Por Agroempresario.com
El presidente Donald Trump, conocido por sus decisiones impulsivas y a menudo controversiales, ha adoptado una estrategia económica centrada en la implementación de aranceles para abordar lo que considera prácticas comerciales desleales. Sin embargo, su enfoque parece ignorar una realidad clave de la economía global moderna: el concepto de los ecosistemas comerciales. Esta estrategia, que parece estar basada en ocurrencias del momento más que en un plan claro, podría ser más destructiva de lo que el presidente imagina.
La propuesta de Trump no está exenta de controversia. A menudo, el presidente ha declarado que los aranceles son necesarios para aumentar los ingresos, estimular la inversión en Estados Unidos o incluso para luchar contra la llegada de fentanilo al país. Sin embargo, nunca ha proporcionado una explicación coherente y unificada sobre cuál es el objetivo a largo plazo de estas medidas. A veces parece que el presidente cambia de justificación según la situación, lo que crea una sensación de incertidumbre y desorden.
El director ejecutivo de Ford Motor, Jim Farley, destacó un aspecto crucial: los aranceles del 25% en las fronteras con México y Canadá podrían tener consecuencias catastróficas para la industria automotriz estadounidense. "Seamos sinceros: un arancel de este tipo abriría un agujero en la industria estadounidense como nunca hemos visto", dijo Farley. Y es que, como bien ha señalado el CEO de Ford, el impacto no solo se sentirá a corto plazo, sino que afectará la competitividad y el futuro de sectores clave en la economía estadounidense.
La realidad que Trump parece ignorar es la naturaleza interdependiente de la economía global. El economista de la Universidad de Oxford, Eric Beinhocker, subraya que "ningún país del mundo puede fabricar un iPhone por sí solo". Esta simple afirmación nos recuerda que los productos modernos no se fabrican en un solo país, sino que son el resultado de una red compleja y global de empresas, tecnologías y personas que trabajan juntas. Apple, por ejemplo, asegura que ensambla su iPhone con la ayuda de miles de empresas en más de 50 países y regiones, que aportan las piezas, el conocimiento y las capacidades necesarias para que el dispositivo sea tan innovador y accesible.
Beinhocker sostiene que la economía global de hoy está formada por ecosistemas interconectados, no por economías nacionales aisladas. Ya no estamos en la era de "la economía, estúpido", como se decía en los años noventa, sino en la era de "los ecosistemas, estúpido". Esto significa que los países ya no son actores económicos autosuficientes. En lugar de ser una economía autónoma, la economía estadounidense está inmersa en una red global de ecosistemas de fabricación, tecnología, salud, automotrices y muchos más, que dependen unos de otros para crear productos complejos y servicios innovadores.
Los aranceles impuestos por Trump no solo afectan a un país o sector específico. Afectan a una serie de industrias interdependientes que operan a través de fronteras. La industria automotriz, por ejemplo, depende de una compleja cadena de suministro que atraviesa América del Norte. Muchas piezas de autos fabricadas en Estados Unidos cruzan las fronteras hacia México y luego regresan a EE. UU. para su ensamblaje final. Imponer aranceles en las fronteras podría desorganizar esta red de fabricación y aumentar los costos para las empresas, lo que afectaría la competitividad de la industria estadounidense a nivel mundial.
El mismo principio se aplica a otras industrias, como la fabricación de microchips y la tecnología de inteligencia artificial. Los chips más avanzados son el resultado de un ecosistema global que incluye a empresas como AMD, Intel, Qualcomm y Nvidia, así como fabricantes de materiales y proveedores de herramientas en países de todo el mundo. Este tipo de cooperación transnacional es esencial para crear productos más complejos y de mayor calidad. La imposición de aranceles podría interrumpir estas redes y frenar la innovación.
La pandemia de Covid-19 fue un claro ejemplo de cómo la colaboración global puede dar resultados rápidos y efectivos. Las vacunas de ARNm, que se desarrollaron en tiempo récord, fueron el resultado de asociaciones internacionales entre gobiernos, organizaciones sin fines de lucro, la industria y el mundo académico. Ningún país o grupo podía haber logrado este avance por sí solo. Del mismo modo, los microchips más avanzados, que alimentan todo tipo de tecnología moderna, son creados por una red global de empresas y expertos que comparten conocimientos y recursos.
El ejemplo de los chips es especialmente relevante. Empresas como Synopsys y Cadence crean software de diseño asistido por ordenador, mientras que compañías de todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Asia, colaboran para diseñar y fabricar los transistores y circuitos necesarios para estos dispositivos. Es un proceso altamente complejo que no se puede realizar de manera aislada. La imposición de aranceles que frene este tipo de cooperación internacional podría tener un efecto perjudicial para la innovación tecnológica y el avance de la humanidad.
Uno de los ingredientes clave para que estos ecosistemas globales funcionen es la confianza. Según Beinhocker, "la confianza actúa como pegamento y lubricante" en estos ecosistemas. Facilita el flujo de personas, productos, capital e ideas entre los países y permite que las redes de cooperación funcionen de manera eficiente. La confianza se construye a través de relaciones saludables y reglas claras. Sin embargo, las políticas de Trump están minando esa confianza, creando un entorno de incertidumbre y conflicto que podría desestabilizar las redes de cooperación global.
Si Trump continúa con su enfoque de aranceles y proteccionismo, podría estar llevando a EE. UU. y al mundo por un camino peligroso. Al debilitar la cooperación internacional y la confianza en los ecosistemas comerciales, el presidente podría acabar perjudicando a la economía estadounidense y global. Es posible que los aranceles no solo aumenten los costos para los consumidores y empresas, sino que también inhiban la innovación, el progreso tecnológico y el crecimiento económico.
El economista Eric Beinhocker concluye que la historia económica de la humanidad es, en última instancia, una historia de ampliación de redes de cooperación y de aprovechamiento del conocimiento compartido para crear productos más complejos y valiosos. Si EE. UU. no se involucra en estos ecosistemas globales, corre el riesgo de quedarse atrás. La clave para el futuro de la economía mundial no está en aislarse o en imponer barreras comerciales, sino en trabajar juntos para resolver problemas complejos y crear soluciones innovadoras que beneficien a todos.
Trump necesita comprender que los aranceles no son una solución mágica para los problemas económicos de Estados Unidos. En lugar de destruir las redes globales de cooperación, EE. UU. debería invertir en fortalecer estas relaciones y mejorar la confianza con sus socios comerciales. Solo a través de la colaboración internacional, la innovación y la confianza mutua es como las economías de todo el mundo podrán prosperar en la era de los ecosistemas comerciales globales.
En última instancia, el presidente debería reconsiderar su enfoque proteccionista y darse cuenta de que el futuro de la economía global depende de una interdependencia cada vez mayor. Ignorar esta realidad podría ser la mayor amenaza para el bienestar económico de Estados Unidos y el mundo entero.