acompañado por un graso delicado y una suave pero persistente acidez. Vino amable y también muy bebible, como sucede con el resto de la línea.
Como ya contamos, el emprendimiento vitivinícola del exfutbolista Nicolás Burdisso fue pensado desde cero: eligieron una muy buena finca en el Valle de Uco, la trabajaron y, desde el día uno, fueron asesorados por el reconocido enólogo Bernardo Bossi Bonilla. Así que en este proyecto hay todo menos improvisación. Al concebir sus vinos, trazaron un paralelismo entre los suelos desprovistos que hay en el potrero con los suelos pobres de los buenos terroirs. Y este Gran Potrero no es un vino nuevo técnicamente pero sí un relanzamiento, dado que con el cambio de añada está estrenando una renovada estética. En nariz es súper elegante y fresco, con una sana madurez, en la que confluyen frutas rojas, flores y algo de especias muy suaves. La barrica está presente pero no cae en el cliché; en ese sentido, es un vino que no muestra la madera de manera obvia. En boca ofrece buen graso, compensado por una acidez que va in crescendo. Un ejemplar de alta gama que ofrece mucho más que lo que cuesta.
Algo interesante de este vino es se trata de una de las primeras etiquetas que están lanzando al mercado los propietarios de la bodega mendocina, que es ni más ni menos que la ex O. Fournier, que fue comprada en 2018 por el Grupo Agostino Wines (dueños de Finca Agostino y Telteca). Con la idea de preservar el legado de su fundador, eligieron rebautizar a la bodega con el nombre del que fuera su mítico vino ícono. Este Tempranillo es un vino complejo y al que el tiempo en botella le hizo bien. Surgen notas de frutas negras sanamente maduras, toques de especias dulces y aromas a café ligeramente tostados. Todo bien ensamblado, sin estridencias. En boca muestra un paso con buen músculo y linda textura. Lo positivo es que nunca da la sensación de estar sobrecargado. Deja en su recuerdo muchos aromas terciarios, que lo remiten más al Viejo Mundo. Muy buena relación calidad-precio.
La marca no es nueva, pero el vino sí puede considerarse como un lanzamiento. Es que, por un lado, presenta una etiqueta totalmente diferente y, en segundo lugar, cambió un poco la composición, apuntando a una calidad más alta. En nariz abunda la fruta roja y negra madura, con toques especiados suaves y un dejo a madera muy sutil, que alcanza para darle una pincelada de complejidad. En el paladar se muestra muy amable, con un paso ligeramente untuoso, taninos que no oponen resistencia y una aromática en el medio de boca que habla del estilo López.
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