La búsqueda por parte de los turistas de destinos en los que la preocupación por el medio ambiente sea uno de los atractivos, está creciendo en todo el mundo a un ritmo de 3% anual. Esto es lo que revela la Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES, por sus siglas en inglés). Siguiendo esta creciente preferencia por los viajes sostenibles, las comunidades nativas y ribereñas de la Amazonía, bioma que abarca el territorio de seis países (Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela), han encontrado en este tipo de turismo una forma de contribuir a la conservación de su territorio y cultura.
"Quien conoce la Amazonía se siente atravesado afectivamente por el lugar y por todo lo que implica la protección de la región", afirmó la socióloga ambiental Nelissa Peralta, profesora de sociología de la Universidad Federal de Pará e investigadora del área de Organización Social de la Amazonía. "Esta es una de las ventajas del turismo que coloca a los residentes locales como protagonistas", contó la especialista durante una entrevista con National Geographic.
La afirmación de Peralta se basa en estudios de campo realizados por la propia investigadora, que demuestran los beneficios de la creación de proyectos turísticos en la Amazonía cuando los emprendimientos son gestionados por y para las comunidades locales, ya sea en Brasil o en otros países con bioma amazónico. Y no está sola.
La propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuenta con un documento, creado en 2015, que sitúa al turismo como una de las herramientas capaces de ayudar a la sociedad a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030, en especial el 8 (trabajo decente y crecimiento económico), 12 (producción y consumo responsables) y 14 (protección a la vida submarina).
Entre los beneficios de los proyectos turísticos gestionados de forma sostenible, la ONU enumera: la reducción de las amenazas a la vida silvestre y el mantenimiento de la biodiversidad; el fin de la pobreza; el fomento de la inclusión social y la conservación del patrimonio cultural.
"El turismo sostenible realizado en conjunto con las comunidades locales, especialmente los proyectos en unidades de conservación, tiene el potencial de mejorar las condiciones de vida de estas personas preservando sus costumbres y el medio ambiente", argumentó Peralta, quien ubicó la generación de ingresos, la reafirmación de una identidad comunitaria y la protección de la naturaleza como los principales beneficios de estas iniciativas. Otro resultado del turismo sostenible en la Amazonía, según la especialista, es que ayuda a aumentar la conciencia política y la visibilidad de los pueblos nativos.
"Es una forma de hacer saber al mundo que estas comunidades existen. Lo que pone otra capa de protección contra los intereses externos para la explotación insostenible", informó la investigadora. Este tipo de consciencia es importante sobre todo para dar a las comunidades autonomía sobre su propio territorio.
Según el Atlas de conflictos en la Amazonía, lanzado en 2017, la explotación de los recursos naturales en los territorios habitados por nativos y otros pueblos tradicionales de la Amazonía (sin el permiso de las comunidades) es responsable de innumerables casos de degradación (como la deforestación y los incendios forestales) además de amenazar la seguridad y la supervivencia de estos pueblos.
Con estos objetivos de preservación, destacan algunas iniciativas de turismo sostenible. Como uno de los ejemplos, la investigadora menciona el Uakari Lodge, un proyecto que lleva más de 20 años en la Amazonía brasileña y que ha adquirido relevancia internacional. Conozca este y otros destinos gestionados por comunidades amazónicas que utilizan el turismo como herramienta de conservación medioambiental y cultural.
En medio de un ecosistema de vegetación semi húmeda que representa el 3% de la selva amazónica, la Posada Uakari pretende ayudar a proteger la biodiversidad local. El proyecto de turismo sostenible sin ánimo de lucro está situado en el estado brasileño de Amazonas, cerca de la ciudad de Tefé, y se encuentra dentro de la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, entre los ríos Solimões, Japurá y Auati-Paraná.
Uno de los grandes atractivos que promueve Uakari son los viajes para explorar la selva en canoas tradicionales, con observación de la fauna y la flora, así como los senderos hacia las comunidades cercanas. Estas visitas, sin embargo, cambian según la época del año. "La experiencia en el Amazonas es totalmente diferente si el turista viene durante la inundación o la estación seca. Cuando las aguas están en su nivel más bajo, es posible caminar por lugares que antes sólo se podían cruzar en barco", señaló Luciana Cobra, gerente operativa de Uakari y técnica de capacitación del Instituto de Desarrollo Sostenible de Mamirauá.
La idea de crear el albergue surgió en los años 90, a partir de un movimiento que buscaba la protección del uakari-blanco, una especie de mono endémico de la región y que da nombre al lugar. "Durante este período, la región fue sobreexplotada por sus recursos naturales, con la extracción de madera, la pesca y la captura de animales salvajes en general", contextualiza la técnica del Instituto Mamirauá.
Los impactos de esta explotación, según la gerente, dejaron a las poblaciones locales en situación de vulnerabilidad, además de dañar el hábitat de los monos. "La población local estaba necesitada, mientras el bosque era talado por intereses externos. La investigación y la visibilidad impulsadas por los uakari fomentaron la creación de una unidad de conservación y la búsqueda de alternativas económicas sostenibles para la población", explica Cobra.
Más de 20 años después de su apertura, el albergue puede recibir 24 turistas al mismo tiempo, con un promedio de 850 visitantes al año, y es una fuente de ingresos para 11 comunidades que viven en la Reserva de Mamirauá, ya que alrededor del 80% de los empleados del ecolodge proceden de la región. "La cantidad que paga cada turista se reparte entre las comunidades de la reserva. En la actualidad, 11 pueblos contribuyen y se benefician del trabajo del albergue", dijo la gerente de Uakari. De 2009 a 2018, el albergue generó alrededor de 550.000 dólares en beneficios directos para 80 familias de la reserva.
La extensión de la selva amazónica en el territorio brasileño favorece la aparición de iniciativas de turismo sostenible en zonas cuyos atractivos son especialmente singulares. Este es el caso de quienes visitan la Selva Nacional de Tapajós (también conocida como la Flona de Tapajós) una unidad de conservación de más de 500.000 hectáreas creada en 1970 en el estado brasileño de Pará.
Hay seis comunidades que trabajan con el turismo en Flona, donde el objetivo principal es dar a conocer a los turistas la biodiversidad del Amazonas desde una perspectiva comunitaria y con pleno respeto por la naturaleza. "El turismo es nuestro mercado. Si no fuera por esto, el bosque no podría mantenerse en pie", explicó Donildo Lopéz, conocido por su apodo de “Dido”, y presidente de la Asociación de Jamaraquá, una de las comunidades que reciben a los visitantes.
La Flona, como se denomina, abarca los municipios paraenses de Aveiro, Belterra, Placas y Rurópolis. Su población, según el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), es de 1.050 familias, de 23 comunidades y tres aldeas nativas de la etnia Munduruku. Todas ellas organizan actividades de gestión forestal sostenible, en las que se incluye el turismo de este tipo.
Según Dido, antes de la implantación del turismo y otras actividades económicas sostenibles en Flona, los propios residentes locales acababan impactando en los entornos naturales. "El medio de subsistencia era la explotación de los recursos naturales del bosque; no había otra alternativa. Y esta explotación no se hacía con la preocupación actual por la sostenibilidad, por el retorno para las comunidades, por la vigilancia y la inspección ambiental", sostiene.
El punto en común de todas estas iniciativas es la prueba de que, cuando se gestiona bien, el turismo sostenible tiene una capacidad demostrada de generar ingresos para los residentes locales, ya sea a través de excursiones, alojamiento, venta de artesanía o experiencias típicas, como la participación en rituales ancestrales. "En la práctica, este tipo de alternativas son todavía escasas, pero tienen el potencial de animar a los turistas a buscar formas diferentes de viajar, promoviendo destinos turísticos sostenibles", concluyó Figueiredo.
"Somos una de las pocas comunidades quechuas de Ecuador cuyo territorio no ha sido explotado por ninguna empresa petrolera. La presencia del turismo ha sido una bandera importante para evitar que los intereses económicos hablen más que la preservación", cuenta Yelsin Alvarado, coordinador general de Sacha Ñampi, un albergue ecuatoriano que, al igual que el brasileño, combina el ocio con las buenas prácticas de gestión ambiental para proteger la integridad de los ecosistemas amazónicos.
La preocupación de Alvarado se basa en que la explotación de los recursos naturales (como el petróleo, los minerales, el caucho y la madera) es la principal amenaza para la Amazonía ecuatoriana. También es responsable del aumento de la deforestación en la región, según el artículo "Amazonía amenazada Ecuador y Brasil en el marco del cambio climático", de Cristian David Ordóñez Arcos, investigador de la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito, capital de Ecuador.
El proyecto de turismo sostenible Sacha Ñampi, gestionado por la comunidad quechua de Alta Florencia, está situado en el Parque Nacional Yasuní, a unos 292 kilómetros por río de la ciudad de El Coca, en Ecuador. Desde 2008, cuando se inauguró, Sacha Ñampi ha beneficiado a unos 300 habitantes quechuas y está gestionado íntegramente por los nativos.
Cabañas rodeadas de la selva amazónica acogen a viajeros que pasan días en expediciones para ver delfines rosados de río, guacamayos y especies endémicas de monos y ranas arborícolas.
La protección del medio ambiente no es el único objetivo del turismo sostenible. El propio Sacha Ñampi (cuyo nombre significa "Camino del Bosque") es un ejemplo de que, además de preservar la biodiversidad local, la actividad turística puede proteger también las manifestaciones culturales de los pueblos de cada región. Las visitas al albergue ecuatoriano incluyen presentaciones de danzas típicas, rituales chamánicos, gastronomía local e incluso rituales de ayahuasca(un té, elaborado a partir de una mezcla de hierbas amazónicas. Es usado en rituales tradicionales de muchos pueblos amazónicos). "Uno de los pilares de nuestra empresa es fortalecer y conservar la convivencia comunitaria, lo que significa exaltar nuestra cultura, nuestro territorio y nuestra forma de vida", señaló Alvarado.
Para Silvio Figueiredo, especialista en turismo y profesor del Núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la Universidad Federal de Pará (UFPA), el turismo sostenible, a diferencia del tradicional, pone la vida de las comunidades locales en el punto de mira, motivando la preservación de las tradiciones culturales locales. "La vida de los pueblos nativos es interesante en sí misma, lo que hace que la cultura local sea uno de los atractivos del viaje", comentó el profesor. En otras palabras, el turismo sostenible también debería ser capaz de "contribuir a la preservación y regeneración de los entornos culturales, además de los medioambientales", argumenta el experto.
También en la Amazonía ecuatoriana, otra iniciativa de turismo sostenible combina el turismo de aventura, la investigación geológica y la protección del patrimonio cultural e histórico. Se trata del Geoparque Napo Sumaco, una zona de 1.800 kilómetros cuadrados en la provincia de Napo, en Ecuador.
El parque está formado por yacimientos geológicos y arqueológicos, cuevas, espacios culturales y recreativos repartidos entre unidades de conservación, parques nacionales y terrenos privados. La iniciativa, gestionada por nativos quechuas, cuenta con la ayuda de líderes comunitarios, académicos, investigadores y voluntarios para mantener las atracciones turísticas.
"Al ser uno de los únicos proyectos que unen el turismo y la investigación geológica en la región de la cuenca del Amazonas, nuestros principales objetivos son conservar los conocimientos ancestrales de las más de 60 comunidades nativas que viven en el territorio y difundir los conocimientos geológicos producidos en el parque", profundizó Henry Grefa, coordinador y director del geoparque.
Los visitantes pueden elegir entre recorridos en kayak y rafting por los ríos que atraviesan el parque, senderos de montaña, subir a la cima del volcán Sumaco, caminatas por la selva para observar animales, explorar cuevas, acompañar rituales chamánicos y contar historias sobre las tierras ancestrales de los quechuas.
"Cada una de las cuevas y grutas abiertas a la visita tiene también significados espirituales y sagrados para la cultura quechua, lo que convierte al parque en un monumento que conecta el conocimiento geológico con el ancestral", detalló el coordinador del parque.
Según Grefa, la experiencia turística en Napo Sumaco es única. "En el mismo viaje, los turistas pueden ver un fósil de amonita, de más de 70 millones de años y someterse a un ritual de ayahuasca acompañados por chamanes. Esto es lo que nos diferencia y nos ayuda a conseguir nuestros principales objetivos, que son la investigación, la educación ambiental y el geoturismo", comentó.
En la Amazonía boliviana, otra iniciativa apuesta por el turismo sostenible para el desarrollo sostenible de las comunidades nativas. La posada Chalalán se encuentra en el Parque Nacional Madidi, parte del territorio indígena de San José de Uchupiamonas, alrededor del lago que da nombre al emprendimiento.
"Es la realización de un sueño", dijo Neil Palomeque, un nativo quechua y gerente de Chalalán, durante una entrevista con National Geographic cuando se le preguntó si la iniciativa turística ha traído beneficios a los residentes locales. "Antes de que las comunidades se implicaran en el turismo sostenible, muchos jóvenes abandonaban los pueblos en busca de oportunidades de trabajo, estudiaban y acababan por no volver. Algunos pueblos estaban desapareciendo", informó.
Situado a 100 kilómetros al oeste de la ciudad de Rurrenabaque, en Bolivia, la experiencia turística comienza desde el trayecto inicial hasta las cabañas del albergue. Es un viaje de cinco horas por los ríos Beni y Tuichi. Al llegar a este alojamiento, los turistas tienen la opción de realizar excursiones fluviales o terrestres por la selva amazónica para observar la fauna y la flora locales, así como visitas a las comunidades cercanas.
Según Palomeque, la instalación del albergue dio perspectiva a los jóvenes de la zona, que ahora buscan formarse para continuar con la labor del turismo sostenible. "La gestión del albergue es nuestra y las oportunidades también. Así es como se cumple un sueño", afirma. En funcionamiento desde la década de 1990, el albergue de Chalalán es también un ejemplo de cómo este tipo de turismo puede contribuir a la repoblación de animales en sus hábitats naturales.
Según Palomeque, quien ha seguido el desarrollo del proyecto desde el principio, los esfuerzos por el uso sostenible de los recursos naturales fomentados por el turismo sostenible y la organización comunitaria también han permitido que los animales silvestres vuelvan a vivir en regiones antes evitadas por la explotación humana. "La zona era muy codiciada por los madereros y los cazadores. Pero el turismo ha aumentado el interés por preservar la región", dijo. Recuerda cómo los animales volvieron a verse desde las ventanas de las cabañas tras la creación del Parque Nacional del Madidi por el gobierno boliviano en 1995. "La actividad turística nos ha enseñado que la naturaleza es nuestro principal atractivo. Sin naturaleza, no hay turismo. Esto favoreció la delimitación de la unidad de conservación", agregó.
Para Figueiredo la relación entre las comunidades y la iniciativa turística de Chalalán es un excelente ejemplo de los beneficios que puede aportar el turismo sostenible. "El hecho de que las comunidades sean autónomas, capaces de tomar sus propias decisiones sobre sus territorios y medios de supervivencia, culmina en la preservación del medio ambiente y de las propias personas", explicó el profesor. "Si los jóvenes no se ven obligados a buscar oportunidades fuera de sus pueblos, ya sean económicas, recreativas o sociales, el bienestar de las generaciones futuras y el territorio estará garantizado".
National Geographic