Por Agroempresario.com
En un rincón remoto del noreste de Brasil, un misterio biológico sin precedentes captó la atención de la comunidad científica internacional. En la isla volcánica de Santa Bárbara, perteneciente al archipiélago de Abrolhos y ubicada a unos 70 kilómetros de la costa del estado de Bahía, un grupo de cabras logró sobrevivir durante más de 250 años sin acceso a agua dulce. El hallazgo ha provocado una oleada de investigaciones y abrió una nueva línea de estudio sobre adaptación animal en entornos extremos.
Santa Bárbara es una isla pequeña y árida, de apenas 1.500 metros de largo por 300 de ancho, sin ríos, arroyos ni fuentes naturales de agua dulce. Rodeada por mar salado, su ecosistema se compone de vegetación baja y un clima hostil. Aun así, las cabras prosperaron allí durante siglos, desafiando las leyes conocidas de la biología y generando interrogantes sobre cómo fue posible su supervivencia.
Los primeros registros de estos animales datan de mediados del siglo XVIII, aunque su llegada exacta a la isla sigue siendo un misterio. Algunas teorías apuntan a que fueron dejadas por colonizadores portugueses o ingleses que navegaban por el Atlántico, práctica común en la época para disponer de alimento fresco en futuras expediciones. Sin embargo, lo que comenzó como una práctica utilitaria derivó en un fenómeno evolutivo único.
Ronaldo Vasconcelos, profesor de zootecnia en la Universidad Estatal del Sudoeste de Bahía (UESB), es uno de los investigadores que estudia este caso. “Una de nuestras hipótesis es que las cabras desarrollaron mecanismos fisiológicos que les permiten sobrevivir sin beber agua dulce, absorbiendo líquidos directamente de la vegetación de la isla”, explicó en una entrevista reciente.
Entre las especies vegetales que crecen en Santa Bárbara, destaca la beldroega (Portulaca oleracea), una planta suculenta rica en agua y nutrientes. Esta planta parece haber sido clave para la hidratación de los animales, ya que no se ha registrado que bebieran del mar, y las condiciones climáticas de la isla no permiten una acumulación significativa de agua de lluvia.
El fenómeno se vuelve aún más llamativo por la alta tasa de partos gemelares que presentan las cabras, lo que sugiere que, pese a las condiciones adversas, los animales no solo sobrevivieron, sino que prosperaron. Este rasgo reproductivo inusual puede indicar una adaptación genética acumulada durante generaciones, fortaleciendo la posibilidad de que se trate de una población única en el mundo.
El éxito de las cabras, sin embargo, tuvo un alto costo para el medioambiente local. Con el paso del tiempo, la población llegó a superar los 200 ejemplares, lo que provocó una fuerte presión sobre la vegetación de la isla y alteró el equilibrio ecológico. Las aves marinas, especialmente aquellas que anidan en el suelo, fueron las más afectadas. La actividad de pastoreo causó erosión del terreno, redujo la cobertura vegetal y destruyó áreas clave para la reproducción de estas especies endémicas.
Frente a esta situación, el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) tomó cartas en el asunto en 2023, coordinando un ambicioso plan de traslado de los animales. La operación contó con el apoyo de la Marina de Brasil y diversas instituciones científicas y ambientales.
El proceso de remoción fue cuidadosamente planificado y ejecutado en varias etapas. Involucró a un equipo de hasta 35 personas que utilizaron redes, corrales móviles y embarcaciones especializadas para trasladar a las cabras al continente. En 2024 se logró retirar al último grupo, finalizando así una etapa de impacto ambiental y comenzando otra centrada en la investigación.
El futuro de estos animales se debate ahora entre la preservación y el estudio. Algunos ejemplares han sido trasladados a centros de investigación y santuarios, donde se evalúan sus condiciones físicas y genéticas. El objetivo es determinar si realmente representan una nueva raza, resultado de siglos de aislamiento y adaptación en condiciones extremas.
Jessyca Teixeira, una de las investigadoras involucradas en el proyecto, planteó que las cabras de Santa Bárbara podrían representar un linaje único. De hecho, ya se ha propuesto el nombre “Raza Abrolhos” para clasificar a estos animales, que podrían tener un valor incalculable en términos genéticos.
“En tiempos de cambio climático, entender cómo estas cabras lograron sobrevivir sin agua dulce podría ser clave para el desarrollo de razas más resistentes a la sequía en otras regiones del mundo, especialmente en zonas áridas como el noreste brasileño o el Sahel africano”, afirmó Teixeira.
Los estudios que se realicen sobre esta población caprina podrían abrir nuevas líneas de investigación en genética adaptativa, fisiología animal y conservación de especies en contextos de estrés hídrico. Incluso se evalúa la posibilidad de replicar su dieta y condiciones de vida en otros entornos controlados, para verificar si sus adaptaciones son heredables o si dependen exclusivamente del ecosistema en el que evolucionaron.
Lo que comenzó como un descuido de navegantes terminó convirtiéndose en una valiosa fuente de información científica. El caso de las cabras de Santa Bárbara no solo intriga por su rareza, sino que también ofrece una oportunidad para repensar los límites de la adaptación animal. Mientras los investigadores siguen desentrañando sus secretos, queda claro que la naturaleza aún tiene muchas sorpresas por revelar.