Por Agroempresario.com
Un avance científico liderado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) promete revolucionar la forma en que se fertiliza la soja en Argentina y el mundo. Se trata de una innovación biotecnológica aplicada a rizobios, las bacterias responsables de fijar nitrógeno en las raíces de las leguminosas, que podría elevar la productividad del cultivo en un 6% y reducir hasta un 10% los costos de fertilización en esquemas de rotación con cereales.
El desarrollo, llevado a cabo por un consorcio internacional de investigadores de Argentina, Uruguay, Chile, Colombia y España, se basa en la edición genética de cepas comerciales de Bradyrhizobium mediante la técnica CRISPR/Cas9. Esta herramienta de precisión permite modificar el genoma de los microorganismos sin introducir ADN foráneo, lo cual es clave para evitar su clasificación como organismos genéticamente modificados (OGM).
“La edición génica aplicada a rizobios es un salto tecnológico que no solo mejora la eficiencia del cultivo, sino que además se adapta a las regulaciones internacionales, lo que facilita su aprobación y comercialización”, explicaron desde el equipo del INTA. De hecho, países como Argentina, Brasil, Estados Unidos, China, India, Indonesia, Bangladesh y Australia no consideran transgénicos a estos productos editados, allanando el camino para su adopción a escala global.
En una primera etapa, los científicos trabajaron con las cepas inoculantes E109, ampliamente utilizada en Argentina, y SEMIA5079, en Brasil. Mediante la introducción temporal de un plásmido con el sistema CRISPR/Cas9 y una guía específica para modificar genes puntuales, lograron alterar funciones clave de las bacterias. Luego, eliminaron el plásmido sin dejar rastro en el genoma final, validando el proceso con herramientas de secuenciación genética.
Lo novedoso de este avance radica no solo en la aplicación de la tecnología, sino en la adaptación de técnicas moleculares a bacterias de uso agrícola, que hasta ahora habían sido poco exploradas. Esto requirió optimizar métodos de transformación genética y establecer un sistema eficaz para limpiar completamente el plásmido una vez cumplida su función.
El próximo desafío será validar los resultados en distintas regiones productivas del país, con distintos tipos de suelo y condiciones ambientales. Además, será necesario generar la información técnica que permita a la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA) confirmar la equivalencia de estos rizobios editados respecto de los inoculantes tradicionales.
Más allá de la soja, las aplicaciones futuras incluyen el desarrollo de probióticos para la solubilización de fósforo, el biocontrol de plagas, la fijación de nitrógeno en cereales y la degradación de metano en sistemas ganaderos. De esta forma, la innovación se posiciona como una herramienta estratégica para mejorar la sostenibilidad de la producción agropecuaria, produciendo más con menos recursos y reduciendo el impacto ambiental.