Por Agroempresario.com
En el marco del Día Mundial de la Madre Tierra, que se celebra cada 22 de abril, los líderes ambientales globales impulsan un llamado urgente a acelerar la transición energética. Bajo el lema 2025 "Nuestro poder, nuestro planeta", el objetivo trazado por la comunidad internacional es ambicioso pero claro: triplicar la generación de energías renovables para el año 2030. En este escenario, no solo está en juego la sostenibilidad ambiental, sino también la salud de millones de personas en todo el mundo.
Las energías renovables —que incluyen fuentes como el sol, el viento, el agua y la biomasa— ofrecen una alternativa limpia frente a los combustibles fósiles, responsables de buena parte de la contaminación del aire y del calentamiento global. Lo que quizás no es tan conocido es su impacto positivo en la salud pública. Diversos estudios científicos y organismos internacionales coinciden en que el despliegue de energías limpias puede generar al menos siete beneficios concretos para la salud humana, desde la prevención de enfermedades hasta la mejora de la calidad de vida.
En América Latina, las energías renovables representan ya el 69% de la matriz eléctrica, según la Organización Meteorológica Mundial. Brasil lidera con una proporción del 49% en su matriz total, mientras que países como Chile, Uruguay y Costa Rica también presentan avances significativos. Argentina, en cambio, tiene aún tareas pendientes. Si bien por ley se propuso alcanzar un 20% de renovables para 2025, hasta ahora solo ha llegado al 16%.
“Es necesario impulsar una transición energética justa, que contemple tanto los beneficios ambientales y sanitarios como el respeto por las comunidades locales”, advierte Camila Mercure, coordinadora del área de política climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). La especialista señala que muchas veces, la explotación de litio —clave para las baterías que almacenan energía solar o eólica— no respeta los derechos ni las formas de vida de los pueblos originarios.
En la misma línea, el investigador del Conicet Enrique Puliafito subraya la necesidad de una mirada integral: “No se trata solo de cambiar el tipo de energía, sino de evaluar todo el ciclo de vida de las tecnologías involucradas. Las tierras raras, por ejemplo, son fundamentales para los paneles solares o los motores eólicos, pero su extracción debe ser sostenible”.
Otro aspecto fundamental es el costo. Hasta hace poco, producir energía solar o eólica era más caro que quemar carbón o gas. Hoy, esa lógica se invirtió. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), en la mayoría de los países estas tecnologías ya son más baratas que las fuentes fósiles más accesibles. Esto se traduce no solo en ahorro económico para los gobiernos, sino también en nuevas oportunidades de empleo.
En ese sentido, Stella Hartinger, epidemióloga y profesora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, considera que “la humanidad está en un momento histórico, con la capacidad tecnológica de garantizar energía limpia y accesible para todos”. Y añade: “Esto puede terminar con la quema de biomasa en los hogares, que es una de las principales fuentes de contaminación en zonas rurales y causa miles de enfermedades respiratorias, sobre todo en niños”.
La celebración del Día Mundial de la Madre Tierra nos recuerda que la salud del planeta y la de las personas están íntimamente conectadas. Triplicar la generación de energías renovables no es solo una meta climática, sino una necesidad sanitaria. La buena noticia es que la tecnología, los recursos y la conciencia ya existen. Solo falta decisión política, financiación adecuada y voluntad colectiva para transformar la matriz energética y construir un futuro más saludable y sostenible.