Mujeres de trajecitos sastre, mujeres con boinas y bombacha, con trajes típicos y banderas wiphala. De chancletas y tacos. En sus puños, agarradas fuertes, trajeron sus historias, sus miradas, sus luchas.
La conjunción se dio en el primer Foro Internacional de Género y Ruralidad que se desarrolló el 26 de octubre en la ciudad de Santa Fe. La cita precisa fue en el Museo de la Constitución tras la convocatoria de la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad Argentina, apoyadas por el gobierno de la provincia anfitriona y el Consejo Federal de Inversiones. Fue grato saber que la unidad de una organización civil y el Estado confluyeron en la necesidad de juntarlas para reflexionar y premiarlas por sus desempeños con el galardón Lía Encalada, en homenaje a la primera mujer de Argentina que obtuvo su título universitario como ingeniera agrónoma. Durante seis horas se sucedieron las exposiciones y entregas de reconocimientos y premios.
«Poner a las mujeres rurales en escena», fue el lema que atravesó el evento. Y, para lograr ese objetivo, lo mejor fue conocerse y reconocerse como sujetos políticos en un mundo donde cada vez más se hace necesario dar cuenta del valor del trabajo en la ruralidad para la sostenibilidad de cada rincón del planeta.
Desde múltiples espacios y disciplinas debe asumirse la responsabilidad de investigar e informar los sucesos de la ruralidad donde habitan las mujeres. Porque allí donde escasean derechos deben hacerse cumplir y dónde abundan desigualdades hay que erradicarlas.
«El desafío es igualar el punto de partida», decía el querido Pepe Mujica.
La apertura del Foro estuvo a cargo de la Directora Regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe, María Noel Vaeza; quien destacó, entre diversos ítems el “papel fundamental que juegan las mujeres rurales en la producción, abastecimiento y comercialización de alimentos, así como de preservar los conocimientos ancestrales y los saberes tradicionales, la conservación del medioambiente y la mitigación y adaptación al cambio climático”.
Por su parte la especialista en género Mariana Steganini, quien forma parte del MRA presentó un diagnóstico y, en su prólogo, enfatizó: «si ya existe una brecha desigual para las mujeres, ésta se amplía aún más cuando se pone el foco en la ruralidad». Son las llamadas «desigualdades interseccionales».
Las tareas de cuidado no remuneradas combinadas con una cantidad superior de horas trabajadas, el inferior porcentaje de acceso a la tierra, la brecha salarial, la menor educación incrementado por el flagelo de la falta de conectividad, la menor participación en la dimensión política, la violencia de género y el menor acceso a la salud, son variables estadísticamente medidas.
En lugares con poco acceso al agua son las mujeres las que acarrean este recurso vital.
«Son responsabilidades desproporcionadas», señaló la especialista.
Se sucedieron además dos paneles: el de “Mujeres Rurales Organizadas” con los testimonios de Andrea Sarnari presidenta de la Federación Agraria Argentina, Paulina Carrasco presidenta de la Asociación de Productores de Leche de la Región de los Ríos de Chile y de Simone Silotti de la ONG “Haz un bien increíble” de San Pablo, Brasil y otro, sobre “Género, producción y políticas públicas” con la participación de la vicegobernadora de Santa Fe, Gisela Scaglia, de la secretaria provincial de Mujeres, Género y Diversidad Alicia Tate y de la presidenta de la Cámara de Diputadas y Diputados santafesina, Clara García. También se sumaron otras referentes de política pública vinculadas a la producción, género y ruralidad en la Argentina.
La entrega de 169 distinciones, 17 premios Lía Encalada y 4 menciones en total fueron momentos de gran emotividad para todas las presentes.
Como espectadora y parte de la reunión tengo la sensación de quedarme corta en lo descripto.
Reflexiono sobre lo visto y vivido y, dejo permear para que, lo que uno en las teclas, pueda ser como un tráiler de película.
Veo mujeres que sonríen y también lloran, que comparten dolores: «me fui a vivir al campo cuando descubrí que quien cuidaba a mis hijos los maltrataba», «mi papá me llevó a trabajar al campo cuando tenía 10 años, me hacían levantar a las 3 de la mañana», «cultivo papas en tierras ancestrales y hace 27 que estamos luchando por su propiedad», «cultivo porotos en un valle, cosechamos todo a mano», «me escapé de mi casa porque no quise casarme, era una niña». (Todos los testimonios estarán próximamente en el canal de YouTube de Todoagro). Porque debo decir que, si bien estos son algunas expresiones dolorosas, hay una contracara porque estas mujeres buscaron a otras; se encontraron, hicieron cosas juntas, se ayudaron y fueron sororas, aún sin saber algunos de estos términos.
«Somos pétalos», dijo una brasilera en portuñol y todas entendimos, «si nos unimos un poco, somos una rosa, si nos unimos más, un ramo». Percibí el perfume mientras lo nombraba.
Estuve abierta a reconocer sensaciones, para despojar y dar testimonio de lo que somos capaces las mujeres unidas.
Y estoy segura que hay red, una que hay que seguir tejiendo, cuidando y fortaleciendo con más tejedoras e hilo de calidad.
TodoAgro