Por Agroempresario.com
La fruticultura en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén atraviesa una de las peores crisis de su historia. Con una caída en la producción de peras y manzanas de 2 millones de toneladas a 1,1 millones en los últimos 13 años, el sector está al borde de la desaparición. Productores y autoridades coinciden en que los altos costos y la falta de competitividad en los mercados internacionales están llevando a la actividad a una crisis profunda.
Carlos Zanardi, presidente de la Cámara de Productores Agrícolas de General Fernández Oro, señala que la situación es insostenible. “Hace 13 años producíamos 2 millones de toneladas de peras y manzanas para todo destino. Hoy estamos en 1,1 millones y ese descenso ha sido constante en los últimos cinco años. El costo de producción ha aumentado desmesuradamente, y el precio de la fruta no cubre esos gastos. A esto se le suma el abandono de chacras, con casi el 50% de las tierras productivas sin actividad”, explica.
En este contexto, los costos laborales se han disparado. Según Zanardi, el costo de producción de una tonelada de pera o manzana es de 35 centavos de dólar, pero con un costo laboral que ha aumentado un 115% en el último año, la situación se vuelve insostenible. “El 65% del costo de producción es laboral. A esto se suman aumentos impositivos que hacen que la fruticultura se haga inviable. Las peras argentinas son las mejores del mundo, pero no podemos exportarlas porque no nos conviene económicamente”, asegura.
La carga impositiva también es un factor clave que complica la competitividad del sector. Facundo Fernández, secretario de Fruticultura de Río Negro, resalta que “el costo laboral ha aumentado un 30% interanual, mientras que el sueldo promedio de un operario frutícola es de 1200 dólares mensuales. A eso hay que agregarle un 65% de carga impositiva y tasas de interés de hasta el 30% para los préstamos de capital de trabajo”.
Además, la caída de la demanda internacional ha generado un exceso de producción que no puede ser comercializado a precios adecuados. “La fruta que no se exporta se queda en las plantas o se tira. Incluso se venden peras y manzanas a Brasil y Rusia por menos que el costo de empaque, lo que demuestra lo insostenible de la situación”, comenta Zanardi.
En busca de soluciones, los productores han solicitado al gobierno nacional un salvataje para los pequeños y medianos productores. “Lo que necesitamos es un dólar más competitivo y créditos a tasas subsidiadas. En el pasado, existió el ‘dólar fruta’, que otorgaba un reintegro a la exportación del 30%. Algo similar podría ayudar a reactivar el sector”, sostiene Zanardi.
Por otro lado, la Secretaría de Fruticultura de Río Negro considera que el gobierno nacional tiene la posibilidad de aliviar la carga impositiva, lo que podría permitir que la producción frutícola sea más rentable y competitiva. Sin embargo, la falta de respuesta hasta ahora por parte del Ejecutivo genera una creciente desesperación entre los productores.
A nivel nacional, el Alto Valle concentra el 98% de la producción de peras y manzanas, con Río Negro representando el 87% y Neuquén el 8%. Esta producción es vital para la economía regional, pero el futuro del sector es incierto. La situación podría empeorar si no se toman medidas urgentes para garantizar la competitividad y la sostenibilidad de la fruticultura.
El sector no solo enfrenta un grave problema económico, sino también una crisis social, ya que miles de trabajadores dependen de la producción frutícola para subsistir. En respuesta a la difícil situación, los productores han comenzado a organizar protestas y medidas de fuerza, como cortes de ruta y la entrega de fruta a bajo precio a la comunidad.
Con una temporada de cosecha en pleno apogeo, los productores se mantienen en alerta, esperando que el gobierno nacional tome cartas en el asunto antes de que la situación se vuelva irreversible. “La fruticultura en el Alto Valle se está cayendo a pedazos. Si no se actúa rápidamente, podríamos estar ante el fin de una de las mayores industrias productivas del país”, concluye Zanardi.
El futuro de la fruticultura en Río Negro y Neuquén depende de decisiones políticas clave que podrían salvar la actividad, o de lo contrario, condenarla a su desaparición. Los productores, en su mayoría pequeños y medianos, esperan que el gobierno actúe antes de que sea demasiado tarde para esta vital actividad económica del país.