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Ricky Sarkany: de taller familiar a ícono del calzado, su historia de superación y éxito

El fundador de Ricky Sarkany comparte cómo su pasión por el calzado se transformó en un legado y su aprendizaje personal tras un infarto

Ricky Sarkany: de taller familiar a ícono del calzado, su historia de superación y éxito
viernes 21 de febrero de 2025

Por Agroempresario.com

Ricky Sarkany es un nombre que resuena en la industria del calzado, pero su historia de éxito tiene raíces profundas que van más allá del brillo de las vitrinas. Nacido en Buenos Aires en 1960, su vida estuvo marcada por la influencia de su padre, un zapatero húngaro que había llegado al país escapando de la Segunda Guerra Mundial. Desde joven, Ricky estuvo rodeado de cuero, hormas de madera y el arte del oficio, pero pronto descubriría que su destino no solo sería continuar el legado familiar, sino transformarlo en una marca de renombre internacional.

Los primeros pasos en el taller familiar

El taller de su padre era modesto, pero lleno de magia. La casa en Núñez, un barrio cercano a la cancha de Platense, era un refugio donde se fabricaban zapatos artesanales de alta calidad. Aunque el oficio de zapatero era tradición familiar, con su abuelo y bisabuelo también dedicados a la misma actividad, el enfoque de Ricky era diferente al de su padre. En un país donde el mercado de calzado estaba dominado por las ventas mayoristas, él intuía que existía un espacio para algo más.

Su padre, visionario y artista de formación, había traído desde Europa una gran influencia artística. A pesar de su capacidad para diseñar y producir calzado de alta gama, la venta directa al público no era una práctica común en ese entonces. Como él mismo recuerda: “Es más fácil vender mil pares a un zapatero que un par a una mujer”. Sin embargo, Ricky no entendía esa lógica. La idea de que el cliente debía ser también el consumidor final se fue infiltrando en su mente.

Ricky Sarkany

El salto al público: de mayoristas a clientes directos

A los diecisiete años, Ricky comenzó a trabajar en el taller familiar, aprendiendo el oficio a su propio ritmo. Sin embargo, sentía que había algo que faltaba: la conexión directa con las personas que usarían sus zapatos. Después de muchas discusiones con su padre, finalmente se atrevió a dar el primer paso hacia la venta directa al público.

Sin embargo, su visión chocó de lleno con las normas del sector. A espaldas de Ricky, su padre decidió abrir una pequeña tienda en el garaje de la casa, sin consultarlo. Lo llamó “Ricky Sarkany”, sin imaginarse que el resultado sería un verdadero desastre. Los mayoristas, acostumbrados a las ventas mayoristas con pagos anticipados, se sintieron traicionados y cancelaron todos los pedidos. Aquel día, el taller familiar estuvo al borde de la quiebra.

El boca a boca que cambió el rumbo

A pesar del fracaso inicial, algo inesperado ocurrió: un pequeño grupo de clientes entró a la tienda, y luego, ellos trajeron a sus amigos. El boca a boca comenzó a hacer su trabajo, y los zapatos, antes solo calzado, comenzaron a ser vistos como una obra de arte. En lugar de ser una simple pieza funcional, los zapatos de Ricky Sarkany empezaron a ser apreciados por su diseño, calidad y originalidad. Así nació la impronta única de la marca, que con el tiempo, se transformaría en un referente del diseño de calzado en Argentina y el mundo.

“Logramos tener nuestra propia impronta y que los zapatos pudieran ser reconocidos como si fuera un cuadro de un artista”, recuerda Ricky con nostalgia, celebrando la capacidad de la marca para ir más allá de la simple funcionalidad del calzado y convertirse en un símbolo de estilo y arte.

Ricky Sarkany

El éxito y la adicción al trabajo

Con el paso de los años, la marca creció de manera exponencial. Sin embargo, el éxito tuvo un precio. Ricky Sarkany se convirtió en un adicto al trabajo. Se levantaba temprano, llegaba primero a la oficina y se iba al último. Todo giraba en torno a la empresa, y no había espacio para nada más. Su dedicación al trabajo no conocía límites, y a pesar de los sacrificios personales, él seguía adelante, convencido de que todo lo hacía por su familia.

Pero los años de trabajo extremo comenzaron a pasar factura. Las señales de alerta fueron ignoradas, hasta que un día, después de sentirse mal, fue internado de urgencia. Su médico le recomendó que descansara, pero Ricky, obstinado, insistió en continuar trabajando. El resultado fue un infarto y la necesidad de someterse a una cirugía para colocarle dos stents en el corazón. Fue en ese momento que Ricky se vio obligado a reconsiderar su enfoque hacia el trabajo y la vida.

La lección de delegar: aprender a soltar

El infarto marcó un antes y un después en la vida de Ricky Sarkany. A pesar de que en un principio se sintió reacio a delegar responsabilidades, pronto descubrió que su equipo era capaz de llevar la empresa adelante sin su constante intervención. “Lo hacían mejor que yo”, admite con humildad, reconociendo que su equipo había tomado el control de muchas áreas y que su involucramiento constante ya no era necesario.

Aprender a soltar fue un proceso difícil, pero necesario. Ricky comenzó a confiar en su equipo, delegar más tareas y aprender a disfrutar de los momentos con su familia. Su hija, Sofía, le mostró que había otras formas de vivir, fuera del círculo del trabajo constante. “Miré lo que hice en el jardín”, le dijo ella un día. “Eso fue lo que me hizo darme cuenta de que no solo tenía que estar ahí, sino vivir esos momentos”.

Ricky Sarkany

La vida después del trabajo

Con el tiempo, Ricky entendió que su empresa no dependía solo de él. Había dejado un legado que seguía adelante, incluso cuando él no estaba presente todo el tiempo. Más allá de los logros profesionales, descubrió que la vida familiar era igualmente importante. Aprendió a disfrutar de los pequeños momentos y a valorar lo que realmente importaba: la conexión con sus seres queridos.

“Pensaba que trabajaba por ellos, pero ellos nunca me pidieron que abandonara mi vida por el trabajo”, reflexiona Ricky, quien finalmente encontró el equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Después de todo, su legado en el mundo del calzado no solo estaba en sus diseños, sino en la forma en que había aprendido a delegar y disfrutar de la vida fuera de la empresa.



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