Por Agroempresario.com
El zapallo es uno de los ingredientes más antiguos y versátiles de la gastronomía argentina. Con un consumo per cápita de 22 kilos por año, forma parte integral de nuestras sopas, guisos, purés, locros y hasta postres. Pero no todos los zapallos son iguales ni se cocinan del mismo modo. En esta guía, te contamos cuáles son las principales variedades disponibles, qué características tiene cada una y cómo aprovecharlas mejor en la cocina.
Originario del suelo andino, el zapallo se cultiva en la región desde hace más de 3200 años. Hoy, en la Argentina, los principales centros de producción están en Mendoza y Buenos Aires, seguidos por otras provincias como Santiago del Estero, Formosa, Salta, Río Negro, San Juan, Jujuy y Santa Fe. La superficie cultivada representa el 9% del total hortícola nacional, con una marcada orientación al mercado interno: el 95% de la producción se consume en el país, apenas el 3% se exporta y el 2% restante va a la industria del deshidratado.
Del total de zapallos que comemos, el 70% corresponde a la variedad anco, también conocida como “anquito” o calabacita. Se trata de un zapallo de forma alargada, con pulpa anaranjada y sabor dulce. A esta variedad se suma el anco batata, de características similares. Una opción desarrollada por el INTA es el anco coquena, con una pulpa de color más intenso, rayas verdes suaves y mayor resistencia, ideal para el transporte y almacenaje prolongado.
El 30% restante del consumo nacional se reparte entre otras variedades:
Aunque el zapallo se consigue todo el año, hay momentos más convenientes para adquirirlo. Entre febrero y julio, con mayor volumen de producción, los precios bajan significativamente. En ese período se dice que está “en régimen”. En cambio, en octubre, el valor sube por la escasa oferta. A esto se suma la demanda puntual por Halloween, que en Argentina ocurre en contraestación y complica la disponibilidad.
Algunos productores, especialmente en Cuyo, optan por enterrar los zapallos por hasta seis meses para conservarlos hasta que el precio suba. Pero los consumidores deben tener en cuenta que algunas variedades como el anco tienen menor durabilidad, especialmente en épocas cálidas: se compran y se consumen rápido.
El zapallo entero puede durar semanas en un lugar seco, oscuro y fresco (entre 10 y 15 °C). Una vez cortado, debe guardarse en la heladera bien envuelto y consumirse en pocos días. También puede freezarse cocido en porciones, con una vida útil de hasta tres meses.
El zapallo no solo es accesible y versátil, sino también nutritivo: aporta fibra, vitamina A, antioxidantes y bajo contenido calórico. Su facilidad de preparación lo convierte en un aliado ideal para la cocina diaria, tanto en preparaciones simples como en platos más elaborados.
Además, su producción tiene un fuerte arraigo territorial y contribuye a la soberanía alimentaria. Elegir zapallos de estación, conocer sus tipos y modos de cocción no solo mejora nuestras recetas, sino que también apoya a productores locales y promueve un modelo agroalimentario más sustentable.