Por Agroempresario.com
De pronto, la batalla cultural del Gobierno volvió a su escenario preferido: el macroeconómico. Sin embargo, no hay paz en ese frente. En la última semana, la intervención decidida de Javier Milei y Luis Caputo en la conversación pública tuvo dificultades para domar la narrativa. En algunos casos, además, el propio Caputo terminó echando leña al fuego de la incertidumbre cambiaria.
El aumento de los dólares financieros y la pérdida de reservas del Banco Central fueron señales claras del enrarecimiento del clima económico y también político. Entre el viernes y el lunes pasado, el riesgo país pasó de 797 a un pico de 861, hasta cerrar en 816. En el fondo, lo que está en juego es la fortaleza del modelo institucional sobre el que el mileísmo construye su visión de la Argentina. No se trata solo de la institucionalidad republicana, sino, sobre todo, de la institucionalidad macroeconómica.
Desde la mirada del Gobierno, su enfoque en los fundamentos macroeconómicos garantiza un futuro de inflación cero y crecimiento sostenido. Con superávit y emisión cero, la siguiente etapa es lograr un Banco Central solvente que habilite una política cambiaria libre y una economía abierta. El préstamo del FMI encaja en esta estrategia: llenar las arcas con deuda para luego reemplazarla por ingresos genuinos de exportaciones.
Para Milei y su equipo, la macroeconomía es un artefacto racional y autónomo, capaz de resistir la inestabilidad política. Sin embargo, la turbulencia financiera reciente pone a prueba esa premisa. Mientras, desde la oposición, Mauricio Macri critica al oficialismo por "falta de apego a la institucionalidad" y señala que la confianza es clave para sostener cualquier plan económico. Macri también reclama una reducción de impuestos y otro tipo de cambio.
El kirchnerismo considera que la inestabilidad macroeconómica es el inicio de un nuevo fracaso. Con un 2024 sin una alternativa política clara, creen haber encontrado el talón de Aquiles de Milei: su política cambiaria y el endeudamiento con el FMI. La estrategia del peronismo es insistir en que la política económica de Milei y Caputo no es más que una repetición de los errores del pasado.
El oficialismo, en cambio, busca controlar la narrativa: ¿se trata de "volatilidad" o de un "cimbronazo"? Caputo insiste en que es volatilidad, algo temporal y sin consecuencias mayores. Sin embargo, para que esa interpretación se imponga, el Gobierno necesita dos victorias en los próximos meses: el acuerdo con el FMI en abril y la elección de legisladores porteños en mayo. Ambas fechas son clave para recuperar la confianza de los mercados y los votantes.
El Gobierno recurrió al FMI para calmar a los mercados. Kristalina Georgieva, directora del organismo, anunció que el primer desembolso será del 40% del total solicitado. "Se lo han ganado", afirmó. El viernes previo, el FMI ya había confirmado que Argentina solicitó un préstamo de 20.000 millones de dólares.
Mientras tanto, el kirchnerismo golpea donde más le duele al mileísmo: el precio del dólar. Aseguran que el Gobierno manipula la macroeconomía con fines electorales, utilizando una versión libertaria del "plan platita". En este esquema, sostienen que Milei está manteniendo el dólar artificialmente bajo para controlar la inflación y llegar a octubre con mejores números.
Históricamente, el kirchnerismo ha utilizado este tipo de estrategias. Sergio Massa implementó un "plan platita" en 2023 con un aumento del gasto equivalente al 1,4% del PBI. Cristina Kirchner admitió en su libro Sinceramente que en 2015 aplicó una política similar para apoyar la candidatura de Daniel Scioli.
Para Milei y Caputo, que los acusen de usar tácticas kirchneristas es una afrenta moral. En su visión, su política macroeconómica es un deber moral de la política. Sin embargo, algunos economistas han advertido sobre el riesgo de la estrategia oficialista, señalando que la velocidad con la que han reducido la inflación ha llevado a un atraso artificial del dólar y la postergación de ajustes necesarios.
De aquí a octubre, Milei deberá demostrar que su proyecto económico es sostenible. Desde el 24 de marzo, la conversación pública ha dejado de lado la batalla cultural y se ha centrado en el dólar, las reservas, el riesgo país y el FMI. Las polémicas libertarias han quedado en pausa: una señal de que el Gobierno entiende que su prioridad actual es la macroeconomía.
Si el oficialismo logra controlar el dólar y concretar el acuerdo con el FMI, podrá sostener su narrativa de estabilidad macroeconómica. De lo contrario, la oposición tendrá un argumento potente para debilitar su imagen. La pelea por la institucionalidad macro sigue abierta, y el resultado definirá el futuro de la presidencia de Milei.