Por Agroempresario.com
Desde hace décadas, Argentina atrae a extranjeros que, seducidos por su paisaje, su gente y las oportunidades del mundo vitivinícola, deciden echar raíces. En las provincias de Mendoza y Salta, historias de amor por el vino y aventuras personales se entrelazan, dando lugar a bodegas que no solo producen etiquetas de alta gama, sino que también representan un compromiso con la tierra y su gente. Estos son algunos de los casos más inspiradores.
Jeff Mausbach nació en Omaha, Estados Unidos, y llegó a Argentina para reencontrarse con Verónica, una porteña a quien había conocido en Roma. Lo que comenzó como una aventura romántica terminó con él echando raíces en Mendoza, donde hoy lidera la bodega Mil Suelos. “La belleza de las montañas y las condiciones únicas para hacer vinos de alta gama me convencieron de quedarme”, confiesa Jeff, quien ya lleva 32 años en el país.
Richard Bonvin, originario de los Alpes Suizos, llegó al país para desarrollar un proyecto vitivinícola. Aquí conoció a Paula, una mendocina con la que formó una familia, uniendo así su pasión por el vino con su amor por Argentina. Hoy es parte de Mendoza Vineyards y Finca La Anita.
Thibaut Delmotte, originario de Borgoña, llegó a Argentina durante un año sabático como mochilero. En su recorrido conoció la bodega Colomé en Salta, propiedad del suizo Donald Hess. Fascinado por la posibilidad de cultivar a más de 2300 metros de altura, se quedó en Argentina, donde además formó una familia con Mónica, madre de sus dos hijos. Después de un breve regreso a Francia en 2017, Thibaut decidió volver y emprender su propio proyecto en Payogasta.
Roberto Cipresso, enólogo italiano con una carrera destacada en Montalcino, llegó al país en 1995 para asesorar a la cementera Minetti en un proyecto vitivinícola en San Juan. Aunque el proyecto no prosperó, Cipresso se asoció con Santiago Achával para fundar Achával Ferrer. Tras la venta de la bodega, invirtieron en Matervini, una nueva aventura que refleja su fascinación por la diversidad del Malbec y el paisaje mendocino. "El Malbec es un vino que emociona, porque desaparece como variedad y muestra un paisaje", reflexiona Cipresso.
Los hermanos suizos Arnaud y Florian Frésard dejaron Europa para retomar la tradición vitivinícola familiar en Mendoza. Junto a su perro Gibbs, fundaron 3 Sapas con una filosofía sustentable: por cada botella vendida, plantan un árbol en alianza con la ONG UnÁrbol. "Queremos convertir vino en vida", dicen los hermanos, comprometidos con el cuidado del medioambiente y fascinados por la calidad de vida en Mendoza.
Iduna Weinert es hija del empresario brasileño Bernardo C. Weinert, quien descubrió Mendoza en sus recorridos como transportista y decidió fundar la bodega Weinert. Inspirada por el legado familiar, Iduna lleva adelante la empresa con la misma pasión que su padre, honrando la conexión entre Brasil y Argentina a través del vino.
Estos testimonios muestran que el amor por el vino trasciende fronteras y que, a pesar de los desafíos económicos y climáticos, quienes deciden hacer de Argentina su hogar encuentran en el país un lugar para crecer, innovar y compartir su pasión por el vino.