Por Agroempresario.com
En el Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, investigadores han logrado avances significativos en el estudio genético del tomate. A través de una extensa base de datos denominada KILBIL, que recopila información genética y metabólica de cerca de 600 líneas híbridas de tomates, los científicos buscan mejorar las variedades modernas para recuperar sabores perdidos y fortalecer la resistencia a enfermedades.
Los tomates silvestres de América del Sur, antecesores de las variedades actuales, contienen genes asociados al sabor, aroma y resistencia que se perdieron durante su domesticación. En un esfuerzo por reintroducir estos atributos, investigadores liderados por el profesor Asaph Aharoni, en colaboración con la Universidad Hebrea de Jerusalén, han creado un perfil detallado de cada línea híbrida utilizando herramientas avanzadas como la tecnología CRISPR.
La base de datos permite correlacionar diferencias genéticas con características específicas, como el sabor, ayudando a identificar el papel de genes individuales. Uno de estos genes, apodado GORKY, resultó clave en el cambio del sabor amargo al dulce.
El gen GORKY, descubierto en tomates silvestres que permanecen amargos incluso al madurar, regula la transformación de una sustancia tóxica, la alfa-tomatina, en metabolitos no tóxicos. A través de experimentos con CRISPR, la Dra. Yana Kazachkova demostró que al inactivar este gen, los tomates permanecían amargos pero sin efectos tóxicos para la planta.
Además, este descubrimiento no solo explica cómo las plantas de tomate gestionan compuestos tóxicos, sino que también abre puertas para desarrollar nuevas variedades con mejor sabor y resistencia.
Otro reto estudiado fue la resistencia a hongos, particularmente a Botrytis cinerea, un patógeno común en tomates. Los investigadores identificaron seis metabolitos responsables de esta resistencia, incluida la vitamina B5, eficaz para reducir infecciones. También encontraron genes relacionados con la defensa fúngica, cuyos efectos disminuyen con la maduración del tomate.
Estos hallazgos son cruciales para desarrollar variedades más resistentes y nuevos fungicidas, resolviendo un equilibrio evolutivo entre la apariencia atractiva de los frutos maduros y su capacidad de descomposición natural.
La base de datos KILBIL no solo contribuye a la mejora genética del tomate, sino que también representa un avance en la bioeconomía agrícola. Estas herramientas permitirán a los productores optimizar cultivos, adaptarlos a condiciones cambiantes y responder a la demanda de alimentos más sabrosos y nutritivos.
El Instituto Weizmann, junto con universidades colaboradoras, sigue ampliando las fronteras de la investigación agrícola, consolidándose como un pilar para el desarrollo sostenible en la industria agroalimentaria.