Por Agroempresario.com
La realidad económica del sector agropecuario argentino atraviesa un momento crítico, reflejado en una drástica caída de su poder adquisitivo. Los números no mienten: ya sea analizando costos de insumos, precios internacionales o la relación entre granos y bienes de capital, el panorama evidencia un deterioro alarmante que amenaza la sustentabilidad de las inversiones esenciales para el campo.
Un informe de la EEA INTA Bordenave muestra cómo, entre 2020 y 2024, la adquisición de una camioneta 4x2 —básica para las tareas rurales— ha aumentado 15,9 veces su valor, mientras que los granos como el trigo y la soja solo crecieron 9,3 y 9,7 veces respectivamente. Esto implica que un productor necesita hoy un 30% más de granos para adquirir el mismo vehículo que hace unos años.
Por otro lado, el Indec reporta una inflación interanual del 166% hasta noviembre de 2024. En contraste, las cotizaciones en pesos de productos como el trigo y el maíz apenas crecieron un 38% y un 46%, respectivamente. Según Mónica Ortolani, docente de AgroEducación, este desfase significa que los productores pueden comprar la mitad de los bienes y servicios que adquirían un año atrás.
El deterioro también se refleja en los costos de insumos clave. Por ejemplo, para adquirir fertilizantes como el MAP, el productor necesita un 61% más de trigo o un 73% más de soja en comparación con la campaña anterior. Asimismo, para comprar glifosato, se requiere un 16% más de trigo y un 25% más de soja, marcando un golpe severo a la rentabilidad del sector.
Las inversiones en bienes esenciales como tractores o pick-ups han dejado de ser accesibles para muchos productores. Actualmente, se necesita entre un 20% y un 30% más de grano para adquirirlos en comparación con las peores crisis económicas del país. Esta situación, combinada con la dificultad para cancelar deudas en dólares oficiales, pone al sector en una posición de vulnerabilidad sin precedentes.
La falta de poder adquisitivo en el campo no solo afecta a los productores, sino que también limita la capacidad del sector para impulsar la economía nacional. Mientras los precios internacionales se mantienen deprimidos y las condiciones locales no mejoran, el desafío es claro: ajustar estrategias productivas y transmitir esta realidad tanto al gobierno como a la sociedad.
El campo, históricamente resiliente, enfrenta ahora una de sus pruebas más difíciles. Es imperativo que se generen políticas públicas que permitan revertir este deterioro, devolviendo al agro el protagonismo económico que siempre ha tenido.